52. Empatía

Cada paso era más difícil de dar. Desde que salió de la tienda de Sara pensó en cómo darle la noticia a Rosa. Aún no decidía si fingir alegría y contarle que había conseguido un empleo del que aún no sabía nada con exactitud, o decirle lo de siempre. Temía no poder ocultar lo derrotada que se sentía al no lograr conseguir algo en su profesión.

Conociendo a Sara, era muy capaz de intentar aprovechar la situación para beneficio propio, como ponerla a modelar en alguna vitrina semidesnuda o vestirla con un disfraz ridículo para hacer publicidad en la calle. Prefería tener más información antes de arriesgarse a que su hermana mayor le jugara una de sus tan comunes bromas a costa suya.

Suspiró, sintiendo el viento helado en sus mejillas húmedas por la llovizna y cayó en la cuenta de que, en lugar de quejarse, debería agradecer el estar allí, viva, después de aquella golpiza.

Se acomodó mejor el abrigo para no mojarse más de lo que ya estaba cuando vio un camión de mudanza en la acera del
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