48. A salvo

Andrea mantuvo la mirada fija en el torrencial aguacero que caía al otro lado del cristal, sin reparar en el tiempo que llevaba en la misma posición.

El tictac del reloj de piso, que había marcado tantas noches de insomnio, resonaba más fuerte que nunca. Cada movimiento del péndulo era un recordatorio del tiempo transcurrido.

Cinco años ya desde aquella conversación con la tía Viv, y la última llamada de Javier Herrera. Andrea cerró los ojos, cuestionándose una vez más qué habría pasado si hubiera aceptado su ofrecimiento.

Su sacrificio, sin embargo, valió la pena, porque mientras actuaba como la esposa ejemplar de Alberto, se convirtió en un sólido soporte para su propia familia.

Lucía se marchó a Londres a estudiar y casi obligó a Alberto a quedarse con su nana, con quien él mantenía una relación extraña y distante. Eso contribuyó a que Rosa le tomara cierto aprecio, al igual que Jorge, el conductor que le asignó.

El rugido de un motor la alertó y al ver el auto de Alberto atravesa
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