Andrea se aferró al borde de la silla, sus manos sudorosas traicionando su nerviosismo. Luchó por mantener la compostura mientras observaba a la entrevistadora. La mujer hojeaba su currículum con una lentitud exasperante, su mirada revelando una inquietante mezcla de curiosidad morbosa y desdén.—Entonces, señora Villanegra... o ¿prefiere el García? —preguntó la mujer, Andrea tragó saliva. —Mi apellido de soltera está bien —respondió, su voz apenas un susurro.La mujer reaccionó con una media sonrisa que no pudo devolver.—Entiendo que su situación es... complicada.El nudo en el estómago de Andrea se apretó. Aquí vamos de nuevo, pensó.—Verá, señorita García, su experiencia es limitada y para ser franca, con toda la atención mediática...El estómago de Andrea se retorció. Sabía lo que venía a continuación.—Disculpe mi curiosidad, pero ¿no es usted la esposa de Alberto Villanegra? El empresario que...—Exesposa —interrumpió Andrea—. Y preferiría no hablar de mi vida personal.La en
Cada paso era más difícil de dar. Desde que salió de la tienda de Sara pensó en cómo darle la noticia a Rosa. Aún no decidía si fingir alegría y contarle que había conseguido un empleo del que aún no sabía nada con exactitud, o decirle lo de siempre. Temía no poder ocultar lo derrotada que se sentía al no lograr conseguir algo en su profesión. Conociendo a Sara, era muy capaz de intentar aprovechar la situación para beneficio propio, como ponerla a modelar en alguna vitrina semidesnuda o vestirla con un disfraz ridículo para hacer publicidad en la calle. Prefería tener más información antes de arriesgarse a que su hermana mayor le jugara una de sus tan comunes bromas a costa suya.Suspiró, sintiendo el viento helado en sus mejillas húmedas por la llovizna y cayó en la cuenta de que, en lugar de quejarse, debería agradecer el estar allí, viva, después de aquella golpiza. Se acomodó mejor el abrigo para no mojarse más de lo que ya estaba cuando vio un camión de mudanza en la acera del
Andrea dejó que el teléfono timbrara un par de veces antes de terminar la llamada. El reloj de su mesita de noche marcaba pasadas las nueve, y una sensación de inquietud se apoderó de ella. Dudó por un momento, pero le escribió a Sara para contarle las novedades.La respuesta de su hermana llegó casi al instante: “Es casi seguro que se encuentren en el club. Ella se la pasa ahí. Andrea sintió un nudo en el estómago. La vergüenza la invadió al recordar que no tenía nada apropiado para ponerse después de que su exsuegra quemara todo su guardarropa. Estaba a punto de hundirse en la desesperación cuando un segundo mensaje de Sara iluminó la pantalla:“Pasa antes por la tienda, te daré algo apropiado. Hoy te veías terrible. Andrea frunció el ceño, sus dedos se cernieron sobre el teclado, lista para responder de forma no muy amable. Sin embargo, antes de enviarlo, el teléfono vibró en sus manos, sobresaltándola y perdió el agarre. El aparato cayó directo sobre su rostro, provocándole u
Javier entró en la habitación del hospital por segunda vez esa semana. La primera vez no pudo confrontar a la basura de Alberto Villanegra, porque estaba siendo interrogado por las autoridades. Creyó que pagaría por la denuncia interpuesta por Andrea, pero no pasó. La enfermera privada que tenía a cargo su cuidado, le avisó que Alberto no paraba de pedir que llevaran a Andrea a verlo y eso lo había traído hasta él, esta vez. Javier observó la sombra demacrada de su antiguo ser, y sin vacilar se acercó a la cama sin ocultar la satisfacción que le daba verlo en ese estado.—Qué bajo has caído… —murmuró con frialdad y alejó despacio la máscara de oxígeno de su rostro.Los ojos de Alberto se abrieron de golpe, el pánico reflejándose en ellos mientras luchaba por respirar. Javier se inclinó cerca del oído de Alberto para susurrar:—Cada centavo que tenías, cada conexión, todo se ha ido. Y adivina quién lo hizo —susurró con una sonrisa cruel curvando sus labios—. ¿Creíste que jamás enfren
Andrea tuvo que presionar la mano contra su pecho para tranquilizar su corazón desbocado. La colonia de Javier en su chaqueta aún se mantenía presente y no pudo evitar inhalar con fuerza y disfrutar del aroma varonil.Y cerró los ojos, reviviendo el momento en que sus labios casi se encontraron, y un fuerte escalofrío recorrió su espalda.«¿Qué estás haciendo, Andrea?», se regañó mentalmente, sacudiendo la cabeza. No podía creer que sus emociones se volvieran incontrolables al tener a Javier tan cerca y aunque quería echarse a llorar por la intensidad de las mismas, sonrió como una estúpida tras la puerta cerrada. No se atrevió a constatar si se había ido y casi corrió a su apartamento, sintiendo como si flotara, como si el tiempo no hubiera transcurrido desde que chocaron la primera vez en el patio de su casa. Al entrar, se dejó caer en el sofá, hundiendo el rostro entre sus manos, con una sensación de anhelo, envolviéndola en un abrazo fantasma que amenazaba con derribar todas sus
El ronroneo del motor se mezclaba con la música que inundaba el auto mientras Andrea observaba las luces de la ciudad desdibujarse en la ventanilla. Sara, con una mano en el volante y la otra tecleando en su celular, frunció el ceño.—Andrea, lee esto —ordenó, lanzándole el teléfono.Con dedos temblorosos, Andrea desbloqueó la pantalla y leyó: —Código rojo. En el As de copas. ¡Ahora!—¡Carajo! —exclamó Sara y pisó el acelerador, cambiando de carril con brusquedad. Una sinfonía de bocinazos e insultos quedó atrás. —¡Por Dios! ¿Quieres matarnos? —gritó Andrea, sobresaltada y se aferró al tablero y al asiento como pudo. —Es una emergencia —respondió Sara sin mirarla—. Una amiga tiene problemas.—Me di cuenta, pero si sigues conduciendo como poseída, las de la emergencia seremos nosotras. ¡Sara, tienes un hijo, cielo santo!Andrea notó que se alejaban demasiado de la zona comercial y por el aspecto que tenían las calles que cruzaban, era peor y más peligroso que donde vivía. Se removi
El teléfono de Andrea vibró en su bolsillo por enésima vez. Otro mensaje de Alberto. Lo ignoró, como había hecho con la llamada perdida de la noche anterior, porque no pensaba volver a verlo en su vida. Su mente estaba muy ocupada con el presente y no quería dedicarle más tiempo a eso. Cuatro horas en auto era suficiente para imaginar una escena donde abría la puerta del acompañante y empujaba a su hermana mayor a través de ella. —No me mires as. Me asustas. Te pones como Efra cuando está planeando algo malo —dijo Sara lanzándole el cojín cervical que estaba usando. —¡Cállate de una vez! Y no me lances... —El objeto voló de vuelta, golpeando a Andrea en la cara con un satisfactorio “plof"—, cosas. La risa no la dejó continuar, pero Sara se le quedó viendo.—¿Qué? —preguntó confundida. —Me gusta verte reír. Pensé que después de todo lo que te pasó, pues... ¿Irás a verlo? Si quieres te acompaño.El buen humor de Andrea se evaporó al instante.—Entre él y yo ya no hay nada que habl
Andrea se apartó del abrazo de su padre, aun con el nudo en su garganta amenazando con ahogarla mientras sus ojos se encontraban con los de Sara, quien fingió estar absorta en la pantalla de su teléfono.El movimiento captó la atención de Efraín, quien se interpuso en su camino, su mano grande y cálida envolviendo la de ella.—Andy, hablemos… —susurró Efraín sin soltarla. Sus ojos se desviaron hacia Javier, que dio un paso hacia ella como si quisiera intervenir.—Mira, no quiero discutir —susurró—. Te prometo que solo vine a despedirme de papá y me aseguré de que la prensa no nos siguiera. Cerró los ojos, esperando la explosión de Efraín. El silencio que siguió fue casi peor. —Sabía que venías. Sara me llamó —dijo finalmente Efraín, pasándose una mano por el cabello en un gesto nervioso que Andrea reconoció de su infancia—. Hablemos, por favor...Andrea miró a Sara, haciéndole saber que tenían una conversación pendiente.Ella le sacó la lengua de forma infantil y se volteó hacia su