31. Desaparecida

Javier se quedó atónito cuando Cassandra irrumpió en su habitación de hotel sin avisar. Ethan Hunter, su escolta de mayor antigüedad, encogió los hombros antes de cerrar la puerta y quedarse fuera.

Javier sacudió la cabeza. Su hermana tenía un don especial para dejarlos sin palabras. Y aunque sabía que sucedió algo entre ellos, prefirió no ahondar en el tema al verla continuar con su vida.

—¿Dónde estuviste? —preguntó Cassandra, con reproche —. Te esperé toda la noche en el restaurante y no te dignaste a responder mis mensajes.

La mirada de Javier se suavizó.

—Lo siento, Cassy. Tuve una reunión que se prolongó. Y, para ser honesto, no me pareció apropiado mezclar trabajo y placer.

Cassandra se acercó a él, entrecerrando los ojos y escudriñando el rostro de su hermano.

—¿Por qué tantos rodeos?

—Eso no es justo, Cassy. Sabes que siempre estoy dispuesto a pasar tiempo contigo. Solo… —Javier dudó, buscando las palabras adecuadas, pero no las encontró de inmediato.

Cassandra suspiró y se
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