31 Brincos.

El primer impulso de Dasha fue tratar de ponerse en pie, algo que no logro hacer ya que Lukyan la sujeto de los brazos y la presiono contra el colchón, viéndola con advertencia.

— Suéltame, debo ir con Vladimir… — comenzó a quejarse y es que en su mente y corazón solo había una persona, su hijo, lo demás no importaba, y eso lejos de molestar al rubio, lo hizo sonreír.

— Tu deberías preocuparte solo porque nadie te vea desnuda. — la pelinegra abrió su boca para hacer el obvio reclamo, pero Lukyan deposito un casto beso en ella y salto fuera de la cama. — No te preocupes por nada cariño, este es nuestra hogar, mientras Vladimir y tu estén aquí, nada les pasara, confía en nuestra gente, somos los Neizan, somos los dueños de Rusia. — la calentaba de sobremanera verlo tan confiado, coqueto e incluso divertido, mientras se colocaba el pantalón de algodón que en algún momento de la noche había quedado tirado en algún lado.

— Ten cuidado. — pidió con verdadera preocupación, pues si algo le su
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