Capítulo 2: Juego de los gemelos

La duda se apodera de mí, porque incluso para sus padres diferenciar a los gemelos es complicado. Por lo que, miro detalladamente la ropa que hay a nuestro alrededor y sonrío al ver que si es Noah.

— Tonto, por poco creo tu broma, no seas así, Noah. Por poco me da un infarto.

— ¿Te molesta si no es una broma? — pregunta Noah mostrándome esos hoyuelos de la perdición.

— Claro que va a molestarme, soy tu novia, es lógico que no esté así con mi cuñado.

— Entonces, ¿Por qué no estuviste así conmigo antes? ¿Acaso no te excitaba antes?

Solo cuando me pregunta eso, es que recuerdo que el dolor que siento en mi entrada, es debido a su polla. Una que no había sentido hasta ahora aunque tenemos un año de relación.

— Sabes porque no lo hacía.

— Refréscame la memoria, mientras entro en lo más profundo de ti. — dice Noah causando cosquillas en mi cuello, por su aliento golpeando esa piel que por su culpa ahora está sensible.

— ¿Qué te pasa, Noah? Siempre has respetado lo que pienso y no haces este tipo de bromas. — digo y él besa mi cuello, lanzando una descarga eléctrica que me hace gemir aunque intenté no hacerlo.

— ¿Qué te pasa, Marcela? Nunca habías gemido cuando te daba un beso. — Dice Noah y yo me ruborizo sabiendo que lo que dice es verdad.

‘¿Qué te sucede, Marcela? No has bebido alcohol para culparlo’ me digo mentalmente.

Mientras peleo con mi mente por lo que estoy haciendo y no es correcto, Noah entra de un solo movimiento tan profundo en mí que gimo y grito mientras mi cuerpo cae sobre la pared.

Es entonces que me doy cuenta de que no estoy sobre la cama, si no que, estoy encima de un escritorio donde varias consolas se caen cuando mi cuerpo se estremeció por la penetración que no creí posible.

Lagrimas caen por mis mejillas, ante el dolor que siento, pero, la invasión y como esa parte de mi cuerpo palpita tanto hace que no me sienta tan molesta por lo que mi novio hizo aprovechándose de ese momento de distracción.

— ¡¿Qué rayos…?!

Antes de poder hablar, sus labios se apoderan de los míos con tanta pasión que es imposible para mí poder alejarlo, él, se mueve lentamente para salir de mí y mi respiración se corta cuando vuelve a invadirme con tanta fuerza que yo me aferro a mis brazos mientras llamo un nombre que no es.

— ¡Nick! — digo en un gemido y eso hace que él se descontrole, atacándome con tanta fuerza que todo a mi alrededor se cae mientras yo intento aferrarme a algo que me impida perder la razón.

— Eso, nena, llámame, poque soy yo, Nick, Tu único dueño, cuñada. — dice él y yo intento cubrir mi boca y no gemir, pero, sus ataques son tan salvajes que debo detenerlo primero antes de perder la razón.

— Más despacio, por favor, duele. — susurro sin saber cómo fue posible para mí equivocarme tanto y justamente con mi cuñado, el promiscuo.

Lágrimas caen por mis mejillas sabiendo que no hay manera de que esto sea un sueño, porque si lo fuera, no sintiera tanto dolor y placer ni mucho menos, me mojaría por algo que no es orina.

El hombre que me agarra de la cintura para chocar con fuerza contra mi cuerpo, suda tanto que puedo ver como su camisa se torna traslucida por el sudor, entonces, es ahí donde veo los tatuajes que cubren su pecho, hombro y brazo derecho hasta su codo.

No hay dudas, es Nick. ¡Mi cuñado Nick! Por eso, lo abofeteo aturdiéndolo tanto que puedo alejarlo y que así saliera de mí. El enojo, me recorre a tal punto que comienzo a golpearlo desde mi lugar, porque mis piernas no responden.

— ¡Eres un maldito desgraciado! — grito y él de inmediato me muestra la sonrisa burlona.

— Ya te había dicho quién era, no es mi culpa que no me creas. — dice Nick mientras yo maldigo por no haberlo diferenciado mucho antes.

La habitación está oscura, pero, esa oscuridad rápidamente cambia por una luz que me revela lo peor: estoy en la habitación de Nick.

El hombre que se supone que debo respetar, está frente a mí, con su cabello desordenado, sus pantalones hasta la mirada de sus muslos, su polla húmeda por mi líquido y su camisa blanca pegada a su cuerpo casi traslucida por el sudor.

Si soy honesta conmigo, la vista es hermosa, pero, no puedo disfrutar algo así, cuando es mi cuñado quien está frente a mí y no mi novio.

— ¡Nick! ¡¿Has visto a Marcela?! — grita Noah golpeando la puerta de la habitación de su hermano.

Las lágrimas caen por mis mejillas, al comprender que el hombre que vi follando hace poco era mi novio y no mi cuñado y que quien me acababa de quitar la virginidad era exactamente Nick y no Noah.

— ¿Para que la buscas? Yo te vi follando increíblemente con mi novia — dice Nick y yo comprendo lo que ha hecho.

Se ha vengado. Su hermano tomó a su novia y él tomó la suya, entonces, yo fui la usada por su retorcida mente.

— No molestes, estuvo buena pero, no como tus otras novias. — dice Noah y yo cubro mi boca para no gimotear por el llanto que se intensifica.

— Si Marcela se entera que yo soy quien atrae las presas, pero, tú eres quien se las come, se moriría.

Mi pecho duele, al comprender que he quedado en manos de unos gemelos, entonces, el deseo de tomar mi ropa y marcharme, es más grande que la falta de fuerzas en mis piernas y es por eso que me bajo de donde me encuentro para tomar mi ropa completamente arruinada.

Como lo esperaba, caigo de rodillas y eso hace que me gire al saber que mi trasero ha quedado expuesto a uno de los retorcidos gemelos, por eso, apenas me giro, veo la mirada de deseo, su polla más dura y su sonrisa que parece una burla para mí.

— Daría todo lo que tengo por tener esa hermosa vista todos los días de mi vida. — susurra Nick

— Deja de decir tonterías y dime si la has visto. — dice Noah, recordándome que no estamos solos.

— Entra y te lo diré. — dice Nick y yo entro en pánico cuando el pomo de la puerta se mueve, entonces, todo se vuelve negro para mí.

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