Ethan. Después de enterarme que sería padre, le pedí un tiempo a Liz para pensarlo. No planeaba abandonar a mi bebé, eso era seguro. Habían pasado unas dos semanas de ese encuentro, y yo decidí comentárselo a mis padres en horas de la cena.Aunque, ya tenía claro lo que me iban a decir: debes casarte con ella, Ethan. —¿Estás bien? Te noto un poco tenso —preguntó mamá, ella me conocía mejor que nadie. Yo deslicé mis manos por encima de mi pantalón para quitarme el sudor. Estaba nervioso porque no imaginé que me sucedería algo así, como al propio adolescente sin control. —T-tengo que darles una noticia que puede s-sorprenderlos —hablé, apretando los labios. ¿Por qué era tan difícil que mi lengua se enredaba? Mamá picó un trozo de pollo asado y se sirvió en su plato, hizo lo mismo con papá. —Cuéntame, ¿ya has conseguido a una mujer? —interrogó mi viejo, dejando de lado su celular. Su mirada se clavó en mí. Ni ellos, ni el mundo se habían enterado de la aparición de Lilia. Supus
Chris. —¿Y bien? ¿Está todo listo? —le pregunté a Elisa. —Bebidas, aperitivos, música, entre otros —Anotó en una lista que tenía en sus manos—. No falta nada. Estaba en el bar junto a ella y otros cabecillas que encargué para que descargaran los camiones con todo lo que usaríamos en la fiesta. —Perfecto, ¿el barman qué carajos hace que no llega? —Moví el pie repetidas veces—. Deus también se está tardando. —¿Por qué no nos relajamos un poco tú y yo? No hemos descansado nada —habló, mordiéndose el labio. La mujer caminó a pasos lentos y con una pose sensual hasta mi posición. Se bajó más de lo normal el escote, y yo volteé mi rostro haciendo una mueca de asco por verle las tetas. —Deja de actuar como una zorra, Elisa. —¡¿Por qué ahora me llamas así?! —refutó, avergonzada. Subió de nuevo su escote y cubrió ambos pechos con sus brazos. No sabía cuándo iba a cansarse de estar detrás de mí, si ella bien sabía que yo era un hombre comprometido y fiel a mi mujer. —Es la visión que
Chris. —Por suerte, usó una pequeña dosis en la bebida o pudo haber sido mortal para ti, Chris, ya que mezcló diferentes sustancias —informó Deus. Yo había sido atendido por el médico esa mañana y habían logrado sacar el medicamento de mi cuerpo después de varias horas con un suero. —No voy a perdonarla por esto. Acomodé mi saco. Iba a buscar a Lilia porque se le haría un juicio a Elisa esa tarde por lo que hizo. Cabía resaltar que no sería nada legal como tal, la misma familia Benett iba a juzgarla y Deus tomaría la decisión final. Nunca se perdonaba a los traidores, era una pena de muerte segura. Simplemente hacíamos el juicio para que todos entendieran que la traición no era un juego, y para decidir cómo iba a morir el culpable. —¿Crees que me ablandaré? —bufó, negando con la cabeza—. Tal vez me acosté con ella en el pasado, pero no le perdonaré la vida a alguien que trató de violarte, hermanito. —Cállate, Deus. Me haces sentir un inútil por esas palabras —Salimos de mi ofi
Lilia. Elisa estaba muerta, y no le di tanta importancia. Me estaba acostumbrando a ese mundo y ya el horror no me atormentaba como antes. Gracias a Deus, había aprendido a defenderme sola y por supuesto, a disparar un arma. El último día de mi entrenamiento, pegué cada bala en la cabeza de los muñecos de cartón. Estiré mis brazos. Estaba esperando a Samira porque ambas íbamos a arreglarnos. El día de la fiesta había llegado y yo estaba emocionada porque ella también iría. La puerta se abrió. —Sigo pensando que es una mala idea —habló, llena de arrepentimiento. —Ya escogí el vestido que usarás —sonreí, agarrando la prenda que reposaba sobre la cama—. El color verde te quedará perfecto. —Estoy muy nerviosa, ¿sabes? Será la primera vez que salgo de la mansión sin mi uniforme —confesó, sentándose en el sofá. —Tranquila, yo estaré a tu lado. Después de dos largas horas de arduo trabajo para cambiar por completo a Samira, lo logré. El vestido se pegaba tanto a su cuerpo, que me
Lilia. Moví mi cabeza al ritmo de la música. Tomé un sorbo del trago que pidió Deus y terminé tosiendo como loca por lo caliente que fue.Mi garganta picaba. Necesitaba ir por un poco de agua, y vi que la barra no quedaba lejos. Deus seguía bailando con Samira, no quise interrumpirlos. Me levanté para ir a la barra y sentarme en una de las sillas disponibles. Apoyé ambas manos sobre el mesón. —¿Desea algo? —preguntó el barman. —Agua, por favor. Es urgente —hablé con la nariz arrugada. El hombre asintió y me sirvió un vaso que me bebí en segundos. Por fin, estuve más aliviada después de eso. —Hola, señorita, ¿qué hace tan sola en un lugar como este? —cuestionó una voz desconocida. Me giré a verlo. Un hombre gordo y con las mejillas infladas se había sentado a mi lado. Sus lujuriosos ojos estaban clavados en mí, me hizo sentir incómoda y asqueada a la vez. Fruncí el ceño. Su papada ocultaba gran parte de su cuello, y una porción de su barriga se salía de su camisa por la parte
Lilia. No sabía bailar ese tipo de música, pero por Chris hacía lo que sea. Lo pisé unas cuantas veces, y él solo se burló de mí. —No te voy a juzgar, nunca te enseñé a bailar. —Tampoco eres mi papá. Y solo aprendí el vals. Tenía que admitir que ese ambiente a veces me hacía sentir incómoda por las vulgaridades de la gente. En serio, ¿quién en su sano juicio se desnudaría por completo? Podía jurar que estaban teniendo sexo a lo lejos, donde un grupo de personas formaron un círculo y taparon la visión. —Te compré un celular —comentó, dejándome en shock. ¿Un celular? —¿Y qué carajos pasó con el mío? —indagué, consternada. Pensé que lo tuvo todo ese tiempo, pero por lo visto no fue así. Chris ladeó una sonrisa piadosa y se rascó un poco la nuca cuando nos detuvimos. —Lo rompí cuando te secuestré —confesó, llevándome a la barra. Se sentó conmigo. —¡¿Lo rompiste?! Ay por Dios... Tenía todos mis libros virtuales ahí —Me mordí una uña. Y sí, mi dinero era suficiente para comprar
Lilia. El hombre logró sacarme del bar con facilidad. Ni siquiera el guardia en la puerta me reconoció al salir, estaba temblando por el miedo de ser secuestrada una segunda vez. Una peor. Viktor nunca sería tan amable como lo fue Chris, eso era obvio. Su mirada criminal lo decía todo. Además, el agarre de su mano estaba apretando tanto mi muñeca, que se marcaría luego por mi pálida piel. El viento nocturno golpeó mi cabello, moviéndolo de un lado a otro. —Estamos listos, ¿se aseguraron de cubrir todo? —Le habló a otros hombres que se acercaron a él.Supuse que eran sus secuaces. Chris, ¿dónde estabas? Me mordí el labio por la impotencia al saber que se saldrían con la suya esta vez. Nadie iba a rescatarme, así que tenía que encontrar la manera de salvar a mis padres y huir. —Sí, jefe. Aunque... No pudimos desactivar las cámaras de seguridad —Uno de ellos se inclinó, aterrado. —No sirven para nada. —¡Lo intentamos! —exclamó el otro, casi de rodillas. —No importa. Necesito q
Chris. —¡Se cancela la fiesta! —hablé por el megáfono. Busqué a Lilia por todos lados y no la encontré. Logré sacar a todos los invitados del bar sin darle importancia a las quejas. Mi ceño estaba constantemente fruncido por la impaciencia. Sabía que algo le había pasado, y solo la dejé sola durante diez minutos. Agarré al barman por el cuello de su camisa y lo asesiné con la mirada. —¿Cómo carajos me vas a decir que no viste con quién se fue? —cuestioné, mordiéndome el labio. Quería romperle la cara. En vez de eso, golpeé su rostro contra el mesón hasta que salió sangre de su cabeza. Estaba tan desesperado que iba a matarlos a todos si nadie me daba una respuesta. —¡D-deténgase! ¡P-por favor! —suplicó, con los ojos llenos de lágrimas—. ¡No sé nada! —¡Chris! ¿Qué demonios pasa? —La voz de Deus me devolvió a la realidad. Estaba volviéndome loco. Iba a perder la cordura si no encontraba a Lilia esa misma noche. ¿A dónde pudo haber ido sola? Me prometió que se quedaría sentada