—¿No estás saltando de alegría? —preguntó Sophie, su mirada se iluminó.Oh, sí, era genial ser acusada de envenenar al jefe de la mafia más peligroso y estar rodeada de potenciales enemigos. Sentí que me desvanecería si seguía pasando por estos nervios tan frecuentes.—Sí, por supuesto. —fingí, era la reina de la mentira.—Yo la acompañaré a buscar un disfraz perfecto. Tengo una idea. —Sam me empujó levemente a un costado.Eso me hizo sentir atacada. No quería ir con ella. Maldita sea, me estaba tratando de leer la mente.—¿Un disfraz? —pregunté, con la duda plasmada en mis ojos.Esta libertad no era buena, no para mí, porque todo era peligroso aquí. Ahora, podían estar sospechando de mí. Sam era la peor de las compañías para mí, deseaba estar en cualquier parte menos con ella.—Sí, se me ocurre algo. Podemos hacer una fiesta de máscaras. Allí, podría pasar cualquier cosa … No podremos saber quién es quién… —ella sonrió, con suspicacia. —Tendremos que adivinar.—Lo permito. Será diver
Objetivo. Pensé, sin parar. Un sinfín de sensaciones que se multiplicaban por mi cuerpo.Jamás, en toda mi vida, creí que mi vida estaría tan colmada de placer.Sophie colocó unas hojuelas especiales en cada una de las máscaras. Me acerqué para ver de qué se trataba. Yo ya había sido prácticamente envenenada con esta cosa que Sam se atrevió a usar. Debía cerciorarme de que no me daría otra cosa extraña que podría matarme.—¿Qué es eso? —pregunté, al tiempo en que acariciaba lentamente su cabello.Ella arrugó la nariz en una mueca divertida, relajada. Luego, soltó una risita.—Son para los ojos, para colocar en el centro del antifaz. Es un velo oscuro para que la diversión será mayor. Esta noche se romperán todas las reglas. —guiñó un ojo y apretó los labios, con suspicacia.—Debo saber… ¿Daemon no se dará cuenta si yo pierdo…? Ya sabes. —me encogí de hombros, tratando de disimular un poco mi virginidad entre toda esa gente allí.La verdad, me preocupaba demasiado que el regresara y me
El mundo de la seducción era un terreno peligroso de explorar. Aunque aquí, las libertades eran amplias, las sumisas tenían una orden clara, en la mansión debían obedecer a sus dueños.Por ello, me quedé helada al ver que Eduard caminó hacia Sam, cuando la música cesó.El tiempo pareció detenerse. La música se cortó dejando un silencio devastador y penetrante. Miré a Eduard, estaba un poco pálido y se notaba que había tenido una descompensación. Eso no lo hacía ver menos molesto.El infierno ardía en sus pupilas.Al detenerse el ruido, Sam contempló como Eduard la estaba mirando.—Al suelo. —Fueron sus palabras, repitiéndolas para que ella obedeciera.Sam comenzó a llorar. El sollozo que soltó me hizo sentir mal, una punzada de culpa que se fue transformando en dolor de estómago.Me sentí desnuda, en medio de todo este caos. No sé porque, pero volví a sentirme como un ratoncito en medio de las bestias. Supongo que era porque por fin estaba viendo la verdadera naturaleza de un mafioso.
Al escuchar sus palabras me sobresalté de inmediato. Una amarga decepción fue calando mis huesos. Y otra parte de mí se sintió como una completa idiota. Por supuesto que haría lo mismo o algo peor, si era un mafioso sin escrúpulos igual que todos allí. La única persona sensata allí era Scott. No podía confiar en nadie más que en él.La ira fue dominándome. Al tener la sustancia corriendo por mi sangre, fue sintiendo una falta de control muy grande.Fruncí el ceño.—¿Crees que yo suplicaría y lloraría como ella? —mi mirada fue desafiante, mis ojos sulfuraban el enojo.No podía controlarme. Al tener todo en mi interior potenciado mis sentimientos también se iban tornando caóticos e incontrolables.Su mirada de confusión fue como un elixir para mí.—¿Quieres que probemos? —preguntó, más desafiante todavía.Sonrió. Parecía como si para el solo fuera un juego. Me levanté del sofá. La capa cayó al suelo y no me importó en absoluto llevar solo ese vestido translucido.—No lloraré. —dije, mir
—¿Qué demonios quieres? —preguntó Daemon, gritando hacia la puerta sin abrirla.Yo estaba encima de él, toda mi desnudez brillaba y el seguía acariciándome por muy molesto que estuviera de la interrupción.Sus ojos brillaron cuando me miró. Vi algo en ellos, algo indescriptible. Sentí que mi estomago cosquilleaba y la sensación de calor se transformó en emoción.No, no era amor. Teresa, deja de pensar en esas tonterías. Un mafioso no puede sentir amor. El solo me ve como a una esclava con la cual puede entretenerse y yo solo lo estoy engañando para descubrir la verdad sobre mi hermana.—Eduard pide la presencia de todos en la sala. —la voz era de Stella. —De los tres.Valga la aclaración. Obviamente no pediría que las sumisas estuvieran allí.Aquello me hizo volver de nuevo a la realidad. Daemon era un monstruo cruel. El me miró con complicidad, como si pudiera leer mis pensamientos.Luego, se volvió hacia la puerta, sin abrirla.—En media hora estaré allí, eso le dirás. —ordenó, con
Tuve que hacer una gran fuerza mental para controlar mi impulso de decirle algo más. Sonreí, mientras caminaba hacia atrás, buscando verme lo más natural que era posible.No quería que Sophie o alguien más notara que estaba siendo celosa de Daemon.Escuché el sonido de la puerta cerrándose estrepitosamente. Miré hacia atrás.Stella estaba pálida, con un rostro estupefacto, visiblemente molesta.—¿Qué pasó, Stella? —preguntó Sophie, sonriendo, yendo a buscarla.—Nada. Daemon no parece estar de buen humor. —se encogió de hombros, con los ojos fijos en mí.Quise sonreír por mi triunfo. Me ahorré las explicaciones y suprimí mi sonrisa.Actriz, ante todo, era una buena actriz. De todas maneras, Daemon no quiso estar con otra que no fuera yo y eso me hizo sentir de un modo extraño. ¿Por qué estaba teniendo estos sentimientos? Quería que solo estuviera conmigo y eso no tenía sentido.—Estoy segura que tendrá mejor humor más tarde. Oh, cuanto lo extraño. —Stella se mordió el labio de una mane
—No creo que sepas en lo que estás metiéndote. —Scott hablaba en un tono pausado, estaba tan cerca de mí que podía entenderlo perfectamente.Me pareció extraño que me pegara a su cuerpo para hablar. Si no hubiera escuchado las palabras de Sophie, seguramente creería que era solamente para que nadie escuchara nuestra conversación.Lo miré a los ojos, como para comprobar que eso que dijo Sophie era una tontería.Su mirada resplandecía cuando me hablaba, sus ojos brillaban de un modo que era imposible de ignorar.Antes no me había dado cuenta. Me sonrojé, dando un paso hacia atrás.Él se desconcertó. Llevaba una chaqueta de jeans y una camiseta de color negro. Entrecerró los ojos con severidad.—Lo digo por tu bien. Deja que Sam se las arregle sola aquí. —Scott utilizó un tono duro para hablar. —No quiero que te mueras con ella.—¿Ella morirá? —me apresuré a preguntar.Él se calló. El silencio me dio todo lo que yo necesitaba, todas las respuestas que buscaba. El mafioso que sería su nue
—¿Podrías hablarme sobre la velada? —pregunté, mirando a Collin con atención.Este era un día atípico en la mansión. Pasaron dos días desde que sucedió lo de Eduard y tuve que aclimatarme rápidamente. Todos actuaban como si nada, incluso Sophie y la mismísima Sam. Ella era la que actuaba con más falsedad, estaba todo el día persiguiendo a Scott. Y él se notaba visiblemente molesto.Collin se dio vuelta para mirarme. Llevaba puesto un delantal de cocina y estaba sirviendo el desayuno para Sophie y para mí. Al parecer le gustaba cocinar. Además de todo lo demás que parecía interesarle. Era una pizca de normalidad.—Ha habido cambios. —Colli sirvió mi plato con hotcakes y jarabe de maple.Sonreí, comenzando a desayunar con ánimo. Era bueno poder hablar con ellos. Comenzaba a sentir más confianza y eso me llevaría más cerca de las pistas que tenía que descubrir. Hasta ahora, no tenía mucho.—¿Qué clase de cambios? —pregunté, no quería que se olvidara, porque siguió exprimiendo el jugo de