Sentencia

El mundo de la seducción era un terreno peligroso de explorar. Aunque aquí, las libertades eran amplias, las sumisas tenían una orden clara, en la mansión debían obedecer a sus dueños.

Por ello, me quedé helada al ver que Eduard caminó hacia Sam, cuando la música cesó.

El tiempo pareció detenerse. La música se cortó dejando un silencio devastador y penetrante. Miré a Eduard, estaba un poco pálido y se notaba que había tenido una descompensación. Eso no lo hacía ver menos molesto.

El infierno ardía en sus pupilas.

Al detenerse el ruido, Sam contempló como Eduard la estaba mirando.

—Al suelo. —Fueron sus palabras, repitiéndolas para que ella obedeciera.

Sam comenzó a llorar. El sollozo que soltó me hizo sentir mal, una punzada de culpa que se fue transformando en dolor de estómago.

Me sentí desnuda, en medio de todo este caos. No sé porque, pero volví a sentirme como un ratoncito en medio de las bestias. Supongo que era porque por fin estaba viendo la verdadera naturaleza de un mafioso.
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