Investigación

Por un regalo divino, pude cenar sola en mi cuarto sin que nadie requiriera mi presencia. Busqué una bandeja con sándwiches de atún y la llevé, cerrando la puerta y quedándome a un costado de la habitación, en el suelo.

Ni siquiera quería subirme a la cama. Quería hablar con alguien que no fuera todas las malditas personas que vivían aquí. Me sentía acorralada con cada paso que daba. Solo Scott había hablado con sinceridad y él no podía hablarme o nos descubrirían. Así que estaba sola, completamente sola a merced de ese demonio cuyo nombre era Daemon.

Lo odiaba, lo odiaba tanto. Lo peor era que también lo deseaba, no podía borrarlo de mis pensamientos. Me regañé por ser tan lujuriosa, me dije a mi misma que me estaba convirtiendo en una mujer totalmente diferente. Estaba volviéndome loca.

Alguien llamó a la puerta.

—¿QUE QUIEREN MALDITA SEA? NO PUEDO ESTAR NI UN SEGUNDO A SOLAS. ¡Lárguense!

Eso solo sonó dentro de mi cabeza. Tuve que hacer silencio, ponerme de pie y sonreír. Mi teatro
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