El corazón de un gángster

El beso duró unos segundos nada más, pero en mi mente, se repitió infinitas veces. Nos separamos para cada cual seguir con la farsa. Él se quedó en su estudio, porque tenía que analizar más papeles.

Me quedé en mi habitación, leyendo lo que me había entregado. Cartas, eran cartas, no era cualquier papel. Pensé que sería un documento o algo así.

Reconocí la letra de mi hermana.

Apreté los puños por el dolor que esto me provocó. Sentí un escalofrío recorriéndome de pies a cabeza. Una lágrima rodó por mi mejilla sin que pudiera evitarlo.

—Estoy más cerca… —dije, en mi mente, como una promesa. —Pronto saldrá a la luz la verdad.

Las cartas no decían mucho. Eran prácticamente un intercambio amoroso de palabras poéticas. Como un juego, se notaba que iban dirigidas a Eduard. Me pregunté si en realidad ella lo apreciaba.

No lo quería creer, mi hermana no se enamoraría de alguien así.

Algo dentro de mí me dijo que me estaba comportando como una hipócrita. El nombre de Daemon no salía de mi cabe
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