La dama

Scott trataba de resistirse, de negarse, una parte de él quería apartarme. Pero otra parte, demasiado fuerte, quería hacerme suya. Lo veía en sus ojos.

El amor era inconfundible. Le estaba partiendo el corazón, jugaba con él, lo usaba para llegar a la verdad.

No quería sentirme mal. Haría lo que fuera por descubrir al asesino.

Sam estaba frenética también, ahora que Scott casi estaba por penetrarme. El sonido de la puerta se escuchó violentamente.

—¿Qué haces tú aquí? —preguntó Sam, algo fastidiada.

Me volteé para ver al que nos había interrumpido. Allí estaba, Claire, con el cabello revuelto. Me sorprendí de su presencia.

—Quiero mirar. —dijo ella, con los ojos fijos en mí.

Scott aprovechó el momento de tensión para irse a un costado. Se colocó rápidamente los pantalones. Miró a Sam con severidad.

—No quiero. Ya te lo he dicho. —su tono era cada vez más severo.

Sam puso los ojos en blanco. Observé a Scott con atención. No comprendía porque se resistía a follarme. Quizás fuera porque
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