El coraje

Mis pies parecían hacerme flotar por los pasillos, mientras corría, sin respirar siquiera, el miedo me apretaba el cuello. Me sentía asfixiada.

—¿Qué es lo que he hecho? Dios mío… —empecé a sollozar, sin dejar de correr.

Estaba desesperada. Cuando llegué a la habitación de Daemon, el primer lugar donde nos vimos cuando llegué, me desplomé contra la puerta.

Trabé la puerta con un sofá que arrastré por el suelo. Necesitaba estar un poco resguardada al menos.

Dejé el arma sobre una de las mesas pequeñas que estaban a mi lado. Caí al suelo, sobre la alfombra, sollozando sin parar. Las lágrimas eran ardientes sobre mi piel.

Había matado a dos personas. Estaba segura de que los tipos estaban muertos porque de lo contrario, me hubieran perseguido.

O si estaban vivos, en una ínfima posibilidad, morirían desangrados por la falta de atención médica.

No sabía qué hacer. Tiritaba, acurrucada en el suelo. Cerré mis ojos y me quedé así, sin hacer más, sin querer siquiera pensar en las consecuencias
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