Aquel día el médico había comenzado su charla dándole la noticia de su leucemia y lo mucho que le preocupaba, pues parecía avanzar muy rápido. Por varios minutos, Alicia se sentó a escuchar sobre un panorama terrible y casi imposible de superar, pero ella estaba decidida a seguir adelante. Aunque las probabilidades estuviesen en su contra, no se iba a dejar vencer, confiaba en que Mark la apoyaría y que incluso si las cosas terminaban mal, él estaría con ella hasta el final.
– Hay una situación que complica todo –le aseguró el médico. Alicia lo miró confundida.
– ¿Qué sucede? –el doctor suspiró intentando agarrar fuerzas para darle aquella noticia. Había tratado a Alicia por años y conocía bien su historial, sabía que lo que le diría le afectaría más que todo lo demás que ya le había dicho.
– Estás embarazada –soltó finalmente.
La respiración de Alicia se cortó en ese momento. No podía creerlo. Durante los 5 años que llevaba casada, había intentado de todo para embarazarse y no había sido posible. Intentó cada tratamiento y medicina que encontró. Desde las convencionales hasta las alternativas e incluso, las más extrañas posibles. Todo lo que le decían, ella lo probaba, no descartaba ninguna opción porque deseaba mucho tener un bebé y había luchado tanto por ello que ahora le parecía una cruel broma del destino que ocurriese cuando estaba enferma. Una idea apareció de golpe en su cabeza, un pensamiento que le destrozó el corazón.
– No puedes tenerlo –dijo el médico confirmando sus mayores temores.
– No me harás perderlo –susurró Alicia dejando caer algunas lágrimas.
– Lo lamento, pero es demasiado riesgoso.
– Sabes muy bien cuanto tiempo he querido tener a este bebé. Sabes todo lo que he intentado para lograr quedar embarazada. No me puedes decir esto ahora.
– Lo sé –exclamó con amargura– pero no puedes recibir el tratamiento para la leucemia estando embarazada y si no te lo doy, pues… ni siquiera sé si podrás sobrevivir esos 8 meses que restan.
– Lucas –el hombre se sorprendió. Por más años que llevase conociendo a Alicia, ella nunca lo había tuteado– entiendo los riesgos, pero no voy a matar a mi bebé. Saldré adelante. Mark y yo hemos deseado tanto tener un hijo que estoy segura que cuando se lo diga, él me va a apoyar. Estará ahí para mí y… –calló un momento sin poder controlar el nudo en su garganta– si yo muero, pues… me iré feliz sabiendo que él no estará solo, tendrá a nuestro bebé para que lo acompañe.
– Alicia, no digas locuras, por favor. Esto es serio. Por más agresivo que sea el cáncer, aún podemos tratarlo, todavía hay posibilidades de que puedas superarlo, pero debemos actuar rápido.
– ¡No! –exclamó firme. Lucas se asustó ante aquella reacción– No lo haré. No acabaré con la vida de mi bebé. Incluso si eso significa poner en riesgo la mía.
Alicia había salido de esa reunión decidida. Estaba asustada por el terrible panorama, pero al mismo tiempo, estaba segura de lo que haría. Quería tener a su bebé y confiaba en que Mark apoyaría su decisión. Él sabía todo lo que ella deseaba ese bebé, pues él también lo deseaba tanto como ella. De hecho, esa era la razón por la que su matrimonio se había estado deteriorando. Lo habían intentado por tanto tiempo que ya estaban decepcionados y él comenzaba a alejarse de ella, pero Alicia estaba segura que en cuanto él descubriera que ella estaba embarazada, las cosas cambiarían, todo mejoraría y él la apoyaría como siempre lo había hecho. Lamentablemente las cosas no habían salido como ella esperaba y tras descubrir la infidelidad de su esposo, todo había cambiado.
– ¿Se lo dirás? –preguntó Isabel durante su reunión de amigas.
– No –susurró negando con la cabeza.
– No creo que eso sea correcto, deberías decírselo, está en su derecho de saberlo –expresó Camila. Alicia la miró pensativa.
– No puedo, tendré que decirle también lo de mi leucemia y todo lo que está pasando y… no puedo. No quiero –aclaró.
– ¿Cómo se supone que debo actuar cada día frente a él sabiendo todo esto? –exclamó Isabel –por más idiota que sea, sigue siendo mi socio y peor aún, también es mi primo, así que no puedo simplemente dejarle de hablar –dijo molesta. Alicia la miró pensativa.
– Lamento ponerte en esta posición. Es solo… no lo sé… realmente no quiero lidiar con él, con esa familia que no me quiere y... con esa mujer.
– Lo entiendo –repuso Isabel suspirando con pesar. Se mantuvieron en silencio unos segundos, cada una sumida en sus propios pensamientos– ¡¿Por qué Mark tenía que ser un completo imbécil?! –exclamó frustrada.
Los días pasaron entre conversaciones con sus amigas y el proceso de divorcio. Alicia intentaba mantener el buen ánimo y seguir adelante con su vida, pero en ocasiones se le hacía increíblemente difícil. Estaba bastante mal de salud y a veces creía que su médico tenía razón en que posiblemente ella no llegaría al final de su embarazo. Eso la preocupaba demasiado porque esperaba al menos lograr ver nacer a su bebé.
Alicia se miró en el espejo en uno de esos días en que se encontraba sola en casa. Había estado vomitando toda la mañana y se sentía terrible. Observó su reflejo. En los últimos días su cuerpo había estado cambiando, pero a diferencia de lo que hubiese esperado, no era para mejor. Aún no se veía su vientre crecer, pero su piel lucía pálida y estaba ojerosa. Su enfermedad iba avanzando rápido. Sentía ganas de llorar.
Permaneció de pie frente a aquel espejo detallando cada parte de su cuerpo. Suspiró en el momento en que sus ojos se posaron sobre su pequeño defecto. Ella había nacido con Coloboma de iris en su ojo izquierdo, esto hacía que faltara una parte de su iris y por tanto, fuese muy sensible a la luz, tuviese una visión algo borrosa en ese ojo y sufriera fuertes dolores de cabeza en los días soleados, pero en general, no le causaba demasiados problemas a excepción de la actitud de su ex marido, pues con los años, a él le había comenzado a molestar ese defecto que lucía como una mancha en su ojo y había empeorado su disgusto al punto en que en los últimos meses, la estaba obligando a usar lentes oscuros cuando salían en público para que nadie lo notara.
– A él solía gustarle –le dijo a su reflejo en el espejo– él decía que se veía bonito ¿Cuándo comenzó a odiarlo? –se preguntó en un susurro con tristeza. Aquella pregunta hizo que su mente se perdiera entre los recuerdos.
Tenía tan solo 13 años cuando conoció a Mark Vitolli y ese había sido un día terriblemente triste para ella. Era el funeral de su madre. Su progenitora había muerto de cáncer, de la misma manera en que lo había hecho su abuela. Aquel terrible historial había abrazado a su familia por largo tiempo y parecía que Alicia tampoco había podido escapar de ese destino. Siempre le atemorizó aquella enfermedad a la que ahora tenía que enfrentarse, pero esperaba que Mark estuviese con ella, pues él había aparecido en su vida en el primer encuentro que había tenido con aquel mal.
El padre de Alicia trabajaba para el padre de Mark, por lo que al morir la madre de ella, aquel señor había asistido a dar el pésame a su empleado y por alguna razón, había decidido que su hijo debía acompañarlo. En esa tarde nublada y triste, Alicia había conocido al joven que cambiaría su vida. Ella lloraba desconsoladamente escondida entre los arbustos cuando el chico de 17 años se acercó.
– Las cosas se pondrán mejor, ya verás –le había dicho aquel muchacho que parecía querer animarla.
– ¿Cómo puedes decir eso? –preguntó Alicia entre sollozos, no creía posible que algo se pudiera llevar su tristeza.
– Yo también lo viví –confesó el joven con melancolía sentándose a su lado. Alicia lo miró sorprendida– ese dolor apesta, lo sé, pero seguirás adelante –le aseguró.
– ¿Tu madre también…? –ni siquiera pudo terminar aquella frase.
– Sí –afirmó en voz baja– yo era más pequeño que tú. No es algo fácil de entender y menos de afrontar –expresó mientras su mirada se perdía en el vacío.
Alicia lo observó por un momento. Era un chico bastante apuesto. Cabellera oscura, ojos claros y un estilo que parecía sacado de una revista de moda. Él volteó a verla y le sonrió. Ella no pudo evitar dejar salir una sonrisa cuando se perdió en esos ojos azules. Él se acercó más y con su dedo pulgar, limpió una pequeña lágrima que se escapaba para correr por su mejilla.
– Que bonitos ojos –le había dicho. Ella giró el rostro avergonzada. Él, entendiendo lo que ocurría, la tomó de la barbilla con delicadeza y la hizo mirarlo de vuelta– me gustan –exclamó– ese detalle en ellos hace que sean únicos y hermosos.
La sonrisa que se dibujó en el rostro de Alicia fue enorme. Mark también sonrió con cariño. Se miraron por unos segundos hasta que una voz los regresó a la realidad. El padre de Alicia la llamaba.
– Todos te están buscando –le susurró Mark– aunque creo que yo fui el único que logró encontrarte –sonrió.
– ¿Cómo supiste que estaba aquí?
– Yo también me escondí aquel día. Quería estar solo y hacer que el mundo desapareciera –confesó– así que luego de dar una vuelta por la propiedad, me pareció que este era el sitio correcto para alguien que quería esconderse –Alicia sonrió– pero no puedes quedarte aquí para siempre.
– Quisiera hacerlo.
– Lo sé y quizás si puedas, pero no deberías. No es lo que tu madre querría. A ella seguramente le gustaría que siguieras adelante y fueses feliz –Alicia reflexionó un momento aquellas palabras y luego asintió de acuerdo.
– Está bien –dijo limpiándose las lágrimas con las manos.
– Ven –exclamó poniéndose de pie y ofreciéndole su mano para ayudarla a levantarse. Ella aceptó con una sonrisa.
Ambos regresaron a la sala donde estaban los adultos reunidos y Alicia corrió a los brazos de su padre. Él agradeció a Mark por ayudar a encontrarla y de igual manera a su padre por acompañarlos ese día. A partir de ese momento, aquel joven se convirtió en la mayor ilusión de Alicia y con el pasar de los años, ese sueño de niña se hizo realidad. Mark pasó a ser su primer y único novio a la edad de 17 años y con tan solo 3 años de noviazgo, se casaron en una hermosa ceremonia. Su vida con él había sido casi perfecta hasta ese momento, 5 años después de la boda cuando ella había descubierto su infidelidad y todo se había venido abajo. Él la había traicionado y ahora ella sentía que todo lo que alguna vez habían vivido, había sido una completa mentira. Ya no estaba segura de si Mark llegó a amarla como tantas veces le dijo.
Alicia permanecía en su debate interno cuando el timbre en la puerta la sacó de sus pensamientos. Caminó con calma hasta la entrada para averiguar de quién se trataba. Sonrió al ver a una de sus amigas.
– Hola linda –le saludó Camila en cuánto la vio.
Camila se asustó un poco por el aspecto de Alicia. De todas sus amigas, ella era quien estaba más preocupada por su condición y se había dedicado a investigar una manera de ayudarla. Ese día estaba ahí para llevarla a un sitio que había encontrado y sin que ninguna lo supiese, aquel lugar se convertiría en el inicio del viaje que cambiaría la vida de Alicia para siempre.
– Estuve hablando con tu médico –le había dicho Camila al entrar. Alicia se sorprendió. Ella le explicó que había ido a verlo porque estaba muy preocupada y quería encontrar una manera de ayudarla. Lucas le había hablado sobre la enfermedad de Alicia y ambos habían discutido las distintas opciones. Camila apoyaba a su amiga con el tema del embarazo, ella también creía que debía tener a su bebé, lo entendía, pero sentía que debía haber algo más para hacer con respecto a su enfermedad, incluso cuando no pudiese tratarse con las medicinas convencionales, debería haber algo que la ayudara al menos a llegar hasta el final de su embarazo.– Él me habló de un tratamiento experimental –explicó Camila.– ¿Experimental? –aquella palabra la asustaba un poco.– Sí –Camila le entregó un folleto. Alicia lo tomó y lo observó con cuidado– En una de las clínicas donde él trabaja, tienen algunos grupos con tratamientos que están probando y ya que tú has decidido no recibir el convencional,
Alicia no sabía cómo reaccionar ante aquellas palabras. Sin lugar a dudas, la había sorprendido. Ella volteó hacia su amiga que también estaba conmocionada, pero al mismo tiempo, le sonreía con alegría. Se giró para ver a Lucas como pidiendo auxilio por no saber qué hacer, este lucía bastante incómodo con la situación, pero se animó a hablar.– Señor Greenswood, Alicia está casada –le explicó, pero Alicia lo interrumpió de inmediato.– No –dijo de forma tímida negando con la cabeza, luego suspiró– ya no. No más –susurró tragando duro sin saber qué más decir.– ¿Qué ocurrió? –preguntó Lucas alarmado. Alicia no sabía cómo explicar todo aquello, en especial porque tenía en frente a ese hombre que acababa de conocer y no dejaba de observarla. Había pasado de estar sonrojada y tímida a sentirse terriblemente incómoda. Su sonrisa había desaparecido por completo y la tristeza se comenzaba a hacer presente. Camila al verla, no dudó en salir a su rescate.– Mark y ella
El amorío de Mark había comenzado 6 meses antes de que Alicia descubriera todo. Sin embargo, esa no había sido la primera vez que él la engañaba. La verdad es que nunca había sido del todo fiel. Cuando eran novios, él usaba la excusa de que necesitaba desahogarse porque ellos no tenían relaciones. Ella era virgen y quería permanecer así hasta su matrimonio, por lo que él “liberaba su tensión” con otras mujeres asegurando a sus amigos que todo cambiaría luego de casarse, pero para sorpresa de nadie, eso no pasó. Mark continuó engañando a Alicia y todos lo sabían menos ella o mejor dicho, ella era la única que no aceptaba la verdad. Había escuchado los rumores e incluso la misma Isabel le había comentado en varias ocasiones sobre sus sospechas, pero Alicia se negaba una y otra vez a abrir los ojos, así que con el tiempo, las personas a su alrededor habían dejado de intentar que ella descubriera la verdad.– Hay personas que simplemente, sienten que son más felices dentro de
Mark no sabía que era lo que más le molestaba de su nueva esposa, pero lo estaba volviendo loco. Desde que se casó, las cosas habían cambiado drásticamente, pues al convivir con ella había comenzado a notar todo aquello que había dejado pasar en los últimos meses.– ¿Por qué no me di cuenta antes? –se repetía un día frustrado tras pelear con su nueva esposa. Todo comenzó a ir mal desde el primer día de matrimonio. Tras una celebración en donde Mark gastó una fortuna para cumplir con los caprichos de su futura esposa, se topó de golpe con la realidad. Había despertado con dolor de cabeza por la borrachera para darse cuenta que su amada mujer no pretendía mover un pie fuera de la cama en todo el día. Así que de mala gana, bajó las escaleras de la mansión para prepararse algo de comer y tomar lo que sea que encontrara que sirviera para su malestar. En ese momento pensó en que Alicia siempre despertaba antes que él y le tenía el desayuno listo cuando el bajaba a la
La vida de Alicia había mejorado mucho en los últimos meses. Había llegado a la clínica cuando apenas iba a cumplir su segundo mes de embarazo y aquel día estaba cumpliendo el sexto. Se miraba al espejo su hermosa barriga que había crecido mucho más grande de lo que habría imaginado. Lucía radiante y feliz. – Es día de natación –exclamó una enfermera entrando en la habitación. Ella se giró para verla con una sonrisa.– Creo que hoy necesitaré más ayuda, estoy más grande –comentó riendo. El tratamiento que le estaban aplicando a Alicia había estado arrojando muy buenos resultados. A pesar de que todo avanzaba a paso lento, ella se había estado recuperando. Sus valores poco a poco se iban estabilizando y su embarazo estaba transcurriendo normal. Ella se sentía feliz y animada, al punto que había comenzado a asistir a distintas clases como yoga o natación, que le había dicho que no solo era bueno para su salud, sino para la de su bebé. La enfermera qu
Alicia estaba emocionada por la visita de sus amigas, quería contarle las buenas nuevas. Hacía un par de días que no las veía y sentía que tenían mucho de qué hablar. Isabel, Camila y Lisbeth llegaron en el horario de visita de esa misma tarde. Apenas la vieron, corrieron a abrazarla. – ¡Qué hermosa estás! –exclamó Lisbeth al verla. Hacía tiempo que no se veían, ya que ella no había podido ir visitarla. – Y grande también –dijo Alicia acariciando su vientre. Todas rieron. – ¿Ya sabes qué es? –preguntó Camila emocionada. Alicia asintió con una sonrisa. – Es niño –les dijo y todas gritaron de emoción. – Las enfermeras nos van a regañar –les recordó Isabel. Intentaron calmarse, pero estaban muy emocionadas. – Será nuestro primer sobrino –exclamó Camila con emoción. – ¿Cómo lo llamarás? –quiso saber Lisbeth mientras se acercaba para acariciarle el vientre. – Jonas –respondió sonriente. Isabel la observó seria, pero no dijo nada. – Es un bonito nombre –aseguró Lisbeth. Camila estuv
Anderson se había emocionado tanto por aquella respuesta afirmativa, que quería salir corriendo al hospital para abrazarla y besarla, pero ella le insistió que no lo hiciera, que lo esperaría al día siguiente para que pudiesen compartir y celebrar su compromiso de forma tranquila. Él aceptó y a la mañana siguiente, Alicia se estaba preparando para encontrarse con Anderson. Él le había prometido llegar al mediodía, pero aún faltaba una hora para eso, por lo que se estaba tomando su tiempo para prepararse. Su enorme barriga le impedía caminar o hacer cualquier tarea rápido, sin embargo, en medio de aquel proceso, algo captó su atención. Alicia creyó ver que la joven en la cama junto a la de ella se había movido. Aquella mujer llevaba varios meses en estado de coma, por lo que había sido una silenciosa compañera de habitación durante todo ese tiempo. Se quedó observándola durante unos segundos intentando asegurarse si el movimiento que había visto hacer a su mano había sido
Alicia miraba atenta a la mujer frente a ella. No lograba salir de su shock. Lisa la observaba en silencio recostada desde su cama a la espera de una respuesta. Solo le sonreía con los labios cerrados mientras la miraba con curiosidad. – Hola –dijo finalmente Alicia. – Hola –repitió Lisa. – ¡Estás despierta! –exclamó con mucha sorpresa. La mujer no pudo evitar soltar una pequeña risa. – Sí –susurró. – No sé ni por donde comenzar. Alicia se acercó para sentarse sobre la cama junto a la mujer y tras respirar profundo intentando terminar de salir de su conmoción, preguntó lo primero que se le ocurrió. – ¿Cómo llegaste aquí? – No lo sé –confesó. – Pero ¿tuviste un accidente o qué te pasó? – No sé. – ¿Y tu familia? – No recuerdo. La verdad es que no recuerdo casi nada –exclamó con tristeza. – Ok… pues… Supongo que es normal –respondió algo dudosa–, quiero decir… has estado muchos meses en coma, tal vez tome tiempo que recuerdes las cosas. – Sí, eso dijeron los médi