Capítulo 4

Cincuenta latigazos en el...  

 James miró a Alice que observaba paralizada. 

Natanael Turner no mostraba ninguna emoción, su rostro era una máscara helada. 

James sintió que estaba siendo golpeado por una espada en su corazón, al imaginar a Alicia, la pequeña y frágil Alicia recibiendo un castigo como aquel. 

— Ella no hizo nada para ser castigada! — exclamó James para el Alfa. 

— Usted inició una pelea por ver a Vlad mostrando interés en una hembra, que según él y ella misma, estaba sola con él en una carretera. Ella no lo niega. 

James vio en sus ojos que ese castigo no era sobre Alice, sino sobre él. Era para castigarlo, por ser inconsecuente. 

El Alfa había logrado ser peor de lo que jamás imaginó. 

Sabía lo que tenía que hacer. 

James se acercó al alfa, y lo miró a los ojos: 

— Fui imprudente, y me precipité en mis juicios, avergonzando el nombre Turner el día de los juegos. Te ruego que me dejes pagar por lo que hice, como dijo el alfa, no estoy por encima de la ley. Que caiga sobre mí, su peso. 

James podía oír los murmullos cada vez más fuerte en el salón, nunca un lobo heredero prácticamente suplicaba ser azotado. 

Miró a la cara de Alice y se dio cuenta de que iba a hablar, lanzó una mirada que decía "cállate" y ella felizmente entendió. 

Después de una larga espera, Alfa anunció: 

— Que la sentencia recaiga en el lobo heredero.  

[...] 

El Alfa decidió que la sentencia sería dada en el próximo amanecer, con esas últimas palabras él salió a pasos largos por el salón dejando a su compañera atrás.  

James inmediatamente fue con su madre para guiarla fuera del salón mientras todas aquellas personas que habían asistido aquello abandonaban el lugar.  

Con la salida del alfa la sala explotó en susurros sobre lo que acababa de suceder.  

James pasó un brazo por su cintura mientras ella intentaba contener las lágrimas, no vio señal de Alice en ninguna parte. 

— Cincuenta latigazos... no. — repetía ella, dejándolo conducir por los pasillos hasta sus aposentos. James la abrazó intentando tranquilizarla. 

— Acabará antes de que te des cuenta, mamá, vamos... — murmuraste y la llevaste a tus aposentos.

 

[...]

James Turner dejó la habitación de su frágil madre cerrando la puerta.  

Al darse la vuelta se encontró con la figura de Alicia con sus ojos tan especiales mirándolo, ella desvió su mirada hacia sus pies y con una voz embargada preguntó: 

— ¿Cómo está mi madrina?  

James pasó si se volvió hacia el pasillo, y suavemente la tiró por el brazo, hasta que estuvieran caminando lado a lado. Sintió su corazón latir con su toque. 

— Ella está descansando ahora Nask. — respondió James. 

Alicia se quedó en completo silencio, pero no su corazón que martillaba en su pecho.  

La maldición del lobo lanzada hace tantos siglos en su pueblo estaba casi completa, sus sentidos estaban cada vez más sensibles, luego él percibió el corazón de ella acelerándose y se preguntó qué podría haber dicho para causar aquello. 

— ¿Te encuentras bien?  

— No me llamo Nask. — Gruñó. 

Ah! 

Entonces era eso. James no se disculpó. 

Los dos continuaron caminando hasta que sus pasos los llevaron al jardín personal de su madre, pasaron por diversas flores rojas y algunos árboles frutales.  

El aroma de las rosas y el agua en la fuente eran agradables para él, sin embargo, incluso con todos esos olores diferentes en el aire, fue sorprendido de nuevo cuando miró a Alicia y una suave brisa agitó su cabello.  

Y todo el aroma de sus hilos voló directamente hacia él dejándolo momentáneamente aturdido, era un aroma que sobrepasaba el de las flores, adictivo para él. 

Completamente intoxicante, que lo hacía arder de adentro hacia afuera en un instante, creció con aquella hembra siendo tratada como protegida de su madre, la última vez que la vio ella era apenas un niño así como él, ahora solo la visión de ella lo atormentaba.  

Ya había estado con una hembra antes, entonces sus instintos no debían estar tan fuera de control así, en la ocasión ni siquiera el olor de la hembra que lo poseyó lo dejó tan arrebatado como el de aquella que apenas estaba a su lado.  

Alicia no había hecho ningún movimiento que lo instigase y aún así él estaba endureciendo nuevamente con el aroma de ella entrando tan arrebatadoramente por sus fosas nasales, sintió que iba a caer. 

— James, ¿qué tienes? — preguntó de repente. 

Maldición, estoy excitado como un animal... 

[...] 

Alicia miró esos ojos verdes intensos y vio cómo él la miraba fijamente, su corazón inmediatamente se sacudió con aquella mirada.  

James podía tener apenas catorce años y aún no convertirse en lobo, sin embargo, cada parte de su cuerpo era de un macho majestuoso, su postura era siempre resplandeciente y Alice se sentía por varias veces intimidada con todo su esplendor.  

Porque al final no era más que una Nask sin nombre, sin clan... Había sido bendecida por la bondad de su madrina que la sacó del refugio Lester. 

De repente James dejó de mirarla y se sentó junto a un árbol con algunas sillas donde su madre solía sentarse.  

Alice lo siguió sentándose en una de ellas a unos metros de él, luego por su silencio ella dedujo que él debía estar molesto por su castigo. 

Era todo culpa suya. Él tomó su lugar. 

Ella era la culpable de lo que estaba sucediendo. Debido a ella James estaría sufriendo al amanecer...  

De repente ella se levantó y lo miró, con voz firme exclamó: 

— No necesito que me defiendas de machos como Villin. 

Él se levantó muy atento a la expresión dura que ella traía. 

— Creo que no la oí bien. — James la encaraba con el desafío brillando en sus ojos verdes, él la desafiaba a pronunciar aquello nuevamente. 

Alice respiró hondo e imágenes de él siendo azotado invadieron su mente, aquello fue lo suficiente para hacerla ser cruel. 

— No necesito la protección de un macho como tú... que es débil. 

Ella no esperó a ver su furia caer sobre ella, dijo esto y salió corriendo de vuelta al interior del castillo con lágrimas en los ojos, porque aquello era una gran mentira.  

James Turner para ella era el macho más fuerte y valiente que existía, sin embargo, hasta hoy él solo se metía en confusiones por sentir que tiene el deber de protegerla como a una hermana.  

Desde que era una niña, aunque peleaba con ella, ese macho siempre la protegía de los otros niños que eran crueles por ser huérfana... Alice lloró más en su habitación por no poder verlo como a un hermano. 

Por desgracia, cualquier otra cosa que no fuera posible para ella no era más que una m*****a Nask.

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