Epilogo

La loba observó a Lucien correr por el jardín, sus pequeñas manos intentando atrapar todos los insectos a su alrededor. Alice sonrió al ver la determinación del niño, recordando cómo él tenía los mismos ojos verdes cautivadores de su padre, James. Era increíble cómo las características familiares podían ser tan marcadas en generaciones posteriores.

Mientras Alice se encantaba con las travesuras de Lucien, sus sentidos agudos percibieron pasos acercándose por detrás de ella. Al volverse, vio a la majestuosa reina Banshee de la isla del cuervo, Helena. Los ojos grises de la reina brillaban a la suave luz de la mañana, y una sonrisa se formó en sus labios al observar al niño correr libremente por el jardín.

—Echo de menos cuando Ayla tenía esta edad... —murmuró la reina, dejando escapar un leve suspiro. Alice comprendió el sentimiento de Helena instantáneamente. Ayla, su hija, había crecido y se había convertido en una joven valiente e independiente. Recordar los momentos en que Ayla era
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