Tomando una copa de champagne de la bandeja plateada de un atento mesero, Sofia se acerca a un cuadro que retrata a unos antiguos pescadores echando las redes al mar. Le parece ver en el rostro de esos hombres una mezcla de esfuerzo y temor al estar a merced de las impredecibles aguas. Una sensación que le resulta muy familiar, ya que ha sido quizás la más habitual en estos últimos años.—Uno no puede evitar admirarse de la belleza que los artistas han plasmado con estas obras. Aunque al ver a una mujer tan bella, no puedo más que declarar que el mejor artista es sin duda Dios, solo él sería capaz de crear algo tan perfecto —declara un elegante hombre de cabello blanco parándose al lado de la mujer que ha captado su atención desde que la vio llegar a la muestra.—Pues a usted se le puede reconocer que es un artista con las palabras, ya que no creo merecer ese halago, y mucho menos poder compararme con lo que estos artistas han logrado hacer —replica Sofia con una sonrisa juguetona e
—¿Son dulces estas frutillas? —pregunta Sofia a una señora de pelo negro que atiende uno de los puestos de la Feria Central.—Sí, muy dulces, solo tiene que ver el rojo brillante que tienen. Pruebe una para comprobarlo —ofrece la vendedora con amabilidad para asegurarse esa venta.—Mmm, sí, son realmente muy ricas, deme un kilo por favor —pide la mujer chupándose la punta de los dedos, saboreando el sabor dulce que aún le dura en el paladar.—Es usted muy bella, ¿Tiene que ver con las frutas? Porque nos compra todas las semanas —pregunta una curiosa niña de unos siete años aprovechando que su madre está ocupada.—Se puede decir que las frutas tienen algo que ver, además del ejercicio, y supongo que un poco de herencia —responde Sofia con una sonrisa amable contemplando a la pequeña que la mira como si le estuviese revelando uno de los secretos del universo.—¿Y cree que yo algún día podré ser tan hermosa como usted? —pregunta la niña abriendo sus ojos marrones con suma atención.
—Creí que ya no volvería a verte, desapareciste con ese amigo tuyo como si de repente todo tu mundo girara solo alrededor de él —murmura Santiago al entrar en su habitación y encontrarse con su novia.—Había cosas de las que tenía que ocuparme y Eric era la persona adecuada para ayudarme, sé que quizás debería haber dicho algo antes de irme, pero era algo que no podía esperar —indica Sofía sentada en el borde de la cama con mirada fría, sabiendo que merece ese reclamo, pero no muy predispuesta a dar muchas explicaciones.—¿El hecho de que hayas vuelto a aquí debo tomarlo como señal de que quieres continuar con nuestra relación? —pregunta el mafioso sintiéndose aún algo herido, la manera en que su novia lo abandonó de un día para otro sin ningún tipo de explicación fue algo que lo desestabilizó.—En ningún momento tuve la intención de poner fin a nuestra relación, solo necesité de un tiempo para ocuparme de asuntos míos. Sin embargo, si crees que las cosas no pueden continuar desde don
Sintiendo el cuerpo adormecido y una fuerte puntada en el hombro, Santiago comienza a abrir loa ojos saliendo del sopor que la anestesia le ha provocado. Recuerda haber entrado al quirófano e incluso a Sofia diciéndole que todo saldría bien, pero después de eso su mente se encuentra en blanco.Su borrosa vista le muestra una silla vacía frente a él, una que un primer momento cree que ha de ser la de los acompañantes en la habitación del hospital, pero a medida que su campo de visión va mejorando ve que se encuentra en una especie de depósito.—¿Qué demonios? —murmura el Detective tratando de conseguir la completa lucidez para comprender lo que está sucediendo.Al intentar refregarse los ojos para poder observar mejor lo que lo rodea, un escalofrío le recorre el cuerpo al notar que sus manos están atadas a su espalda. Con alarma y sintiendo la respiración agitada comienza a buscar alguien que le diga lo que está sucediendo, sin embargo parece ser la única persona en ese lugar.—¡¿
—Señor Rinaldi, debe calmarse… esto puede solucionarse de otra manera… no hay necesidad de hacer una locura —declara Emma levantando las manos a la vez que intenta que la voz no le tiemble demasiado.—Solo hay una forma de solucionar esto, es increíble que crean que pueden engañarme solo con una sonrisa bonita y un lindo trasero. No he llegado hasta donde estoy por ser fácil de engañar —indica el mafioso con aire de superioridad, tratando de determinar si esa gente viene de parte de la policía o de uno de sus rivales.—Señor, no estamos aquí para perjudicarlo, yo solo quiero saber qué pasó con mi hermano, con Arturo Ramos, él tenía conexión con usted y terminó muerto en circunstancias que no son claras —confiesa Santiago apartándose de la caja fuerte en un intento por evitar que Sofia salga lastimada.—Ese es terreno pantanoso, muchacho. Si hubieses sido inteligente te habrías mantenido lejos de ese asunto, pero ya es tarde para que tomes esa decisión —declara Rinaldi arrugando la
—¡Rinaldi está muerto, dos disparos en el pecho! —anuncia Sofia entrando en la habitación del motel con un par de vasos de café y un periódico en la mano.—¿Qué? ¿Cómo es posible? Estaba vivo cuando nos fuimos —exclama Santiago tomando el periódico para ver la noticia que habla de la muerte y tortura del empresario al encontrarlo con un abrecartas atravesándole la mano.—Lo estaba, pero quizás llegó un contrincante y aprovechó la oportunidad, o no lo sé, aunque no me importa tanto que esté muerto, sino que se llevó lo que sabia a la tumba —refunfuña la mujer sentándose en la cama dando un largo sorbo a su café para tragar esa mala noticia.—¿Y si lo encontró esa gente a la que tanto temía? ¿Crees que ellos ya sepan sobre nosotros? —interroga el Detective con una expresión de alarma ante la posibilidad de tener que enfrentar a esa gente que incluso atemorizaban a un Jefe de la mafia.—No, si hubieran sido ellos habrían echo desaparecer el cuerpo —indica Sofia desestimando la idea r
—Espero que ya que hemos contado con su presencia, pueda acompañarnos en este recorrido, me gustaría escuchar de usted mismo cómo ha logrado llevar adelante este lugar —pide Sofia casi en un ruego poniendo su mejor sonrisa persuasiva para conseguir su propósito.—Creo que podría tomarme un descanso del trabajo —acepta Pacheco con una media sonrisa enlazando su brazo en el de la visitante.—¡Oh, pero que honor! ¡No perdamos el tiempo entonces! —exclama la seductora mirando a Martha que sorprendida ante la inesperada compañía de su Jefe tarda unos segundos en reaccionar y conducirlos hacia el patio en donde se escuchan los gritos y risas de los niños.—Desde que he entrado no he podido evitar preguntarme cómo logra llevar todo esto adelante, ya el mantenimiento del edificio ha de ser un gran gasto —pregunta Santiago caminando al lado del Contador para evitar que se forme demasiada intimidad entre él y Sofia.—Como todo en la vida solo demanda una buena administración, si bien contam
—¿Y crees que es sensato confiar en ella? —pregunta un hombre de gafas cuadradas tecleando en su computadora.—No lo sé, Amanda siempre fue alguien dedicada a su trabajo, por lo que me inclino a creer que no podría ser parte de ese mundo oscuro de corrupción. Pero a la vez hay algo que me inquieta, no puedo terminar de creer que nos cruzamos por pura casualidad —murmura Santiago tomando un sorbo de su lata de cerveza mientras espera que su amigo logre chequear la información que le ha brindado.—Te has encontrado con que estás rodeado con gente de doble cara, así que no te puedes recriminar por tu desconfianza, pero… ¿Y si tu desconfianza resulta tener su base en tu orgullo herido? —expone el amigo con la cruda franqueza que suele caracterizarlo, producida sobre todo por su poca interacción con personas físicas.—¿Ósea de que si estoy siendo despechado? ¡Claro que no! Hace mucho tiempo que superé… eso, Diego! Aunque admito que hubiese preferido que siguiese siendo parte de mi pasad