—¡Rinaldi está muerto, dos disparos en el pecho! —anuncia Sofia entrando en la habitación del motel con un par de vasos de café y un periódico en la mano.—¿Qué? ¿Cómo es posible? Estaba vivo cuando nos fuimos —exclama Santiago tomando el periódico para ver la noticia que habla de la muerte y tortura del empresario al encontrarlo con un abrecartas atravesándole la mano.—Lo estaba, pero quizás llegó un contrincante y aprovechó la oportunidad, o no lo sé, aunque no me importa tanto que esté muerto, sino que se llevó lo que sabia a la tumba —refunfuña la mujer sentándose en la cama dando un largo sorbo a su café para tragar esa mala noticia.—¿Y si lo encontró esa gente a la que tanto temía? ¿Crees que ellos ya sepan sobre nosotros? —interroga el Detective con una expresión de alarma ante la posibilidad de tener que enfrentar a esa gente que incluso atemorizaban a un Jefe de la mafia.—No, si hubieran sido ellos habrían echo desaparecer el cuerpo —indica Sofia desestimando la idea r
—Espero que ya que hemos contado con su presencia, pueda acompañarnos en este recorrido, me gustaría escuchar de usted mismo cómo ha logrado llevar adelante este lugar —pide Sofia casi en un ruego poniendo su mejor sonrisa persuasiva para conseguir su propósito.—Creo que podría tomarme un descanso del trabajo —acepta Pacheco con una media sonrisa enlazando su brazo en el de la visitante.—¡Oh, pero que honor! ¡No perdamos el tiempo entonces! —exclama la seductora mirando a Martha que sorprendida ante la inesperada compañía de su Jefe tarda unos segundos en reaccionar y conducirlos hacia el patio en donde se escuchan los gritos y risas de los niños.—Desde que he entrado no he podido evitar preguntarme cómo logra llevar todo esto adelante, ya el mantenimiento del edificio ha de ser un gran gasto —pregunta Santiago caminando al lado del Contador para evitar que se forme demasiada intimidad entre él y Sofia.—Como todo en la vida solo demanda una buena administración, si bien contam
—¿Y crees que es sensato confiar en ella? —pregunta un hombre de gafas cuadradas tecleando en su computadora.—No lo sé, Amanda siempre fue alguien dedicada a su trabajo, por lo que me inclino a creer que no podría ser parte de ese mundo oscuro de corrupción. Pero a la vez hay algo que me inquieta, no puedo terminar de creer que nos cruzamos por pura casualidad —murmura Santiago tomando un sorbo de su lata de cerveza mientras espera que su amigo logre chequear la información que le ha brindado.—Te has encontrado con que estás rodeado con gente de doble cara, así que no te puedes recriminar por tu desconfianza, pero… ¿Y si tu desconfianza resulta tener su base en tu orgullo herido? —expone el amigo con la cruda franqueza que suele caracterizarlo, producida sobre todo por su poca interacción con personas físicas.—¿Ósea de que si estoy siendo despechado? ¡Claro que no! Hace mucho tiempo que superé… eso, Diego! Aunque admito que hubiese preferido que siguiese siendo parte de mi pasad
Sofía contempla la mansión iluminada con luces de colores en el que se va a desarrollar la fiesta, los setos verdes a los lados del camino de ladrillo que lleva a la entrada donde un enorme arco de flores blancas da entrada al interior de la casona. Considerando que si no fuese importante para Santiago no estaría allí, sobre todo cuando Eric aún la necesita, aunque se dice a sí misma que él deberá encargarse de sus asuntos por su lado, al menos hasta que ella pueda primero pueda acabar con sus propios enemigos.—Estás tan hermosa, creo que en los años que llevo asistiendo no he visto a nadie que haya estado siquiera la mitad de bella de lo que estás —halaga Santiago enlazando su brazo al de su novia, con el pecho inflado de que ella sea su pareja.—La noche aún es joven, creo que deberías guardarte algunos de esos halagos para más adelante —murmura la mujer esbozando una sonrisa divertida mientras trata de ignorar las miradas admiradas que se voltean al entrar al salón entelado de bl
—El hecho de que esté embarazada no quiere decir que no pueda cuidarme, y mucho menos que tenga que tener a un par de gorilas siguiéndome para todos lados —reclama Sofía dispuesta a salir vencedora de esa discusión.—Es mi trabajo protegerte a ti y a nuestro hijo, si… si algo les sucediera no sería capaz de perdonármelo nunca —sostiene Santiago mirándola casi rogando que no lo obligue a dejar de cuidarla.—Sé que quieres lo mejor para nosotros, pero no puedes invadir mi vida solo por ser… paranoico, no quiero sentirme una especie de prisionera a la que están controlando las veinticuatro horas del día —expone la mujer tratando de hacerle comprender como se siente, como la ven las otras personas.—Me pides que corra un riesgo inmenso —murmura el mafioso soltando un largo suspiro al saber que ella no dará brazo a torcer en ese enfrentamiento.—Te pido que me dejes vivir mi vida y tener mi privacidad, ya no quiero tener a nadie atrás mío —plantea la mujer no importándole tener que teñ
—No me siento cómoda con la idea de tener que confiar en una completa extraña —protesta Sofia sentada en el interior de un vehículo tomando fotografías a una pareja que sale de un edificio de estilo colonial.—No es como que tengamos demasiadas opciones, ¿No crees? —replica Santiago cruzando en una base de datos las fotografías tomadas por su compañera para identificar a cada persona.—La opción de ser cuidadoso siempre debe ser primordial, nunca puedes estar seguro de cuándo se están aprovechando de tus sentimientos para engañarte —advierte la mujer que por alguna razón siente que no puede confiar en esa mujer, incluso cuando no ha encontrado nada reprochable sobre ella.—¿Es eso o te incomoda la relación que tuvo conmigo? —plantea el Detective arqueando una ceja con una mezcla de reclamo y diversión.—¿Acaso estás insinuando que estoy celosa? —recrimina Sofia endureciendo su expresión ante ese tonto planteo.—Pues es lo que parece, quizás intentas disfrazarlo de “precaución”,
Los primeros rayos de luz matutina se filtran a través de la persiana de una habitación en la que el sonido de una alarma se esfuerza por despertar a su dueño, una perezosa mano tantea la mesa de luz hasta lograr dar con el teléfono y desactivar el molesto ruido. El hombre se revuelve entre las arrugadas sábanas blancas que dan cuenta de lo mucho que se ha movido durante la noche, aun recostado mira con los ojos entreabiertos la puerta del baño, considerando si vale la pena levantarse.—¡Te advertí que no te descuidaras, Eric! —exclama un muchacho de mirada desorbitada parado a solo unos pasos de la cama con un encendedor en la mano.Eric se sienta de un salto en la cama sacando su arma de debajo de la almohada con la respiración agitada, apunta al intruso preparándose para apretar el gatillo sin un dejo de duda, pero al parpadear el maniático muchacho se esfuma en el aire. El hombre cierra los ojos mordiéndose el labio, ha sucedido de nuevo, pasándose la mano por el rostro sudoros
Eric estaciona su auto a la entrada de la casa de su padre, golpetea el volante con los dedos soltando un suspiro sombrío. Ha pasado mucho tiempo desde que vio a Samuel por última vez, no se puede decir que sean hermanos muy unidos, de hecho cuanto más distancia los separa mejor se llevan. Siempre ha sido así, desde niños, en la casa siempre se oían sus peleas por cualquier cosa. El simple hecho de que uno hubiese mirado al otro de mala manera era suficiente para desencadenar una lucha en la que sus padres debían intervenir rápidamente, a decir verdad no es capaz de explicar esa relación tan poco amena entre ellos, no hay un motivo concreto que justifique la poca amenidad que sienten el uno por el otro, simplemente ese… rechazo está ahí.Siente el impulso de volver a encender el vehículo y volver a su departamento a seguir dándole vueltas a su caso, pero no quiere decepcionar a su padre, él más más nadie ha dedicado su vida para criarlos y darles una buena vida. Le debe a ese hombre