Las puertas del ascensor del exclusivo Hotel Be Hollywood se abren al llegar al quinto piso del hotel, revelando a una apasionada pareja besándose con ardiente deseo, un espectáculo que por suerte para ellos no tiene ningún espectador inesperado. Aunque si lo tuviesen probablemente no se percatarían.—Puede que sea el momento de continuar en la habitación, ¿No crees? —murmura la atractiva pelirroja al sentir la mano de su acompañante intentando pasar por debajo de su vestido verde esmeralda.—Sí, tienes razón, es solo que no pude evitar dejarme llevar, todo en ti me… enciende… de una manera que ni te imaginas —comenta el galán de cabello grisáceo que se obliga a hacer un esfuerzo casi sobrehumano para resistir el deseo de desvestir a esa bella mujer allí mismo.—Supongo que eso significa que tendremos una noche muy divertida —murmura la mujer con una sonrisa juguetona en los labios, la cual parece lograr excitar aún más a su compañero.Al entrar en la lujosa habitación el hombre
En el rebosante de vida Kika’s Club, un apuesto hombre de cabello corto oscuro y facciones marcadas se dirige hacia la barra en donde un viejo amigo lo ha citado para ofrecerle un trabajo prometedor. Pasar entre la gente de la pista del baile es todo un reto, sobre todo ante algunas manos femeninas que tratan de convencerlo de quedarse, a las cuales rechaza con una sonrisa cortés ya que lo único que le importa es el trabajo.—¿Te has metido en problemas de nuevo? —pregunta el hombre sentándose en la barra al lado de su amigo, que incluso con el look informal sigue pareciendo un abogado.—Yo no, Santiago, pero uno de los idiotas a los que represento sí. Seguramente al igual que cada persona en este país ya has visto las fotos comprometedoras del Senador Reyes —murmura el hombre joven de cabello negro peinado hacia atrás.—¿Así que tienes que lidiar con eso, Ramiro? Creo que más que un Detective lo que necesitas es a alguien que haga milagros —comenta Santiago con voz burlona pidiendo u
—Por favor, hazme feliz y dime que lograste conseguirme lo que te pedí —murmura Sofia rodeando con sus brazos el cuello de una policía sentada frente a su escritorio en la Comisaría.—¿Alguna vez te he decepcionado, querida? —cuestiona la mujer de cabello castaño atado en una pulcra coleta con una sonrisa divertida en los labios.—Ni una sola vez, Emma. No miento cuando te digo que te debo la vida —declara la dándole un beso en la mejilla y posando la mirada en la caja de archivos debajo del escritorio.—Usualmente no suelo preguntar qué es lo que piensas hacer, ya que a esta altura considero que cuanto menos sepa mejor para mí. Pero sé que esto es un tema sensible, y no se me ocurre ni una sola razón por la que quieras arriesgarte solo para echarle un ojo a esto —pregunta Emma arrugando la frente como cada vez que intenta entender a su amiga, algo que hasta el momento no ha logrado.—Solo… quiero saber qué es lo que creen saber sobre lo que sucedió esa noche… eso es todo… —murmu
Tomando una copa de champagne de la bandeja plateada de un atento mesero, Sofia se acerca a un cuadro que retrata a unos antiguos pescadores echando las redes al mar. Le parece ver en el rostro de esos hombres una mezcla de esfuerzo y temor al estar a merced de las impredecibles aguas. Una sensación que le resulta muy familiar, ya que ha sido quizás la más habitual en estos últimos años.—Uno no puede evitar admirarse de la belleza que los artistas han plasmado con estas obras. Aunque al ver a una mujer tan bella, no puedo más que declarar que el mejor artista es sin duda Dios, solo él sería capaz de crear algo tan perfecto —declara un elegante hombre de cabello blanco parándose al lado de la mujer que ha captado su atención desde que la vio llegar a la muestra.—Pues a usted se le puede reconocer que es un artista con las palabras, ya que no creo merecer ese halago, y mucho menos poder compararme con lo que estos artistas han logrado hacer —replica Sofia con una sonrisa juguetona e
—¿Son dulces estas frutillas? —pregunta Sofia a una señora de pelo negro que atiende uno de los puestos de la Feria Central.—Sí, muy dulces, solo tiene que ver el rojo brillante que tienen. Pruebe una para comprobarlo —ofrece la vendedora con amabilidad para asegurarse esa venta.—Mmm, sí, son realmente muy ricas, deme un kilo por favor —pide la mujer chupándose la punta de los dedos, saboreando el sabor dulce que aún le dura en el paladar.—Es usted muy bella, ¿Tiene que ver con las frutas? Porque nos compra todas las semanas —pregunta una curiosa niña de unos siete años aprovechando que su madre está ocupada.—Se puede decir que las frutas tienen algo que ver, además del ejercicio, y supongo que un poco de herencia —responde Sofia con una sonrisa amable contemplando a la pequeña que la mira como si le estuviese revelando uno de los secretos del universo.—¿Y cree que yo algún día podré ser tan hermosa como usted? —pregunta la niña abriendo sus ojos marrones con suma atención.
—Creí que ya no volvería a verte, desapareciste con ese amigo tuyo como si de repente todo tu mundo girara solo alrededor de él —murmura Santiago al entrar en su habitación y encontrarse con su novia.—Había cosas de las que tenía que ocuparme y Eric era la persona adecuada para ayudarme, sé que quizás debería haber dicho algo antes de irme, pero era algo que no podía esperar —indica Sofía sentada en el borde de la cama con mirada fría, sabiendo que merece ese reclamo, pero no muy predispuesta a dar muchas explicaciones.—¿El hecho de que hayas vuelto a aquí debo tomarlo como señal de que quieres continuar con nuestra relación? —pregunta el mafioso sintiéndose aún algo herido, la manera en que su novia lo abandonó de un día para otro sin ningún tipo de explicación fue algo que lo desestabilizó.—En ningún momento tuve la intención de poner fin a nuestra relación, solo necesité de un tiempo para ocuparme de asuntos míos. Sin embargo, si crees que las cosas no pueden continuar desde don
Sintiendo el cuerpo adormecido y una fuerte puntada en el hombro, Santiago comienza a abrir loa ojos saliendo del sopor que la anestesia le ha provocado. Recuerda haber entrado al quirófano e incluso a Sofia diciéndole que todo saldría bien, pero después de eso su mente se encuentra en blanco.Su borrosa vista le muestra una silla vacía frente a él, una que un primer momento cree que ha de ser la de los acompañantes en la habitación del hospital, pero a medida que su campo de visión va mejorando ve que se encuentra en una especie de depósito.—¿Qué demonios? —murmura el Detective tratando de conseguir la completa lucidez para comprender lo que está sucediendo.Al intentar refregarse los ojos para poder observar mejor lo que lo rodea, un escalofrío le recorre el cuerpo al notar que sus manos están atadas a su espalda. Con alarma y sintiendo la respiración agitada comienza a buscar alguien que le diga lo que está sucediendo, sin embargo parece ser la única persona en ese lugar.—¡¿
—Señor Rinaldi, debe calmarse… esto puede solucionarse de otra manera… no hay necesidad de hacer una locura —declara Emma levantando las manos a la vez que intenta que la voz no le tiemble demasiado.—Solo hay una forma de solucionar esto, es increíble que crean que pueden engañarme solo con una sonrisa bonita y un lindo trasero. No he llegado hasta donde estoy por ser fácil de engañar —indica el mafioso con aire de superioridad, tratando de determinar si esa gente viene de parte de la policía o de uno de sus rivales.—Señor, no estamos aquí para perjudicarlo, yo solo quiero saber qué pasó con mi hermano, con Arturo Ramos, él tenía conexión con usted y terminó muerto en circunstancias que no son claras —confiesa Santiago apartándose de la caja fuerte en un intento por evitar que Sofia salga lastimada.—Ese es terreno pantanoso, muchacho. Si hubieses sido inteligente te habrías mantenido lejos de ese asunto, pero ya es tarde para que tomes esa decisión —declara Rinaldi arrugando la