Capitulo 3

Mientras mas se adentraban las dos chicas en el fondo del mar, pronto empezó a notarse las construcciones de una ciudad submarina, hermosas y antiguas construcciones sostenidas por la magia de la reina y su princesa. Y mas gente del reino, de su reino, la saludaron al verla pasar. Las inclinaciones y muestras de respeto hacia Kaia eran comunes debido a su estatus.

Ella alzo la mano y sonrió a su gente sin detenerse. Después de todo, ella debía llegar pronto a una reunión.

—Kaia…— susurro Jaladi en voz baja mientras miro hacia arriba pasar a otro grupo de gente nadando encima de ellas.

—Centuriones de la reina— murmuro ella

—Pero, ¿qué están haciendo aquí?

—Definitivamente algo está pasando.— dijo. Y trato de pensar que se traería ahora la reina entre sus manos. Suponía que nada bueno.

Cuando se adentraron al inmenso palacio, la princesa atrajo la mirada de muchos.

—Debes irte ahora—pidio ella a Jaladi

Su amiga asintió, y tomo el lugar que le correspondía en la corte de la reina.

Kaia se retiro rápidamente a su habitación para tomar su tiara. Aquella pequeña acción solo le tomo unos cuantos minutos. Y cuando regreso escucho una voz maliciosa llegar a sus oídos.

—Llegas tarde— le murmuro Teles.

Ella parpadeo ante su presencia. Teles, no era la sirena favorita de Kaia. Era altanera, segura de su puesto al ser su padre el líder de la guardia real, envidiosa, y por alguna razon que Kaia no comprendia esta la odiaba.

—No sabia que no tenias nada mejor que hacer que estar pendiente de mi vida, Teles— todo fue dicho en un todo cordial. Siempre se tenia que hablar así en la corte. Las peleas de cualquier tipo entre la gente de su raza dentro del palacio estaban prohibidas. A la reina le gustaba la idea de fingir que vivian en una utopía.

La chica frunció el seño, en reemplazo a la ausencia de palabras, su cabello pelirrojo ondeo en el agua mostrando la furia que sus labios no podían emitir —Ya te reirás mucho luego de este anuncio

¿Anuncio?

¿De que le estaba hablando?

Teles hizo una reverencia antes de retirarse y colocarse junto a los demás centuriones.

Cuando la reina finalmente entro en la sala todos se callaron. Su presencia era notoria, y ella se encargaba de que cada entrada fuera de lo mas memorable posible. Su belleza era la mas grande y anhelada en todo el océano. Una belleza que solo era superada por su crueldad.

Kaia se sintió pequeña al solo verla. ¿Cómo se supone que algún dia ocuparía ese lugar? Ella no era como su reina. Nunca podría serlo, jamás lograría cumplir aquellas expectativas que tenían puestas en su ser. No podía ser aquello que no era. ¿Quién podría?

—Mis leales súbditos — hablo, y todo el océano se callo. Las olas dejaron de agitarse, la fuerza de la voz de una persona capaz de doblegar al mar.

Ella era luz. Ella era la vida dentro del mar. Todo lo hermoso, bello, y deseado. Pero Kaia conocía aquello que se escondía en el interior. Y en el, había espacio para algo retorcido y maligno. Sus ojos dorados ocultaban la fiereza del sol.

—He reunido aquí a mi gente—dijo mirándolos — y a mi hija— la señalo en un gesto suave con la palma abierta de su mano — para proclamar la nueva Era en la que nuestro mundo se adentrara pronto. —sonríe. Parecia confiada, un gesto practicado de tantos años que llevaba gobernando.

Gritos de alegría llenan la gran sala. Kaia mira a su alrededor preocupada, cree que eso no es todo lo que la reina tiene que decir. Y en cuanto sus ojos ambarinos se centran en ella lo ve venir, y un pánico se apodera de ella — He conseguido a mi hija un esposo.—declara.

Si es que hay mas gritos de jubilo, ella no los escucha. Ella ya no escucha nada. Y en un gesto desesperado su mirada se dirige a una sola persona. pero Jaladi ya la estaba mirando, y aquellos ojos le ofrecen un consuelo. Aquella acción parece un gesto compartido de toda una vida, como sus ojos estaban acostumbrados a buscarse entre ellos cuando sentían que el mundo podría caerseles encima.

Kaia la mira de regreso, se arma de valor —Mi Reina— dice.

La reciente bulla se acalla.

—¿Puedo preguntar quien me ha dado semejante honor?

El cabello rubio de la reina se hace para atrás cuando ella se impulsa fuera del trono. —Pasen al joven.

Unas puertas se abren, y de esta aparece un hombrecillo. Era guapo si bien ella tenia que admitirlo. Dotado de un buen cuerpo, una melena negra en abundancia, y ojos verdes. Kaia lo aborreció. No es que tuviera algo en contra del chico. No es que ella fuera indiferente a la belleza. Pero ella no quería casarse. Odiaba que su vida siempre estuviera en manos de alguien mas. En manos de su reina. ¿Por qué ella no podía pertenecerse a si misma?

—¿Es siquiera un príncipe?— cuestiono. Toda la sala se lleno de silencio. Nadie contradecía a la reina, nadie cuestionaba sus decisiones. ¿Por qué ahora lo estaba haciendo ella? Y enfrente de todos. Ella recuerda la regla que aquella mujer le infligió con sangre años atrás: “Nadie discute dentro del palacio”

Los ojos de ella se prendieron en una expresión de odio puro. — irrelevante.—dice — si fue escogido por tu señora, —dijo señalándose — debes saber que es perfecto para ti.

Kaia miro de nuevo al joven, el tampoco se veía complacido. A decir verdad, cualquiera diría que también lo habían obligado a hacer esto. Venir aquí jamás era una opción.

Quizás ella aun podía luchar. Quizás aun no había perdido toda la esperanza.

—Quiero casarme por amor— confeso ante todo el mundo la princesa. Aquel deseo que su corazón siempre le dicto..

A mas de reinar el caos o la ira, como ella había supuesto, la reina rio.

Toda la sala guardo silencio.

—Kaia—dijo su nombre aun con un tono divertido rozándole los labios —No creas en cuentos de hadas.—dijo — ¿Qué sabes tu del amor? Solo te hará débil. El amor no existe — concluye

—¿Acaso usted no amaba a mi padre?

Aquella pregunta si que silencio a todos. Ella se dio cuenta de que quizás si que había ido demasiado lejos.

—¿Qué has dicho?— se podía escuchar el peligro en cada palabra pronunciada. Una amenaza.

—Nada, madre — agacho la mirada, y luego se corrigió — Quiero decir, mi reina.

—¿Entonces reconoces que mi decisión es la única que existe?

—Tus ordenes son la ley. —dijo, y odio cada momento de este — y yo soy vuestra eterna servidora. Sera un placer casarme con aquel que ha escogido.

—Entonces esta decidido. Los preparativos pronto comenzaran, — sonríe — y nuestro reino pronto conquistara al mundo de arriba. Y en cuanto eso suceda, nuestra raza será la triunfadora.

Todos victoriaron. Unos convencidos, otros con miedo, otros no tanto, y otros por obligación. Ella sabia que no todos estaban de acuerdo con la idea de ir a la guerra con el mundo de arriba. Los mas sabios sabían que habrían bajas, y que una victoria que involucraba violencia jamás se llegaba a la cima repartiendo rosas. Sangre era el costo que iba a implicar aquel deseo de la reina. Cuando dieron aquel anuncio muchos pequeños se escondieron entre los brazos de sus madres, de sus padres, de sus familias. A Kaia le hubiera gustado tener unos brazos en los cuales refugiarse, a ella también le hubiera gustado tener una familia.

***

James Blake estaba cansado de oír siempre lo mismo.

—Debes sentar cabeza— le decían constantemente — es hora de que formes una familia

«Yo ya tenía una familia» pensó. Una a la que le habían arrebatado

El se levanto y dejo su copa de vino que había estado fingiendo beber hace apenas unos segundos en el muro del balcón. Miro hacia el cielo, hacia la noche, y hacia el mar. Aquel lugar donde se encontraban aquellas criaturas. De alguna forma, atormentarse a si mismo, parecía todo un pasatiempo.

—Deberías dejar ir aquello que tanto te lastima—repite su amigo.

¿Dejar ir?

Dejar ir…

El se quedo pensando en aquellas palabras. Pero no podía. Y menos ahora que estaba tan cerca de obtenerla. La sirena. Su sirena.

Sus manos ya estaban manchadas de sangre. Nadie en el mundo podría librarlo de aquel hecho. Quizás al final de todo esto merecería un castigo, pero no le importaba. Su alma ya estaba condenada, en este mundo, o el siguiente.

—Debes mirar hacia adelante, y dejar ir el pasado.

—Mirar hacia adelante…—repitió sin comprenderlo

—Y no lo harás con tanto rencor en tu corazón.

Los ojos azules del muchacho se oscurecieron, su amigo ya había visto esa expresión antes. Y el tenia miedo, miedo de que el cayera en un lugar al cual el no podría seguirlo. Durante años trato de estar ahí para él, pero no podías salvar a alguien que estaba muy dispuesto a hundirse.

El sintió pena, una profunda tristeza de ver a aquel muchacho tan solo. James creció sin tener a nadie en quien reflejarse. Jamás tuvo a alguien a quien quería parecerse, o admirara.

«¿Cómo has vivido tantos años solo, James Blake?»

—Ya te dije donde suele estar. Ahora, — lo miro — tráela a mí.

Era una orden. Y aquel muchacho obedeció. James no esperaba que aquella misma noche de tormenta, su mas profundo y perverso deseo se hiciese realidad.

Nunca sabremos si fue casualidad, una cosa del destino. Pero aquella sirena fue hasta la cueva aquella noche, guiada por su soledad y un corazón destrozado. Se sentía atrapada. Pero sentirse y estarlo físicamente, eran dos cosas completamente diferentes. Ella sabía que no debía hacerlo. Conocía los riesgos de salir sola de su mundo sin supervisión alguna, y mas aun cuando lo tenían prohibido para ella. Pero su vida estaba llena de reglas, llena de muchos "no".

Solo necesitaba disfrutar de aquello que aun podía hacer. Del poco control que aun le quedaba sobre su vida.

Ella jamás llego a sentir la presencia de aquel humano, jamás llego a saber con exactitud como fue que termino en aquella red. Pero lo que mas recuerda de esa noche fueron los gritos. Como desesperada llamo a Jaladi, como busco el pequeño objeto afilado que siempre llevaba consigo, pero que precisamente hoy, se le había olvidado por haber salido prácticamente huyendo de palacio. Y para el final de la noche. Solo recuerda despertar y ser recibida por los ojos azules de un muchacho.

Ojos azules profundos que la miraban de un modo misterioso y salvaje, casi como si el mar le estuviera dando la bienvenida a casa.

Salvo que, esta no era su casa.

Y aquel muchacho no le daría aquella libertad que el mar ofrecía.

—Kaia,— dijo — bienvenida a tu jaula.

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