Capitulo 4

Literalmente hablando, no era una jaula. Técnicamente hablando, si lo era.

Kaia estaba metida en una especie de pecera gigante. Al mirar a través del cristal ella pudo darse cuenta de que se encontraba en una habitación. No es que reconociera todo lo del mundo humano, pero había estado estudiando bastante.

Conocer a tu enemigo era lo principal cuando se mantenía una guerra contra ellos.

Otra cosa que rondaba su cabeza era... ¿Cómo sabia su nombre?

El la miraba expectante, como esperando algo de ella.

Cuando el se acerco a la pecera y coloco su mano contra el cristal ella retrocedió.

No es que no fuera valiente, pero la intensidad de su mirada la hacia vacilar.

—¿No vas a hablar? —demando. Su voz era fría ante ella.

Ella, en efecto, no dijo una sola palabra.

La expresión en el rostro del muchacho pareció contraerse, se veía frustrado, molesto.

¿Enojado de qué? ¿Enojado con ella?

¿Qué le había hecho ella a este humano?

¿Y porque estaba atrapada?

Conocía los mitos, se decía que los humanos cazaban sirenas y luego las mataban.

¿Por qué ella no estaba muerta ya? ¿Es algo a lo que debería aspirar?

—Ahora eres mi prisionera, princesa Kaia.— había algo de mofa en el tono del chico cuando menciono aquel titulo de nobleza que acompañaba a su nombre

Cuando no sabias lo que ibas a decir, era de sabios callar.

Escucho un trueno colarse de una de las ventanas del muchacho. Y si, claro que sabia lo que era una ventana.

Al parecer la reina no había dejado de celebrar su victoria.

Kaia se preguntó, si ya se habían enterado de su desaparición, lo mas probable era que no.

—Cuando la reina del mar lo sepa ofrecerá una recompensa por su hija— oyó decir al muchacho, casi como si le leyera el pensamiento y su vista regreso a él.

¿Recompensa? Era claro que este sujeto no sabia de lo que estaba hablando. Ni siquiera un poco.

Ella le dio la espalda y nado lo mas lejos posible de él. Tanto como aquella inmensa pecera se lo permitiera. Tenia que pensar un plan, una forma de escapar. ¿Pero como?

Todo su exterior estaba cubierto por aquello plano y sin agua. El único lugar donde podría moverse y sobrevivir era aquí adentro.

Ella no se había dado cuenta aun, pero estaba atrapada.

Su cola se agito dentro del agua y esta parecía brillar en el cristal, como un reflejo de la luz mas dorada y brillante del mundo.

James Blake bajo la cortina.

Kaia noto como la reciente oscuridad de la habitación se volvía aun mas oscura.

Se volteo, y noto que algo había tapado la inmensa pecera. ¿Acaso aquel humano la cubrió? Quizás para no verla…

Su corazón empezó a palpitar rápidamente, ahora que estaba sola se permitió apreciar con mas detenimiento cada rincón de su prisión. Y se permitió sentir pánico.

Tenia que tranquilizarse, debía hacerlo, o sino. ¿Cómo podría sobrevivir y ver otro amanecer?

***

Había fingido una falsa valentía. En cuanto aquella cortina callo, James Blake también lo hizo, al igual que su actuación. Cayo de rodillas y sintió que le faltaba el oxigeno.

Verla una vez mas, verla en realidad le recordaba aquella noche. Aquella noche en la que se sintió tan indefenso e impotente. Aquella noche en la que no pudo salvar a su padre. El se derrumbo. El no era tan fuerte.

Sus miedos salieron a flote, y su odio por igual. La tenia, por fin. Después de tanto tiempo. Pensaría formas de como la mataría. Lo haría una y otra y otra vez, planeando su muerte en su cabeza. No es que ya no lo hubiera hecho antes, pero ahora sabia que era algo que podría realizar.

«Disfruta de esta noche » pensó «Porque es la única que tendrás»

Se levanto del suelo recordándose a si mismo que su misión aun no había terminado.

Camino hasta su cama y se metió en ella sin vacilar.

La pecera.

Había colocado aquella inmensa pecera justo al frente de su cama, como si se tratase de un televisor de pantalla plana. Ella era su espectáculo ahora. Ella estaba en su poder, justo en sus manos, al igual que él lo había estado hace ya ocho años atrás. A merced de la muerte. A merced de aquella sirena, a merced del mar.

Cerro los ojos.

Al igual que lo había hecho en esa época, con miedo, miedo de no volver a despertar jamás.

***

Pero lo hizo. A la mañana siguiente abrió los ojos asombrado de aun seguir aquí. Al igual que habia despertado en medio de la playa con tanta gente a su alrededor.

El recuerda como fue al inicio, todos lo habían tomado por loco, por un mentiroso al inventar historias, insistiendo que su padre y su tripulación seguramente se habían ahogado en medio del mar, que el barco debió haber sufrido alguna especie de avería. El sabia que no era así. Recordaba lo que habia sucedido. Y aquellos hombres lo hicieron después. Cuando empezaron a llegar rumores, mas que rumores, experiencias de muchos marineros y barcos mercantes que cruzaban la ruta de las sirenas. O al menos así es como apodaron luego a ese lugar que ahora se consideraba sus dominios. Pronto su historia dejo de ser tomada como un chiste, y empezó a ser un hecho real y verídico.

Se levanto de la cama alejando sus pensamientos

Sacudió su cabeza y llego a la conclusión de que necesitaba una ducha fría. Algo que le aclarara la mente.

Cuando las primeras gotas del agua caliente tocaron su frente el sintió alivio. No tenia nada en contra del agua, solo del océano en si, este era tan salvaje, e inexplicable. Tan grande y fuera de su control. A el no le gustaban las cosas que no podía controlar.

Se ducho rápido, y se seco. Eligio una vestimenta formal.

Cuando estuvo ya vestido se obligo a si mismo a guardar la calma de nuevo. Levanto una de sus manos y jalo de una cuerda para que así la cortina se elevara.

Aquella sirena dormía. O algo así.

No estaba recostaba del tono sobre la arena del suelo que el habia hecho que colocaran, sino que estaba flotando. Un espacio muy reducido entre el suelo y el agua.

Admiro su cola, su cintura, su rostro y su cabello. El jamás habia visto antes a una mujer tan hermosa y despreciable como ella. Se recordó a si mismo, que las únicas sirenas bonitas, eran las que ya estaban muertas.

Solo muerta, el vengaría a su padre. Quitarle al océano algo tan valioso como lo que a el le quitaron.

El siempre mantuvo aquella pecera instalada, desde hace ya muchos años. Cuando traía chicas a su habitación solía bajar la cortina. El no quería que nadie supiese lo obsesionado que estaba con esto. Tanto así como para instalar aquella pecera aun sin tener realmente a un rehen.

—Despierta — dijo, y golpeo el cristal

Las ondas formadas en el agua, y la voz la levantaron. Abrió levemente sus ojos, y aquel color combinaba perfectamente con su cabello y piel.

Era como ver a la misma hija del sol. Un tesoro hecho de oro puro arrebatado del fondo del mar. La joya mas preciosa del océano ultrajada. James Blake, quizás era el mejor usurpador.

Ella no lucia como un monstruo. Y James se odio por ello. Debería lucir como lo que era. No esta figura hermosa y pura que lucia frente a el.

Sus ojos ambarinos se enfocaron en el, y se sintió débil. ¿Por qué ella causada miedo, angustia, y nerviosismo? ¿Por qué ella causaba confusión en su corazón?

—¿Vas a hablar ahora?— le pregunto

Y sin embargo el silencio reino en la habitación. James, por unos breves segundos, de verdad llego a pensar que quizas ella no sabia como hacerlo. Pero eso seria ridículo, ella era una princesa, habia escuchado que precisamente ellas eran las mas cultas en el océano, capaces de hablar tantas lenguas como le fueran posible. Y la idea de que fuera muda le resultaba ridicula. Quizás demasiado conveniente para ser real, o siquiera considerarlo.

—Bien— dijo de mala gana— no digas nada. ¿Quieres probarme? Conozco muchas maneras de hacerte gritar

Se retiro de la habitación de forma brusca y crispada. El ruido de la puerta al cerrarse hizo que Kaia diera un respingo.

¿Cuánto mas podría durarle aquel voto de valentía? ¿Aquel voto de silencio? ¿No decir ni una sola palabra? Eso, para Kaia, era todo un reto. Recuerda que Jaladi siempre le decía que hablaba como un loro. Ella siempre se pregunto ¿Qué rayos era un loro? Conocía a las gaviotas, pero esa era otra historia.

Aquellas palabras emitidas por el joven parecían una amenaza. ¿debería sentir miedo? Quizás estaba jugando con su suerte demasiado. Primero la reina, ahora con aquel humano. Tenia que empezar a ceder en algún momento, pero por ahora, pensaba alargarlo tanto como pudiera.

***

—¿Qué vas a hacer con ella? — le pregunto Aiden

—La capturaste para mi— le dijo — ya has cumplido con tu trabajo, lo demás— lo miro — no te incumbe.

—Los rumores empiezan a correrse.

—Veré la forma de hacer su muerte lo mas publica posible, créeme.

Aquella oración entristece al muchacho — parecía buena

—Todas parecen buenas— soltó James asqueado.

—¿Ya ha hablado contigo?

—Aun no— dijo —estuve pensando en quizás meter electricidad en el agua

Aquello hizo que Aiden dejara de caminar —¿hablas de torturarla?

—Si

—Jamás hiciste eso con las otras

Los ojos azules del muchacho se fijan en el. —las otras no eran una princesa — sonríe, pero no habia nada de bonito en aquella sonrisa — le daré el trato que se merece

Aiden lo sigue y no vuelve a mencionar ninguna palabra sobre el tema. Salen a la calle, y se encaminan a desayunar en una cafeteria que ambos muchachos suelen frecuentar, queda cerca de casa, así que no es un problema.

Habían estado comiendo a gusto hasta que una chica se sentó a la mesa

—Que alivio — dice — creí que habías olvidado nuestra cita — le sonríe

James casi se atraganta con el café —eh…—su cara muestra confusión -eh…

—Anica — le recuerda la chica

—Oh… si… claro, jamás podría haberlo olvidado

La chica de ojos grises mira de reojo a Aiden en un gesto disimulado. O al menos intenta ser algo disimulado. Claramente no le sale así, ya que Aiden lo nota y se remueve incomodo.

Era mas que obvio para el saber que su amigo James no habia recordado tal encuentro, aunque no lo sorprendía para nada que el haya citado a alguna chica aquí, después de todo, el amaba este lugar. Aunque no amaba realmente a aquellas chicas.

—Esperaba poder conversar mas contigo. —dice mirándolo — la ultima vez, —una de sus manos van a sus propios mechones —hicimos mas cosas que no nos permitieron conversar mucho—insinuó, y esta vez es Aiden quien escupe su café

Tose casi descontrolado. El no necesitaba oír aquello.

—Perdón… yo… creo que recordé que debo hacer algo — era la excusa perfecta para largarse de ahi, pero James lo detiene.

—No. Hoy no— le dice — hoy te necesito conmigo.

—No quiero acompañarte en tus “negocios” de hoy— le dijo claro.

Que James fuera un millonario no significaba que pudiera comprarlo a el.

James rueda los ojos aburrido. En ese momento su teléfono suena. Una vista rápida le hace notar que se trata de una tal Angelica.

¿Acaso la lista interminable de chicas de James no se acababa nunca? Una desfilaba, y dos mas ya estaban en la cola.

—¿Quién es?—indago la chica sentada a su lado

—¿Qué?

—Algo sonó— dijo

—No.— le dijo — es el suelo

—¿El suelo sonó?

—Si. ¿Qué raro no?

Aquel sonido sigue siendo insistente. James suspira, y finalmente contesta — Amor—dice jovial. Aquella chica enrojece, y no precisamente complacida. Su gesto ahora es una furia eminente.

Aiden retrocede en cuanto la ve.

Ella se ha levantado también y le ha arrojado el café encima a James. El café caliente.

Su amigo hace una mueca de dolor y regresa a mirarla indignado —¿Qué te sucede?

—¡Eres un imbécil James Blake! Y así nadie nunca va a quererte. Recuerda mis palabras. ¡Nunca! —y así se marcha del lugar.

James se gana la atención de todos los clientes.

—No te sientas mal, pero...—Aiden lo observa — creo que te lo merecías

—Merezco mucho mas que solo esto— reconoció el a su pesar

—¿El sexo es tan increíble?

—No es cuestión de eso. Quizás pienso que si pruebo con todas en algún momento me encontrare a alguien que sea diferente.

—Eso no te funcionara. Tu lógica apesta

—¿Y porque?

—Pues, porque tu situación no es la correcta. Ahora mismo, todas las chicas que se te acercan, lo hacen por tu dinero, o tu atractivo fisico. —Aiden lo piensa —O ambas.

—¿Eso es malo?

—No creo que puedas encontrar el verdadero amor así

—Quizás ahora mismo, no deseo eso.

—¿Qué deseas entonces?

El miro hacia la calle que llevaba a su hogar. Ahora mismo, todo cuanto habia querido, se encontraba en su habitación. —Un milagro. —dijo

Aiden negó con la cabeza.

—¿No tenias a alguien en el teléfono?

—Oh…— dijo. Pero cuando su teléfono volvió a su oído esta ya habia colgado Un mensaje habia llegado en su lugar.

—¿Qué te dijo?— le pregunto curioso

—Créeme, no son palabras bonitas.

—Últimamente no te dirigen muchos halagos

El chico suspira y aquel cabello negro le cae sobre el rostro. Sus ojos azules se centran en el vaso de agua aun encima de la mesa. La única cosa que aun seguía sobre ella. —No necesito la amabilidad de la gente. Solo sus servicios

Eso debería haberlo ofendido, pero no lo hizo.

—¿Y en que requieres exactamente mis servicios ahora?— indago el muchacho

—Necesito un cuchillo.

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