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Capítulo dos. ¡Déjame en paz!

Benjamín abrió la puerta de su departamento, esperando encontrar el desastre que había dejado la noche anterior, para su sorpresa, la casa estaba limpia y todo en perfecto orden.

Gruñó al imaginar a Nick limpiando la casa, tocando sus cosas, sobre todo tocando aquí y allá, ¿es que no podía pensar por una sola puta vez en él? ¿Qué era lo que le obligaba a pensar en los demás?

—Llegaste —dijo Nick saliendo de su habitación y fingiendo que la herida no le dolía en absoluto. El ejercicio de la mañana le había provocado dolor, nada que no pudiera soportar, aun así…

—¿¡Se puede saber qué m****a estás haciendo, Nick Turner!? —gritó Benjamín, asustando al chico.

—¿Qué es lo que hice? —preguntó él tratando de controlar el tono de su voz, no quería que él se diera cuenta de cuanto le había afectado. Él había sido mesero por muchos años, pero ni siquiera sus clientes le habían gritado de esa manera, ¿Por qué este hombre tenía que ser siempre tan agresivo?

—¿Qué fue lo que hiciste, es en serio, Nick? —preguntó con voz amenazante, caminó con determinación hasta llegar al muchacho—. ¡No puedes hacer ningún maldito esfuerzo!

—No soy ningún lisiado, Benjamín, estoy recuperándome malditamente bien de la operación. ¡Es más, debería estar trabajando en el antro! —gritó ante el comportamiento del agente.

—¡Y una m****a, entre menos te cuidas, más tiempo tardarás en irte de mi casa!

El silencio fue casi sepulcral luego de aquella explosión e intercambio de palabras. Nick miró al hombre frente a él, su rostro mostraba molestia y ningún tipo de remordimiento por sus palabras.

El joven comprendió que solamente era una carga y nada más. Nick se mordió el labio para no llorar, él… él solo quería pagar de alguna manera lo que Benjamín estaba haciendo por él.

—La cena está lista, si no te gusta puedes tirarla en el bote de la basura —dijo.

Nick se olvidó del dolor en su costado, se giró con más brusquedad de la necesaria y caminó a la habitación, cerró dando un portazo y se dejó caer sobre la cama, haló una almohada y la mordió para que él no escuchara su llanto.

Entre tanto, Benjamín se sintió como un completo imbécil por tratar al muchacho con tanta dureza y no podía continuar diciendo que era porque no estaba acostumbrado a la presencia de otra persona en su casa; porque sabía que no era solamente eso. Nick tenía algo que le hacía sentir incómodo, no de mala manera, pero tampoco de la manera correcta.

Dejar que lo acompañara durante una misión había sido un error, traerlo a casa, había sido su elección y lo mínimo que podía hacer era tratarlo bien.

Con la frustración bullendo en su interior se dirigió a la cocina y destapó la cacerola. La sopa olía realmente exquisita y se había fijado que Nick únicamente había empleado verduras para cuidar su dieta.

El policía se pasó la mano sobre el rostro con frustración, caminó y golpeó la puerta un par de veces, pero no obtuvo respuesta alguna por parte del muchacho.

Volvió a la cocina y sirvió dos tazas y dos vasos de jugo, los llevó hasta la mesa, antes de volver a llamar a la puerta del chico.

—Nick, tienes que comer, no puedes dormirte sin tener algo de alimento en tu estómago —dijo mientras golpeaba dos veces más.

—¡Déjame en paz! —gritó Nick al otro lado de la puerta.

—No quise decir lo que dije —mintió y por alguna razón sabía que Nick lo sabía y que eso solo empeoraría las cosas.

—¿De verdad? —preguntó Nick abriendo la puerta de manera abrupta.

—Sí. —Mintió de nuevo.

—Pues no te creo, ¿piensas que soy estúpido?

—No.

—Lo piensas, piensas que solamente un idiota como yo se cruzaría entre una bala y su objetivo, ¿Y sabes qué?

—¿Qué?

—Tienes razón, independientemente si tenías o no un puto chaleco antibalas. No era mi puto problema. No era asunto mío y debió valerme m****a lo que te pasara en ese momento. Pero no, lo primero que hice fue no pensar en mí y pensar en ti. Y pensar que estaba salvándote el culo, cuando lo único que estaba haciendo era ofrecer mi carne al cañón. ¡Así que vete a la m****a!

Nick Turner no esperó una respuesta del agente y antes de que pudiera decir algo, le cerró la puerta en las narices.

—¡Maldita sea Nick, deja de comportarte como un niño! —gritó Benjamín tras salir de su asombro.

Nunca, jamás en la vida, nadie se había atrevido a tanto. Benjamín no podía creer que un hombre como Nick Turner lo tratara de esa manera y encima le cerrara la puerta en sus narices y en su propia casa.

Con todo el enojo que sentía, volvió a la mesa y estuvo tentado a tirar la sopa, pero luego de reflexionarlo por unos segundos, decidió que no podía pelear con la comida y que si Nick deseaba pasar hambre no era su maldito problema.

A la mañana siguiente, Benjamín salió antes de que el sol saliera, no tenía ánimos de ver a Nick y mucho menos de volver a discutir con él, esa tarde procuraría hacer mercado y volver lo más tarde posible, quizá comer fuera de casa fuera la mejor opción. Sí, eso era lo mejor. Verlo el menor tiempo posible haría que los días que faltaban para que se fuera de casa se sintieran menos agobiantes.

Nick escuchó la puerta cerrarse, tenía hambre, saltarse la cena no era una buena cosa. No obstante, compartir la mesa con Benjamín tampoco se le antojaba. El hombre era peor de lo que pensó.

♦—♦—♦♦—♦—♦

—¿Problemas con tu nuevo inquilino? —preguntó Richard acercándose a Benjamín con una taza de café.

—Nada de tu incumbencia y por tu bien, deja a Nick fuera de todo esto —le advirtió.

No era que estuviera interesado en defender al muchacho, pero escuchar su nombre todo el día no era algo que deseaba hacer y eso solo empeoraría la situación.

—Parece que te ha pegado duro, si no supiera que eres tan malditamente heterosexual, creería que estás interesado en él. ¿Has visto su rostro? —preguntó Richard.

—¿Qué tiene su rostro? —rebatió—. Nick es un hombre como todos, nada en especial —dijo volviendo su atención a los papeles.

—¡Dios, debes estar ciego! —exclamó Richard poniéndose de pie.

—Tiene unos labios y una boca, te aseguro que sabe muy bien cómo usarla y no precisamente sobre un coño.

Benjamín apretó los puños y levantó el rostro con intención de enfrentar a su colega, pero Richard se había marchado ya.

—Maldita sea —gruñó Benjamín al imaginarse la boca de Nick sobre su polla…

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