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Capítulo 3. Mala idea

Las horas para el oficial Davis fueron un borrón y antes de que pudiera darse cuenta estaba en la hora de salida.

—¿Vas a quedarte a cubrir turno esta noche? —preguntó su compañero acercándose con el típico vaso de café bien cargado.

—No, pero al parecer tienes prisa porque me marche, ¿algo que deba saber? —le inquirió aceptando el café.

—En realidad estaba deseando acompañarte a casa y supervisar por mi cuenta cómo te está yendo con una esposa en casa —se burló Richard.

—Nick es un hombre, no una mujer, así que guarda tu puto comentario que es innecesario e irrelevante —gruñó Benjamín estrellando el vaso contra el escritorio—. Y no te estoy invitando a mi casa, Richard —agregó antes de ponerse de pie.

—¡Estás mal, Benjamín! —gritó el hombre caminando detrás de él—. Desde que decidiste tenerlo bajo tu responsabilidad estás actuando como un tonto —insistió el hombre siguiéndolo al estacionamiento.

—Déjame tranquilo, Barton, como broma es suficiente una jodida vez, pero esto es un maldito acoso y me harás pensar que tienes interés en Nick —dijo abriendo la puerta de su camioneta.

—Podría ser, Nick tiene una boquita bastante follable, no quiero pensar en cómo su agujero se cerraría sobre mi polla mientras lo follo sin piedad —dijo el hombre quien era abiertamente gay y hasta ese momento Benjamín no había tenido ningún maldito problema con eso, no hasta el momento que Richard convirtió a Nick en el objeto de su fantasía.

Richard Barton ni siquiera lo vio venir y antes de que pudiera evitar el golpe fue lanzado sobre el suelo con el labio partido debido al puñetazo que Benjamín le había regalado.

—¡Maldita sea, Benjamín! —gritó el hombre limpiándose la sangre de su labio partido.

—Te lo he advertido, Richard, no te metas con Nick Turner —gruñó Benjamín, sin imaginar que estaba despertando el lado competitivo de su compañero.

—Tú eres hetero, pero dudo mucho que Nick lo sea y si puedo anotarle un gol, lo haré sin problema —aseguró el hombre poniéndose de pie y dejando que la sangre corriera por la comisura de sus labios.

Benjamín lo miró y sin decir nada subió a su camioneta, decidido a sacarse el sabor amargo de la boca por culpa de Richard Barton.

Mientras tanto, Nick abrió la puerta de la casa de Benjamín, eran casi las seis de la tarde y por un momento creyó que se encontraría con el hombre esperándolo en la sala, pero se había equivocado. No había rastro del tipo y no sabía si sentirse tranquilo o preocupado.

Luego de ver a su hermano y de conversar con él, habían ido a almorzar y a dar un paseo por el parque. Lo había disfrutado muchísimo, tanto como para tomar la decisión de volver a su departamento y descansar un par de días y disfrutar de las horas con Enrique.

No obstante, no quería marcharse sin darle las gracias al oficial Davis, después de todo lo amable y cordial…, que había sido con él.

Nick no pudo evitar reírse de su propio sarcasmo, ese hombre tenía de amable y cordial lo que él tenía de santo.

Nick lo esperó por un par de minutos, pero el agente no se dignó a aparecer, por lo que caminó a la cocina para servirse un vaso de agua y tomar sus medicamentos. La herida dolía menos y estaba seguro de que si se cuidaba adecuadamente su recuperación sería más pronto de lo previsto.

El pensamiento le hizo sonreír, él podría volver a trabajar antes de lo esperado y poder ser económicamente independiente y olvidarse de policías y secuestros.

Total, lo que pasara con Benjamín Davis no era su maldit0 problema.

Luego de ver la hora en su reloj y ver que pasaban de las diez, Nick se resignó. Caminó a su habitación mientras pensaba que sí había vuelto a esta casa, había sido únicamente por sus medicamentos y sus dos mudas de ropa que tenía y nada más.

«Entonces, ¿Por qué no coges tus dos trapos y terminas de largarte de aquí?», le interrogó su propia conciencia.

Nick hizo caso omiso de aquellas palabras y se tiró a dormir.

 Entre tanto, Benjamín abrió la puerta de su casa, miró su reloj, eran poco más de las dos de la mañana, se maldijo porque al siguiente día tenía que entrar a la oficina a primera hora. Pero había necesitado tanto un poco de libertad y de aire fresco. Ahora podía pensar con la cabeza fría, y aunque no se había comportado muy bien con Nick esos primeros días, por lo menos intentaría hacer las paces con él.

—Lo haré mañana al volver del trabajo, ninguno tiene ninguna m*****a prisa —murmuró caminando a su habitación.

Se detuvo cuando pasó frente a la puerta del chico, recordó las palabras de Richard e inevitablemente apretó los puños y gruñó como si fuera un animal salvaje.

—Tenerte aquí es una muy mala idea, tan mala, que no sé en lo que estaba pensando al traerte a mi casa —masculló mientras continuaba su camino.

No obstante, Nick pudo escuchar claramente aquellas palabras y fueron como un golpe seco directamente sobre su herida.

Le dolía y aunque no tenía una puta idea del porqué, tampoco quiso preguntárselo. Benjamín solamente era un conocido, nadie importante en su vida, nadie importante, era simplemente otro hombre más.

A la mañana siguiente, Nick se puso de pie tan pronto como escuchó la puerta cerrarse, se dio una rápida ducha cuidando de no mojar su herida, se vistió y preparó la bolsa con sus medicamentos y su ropa, ordenó la cama y borró todo rastro de él.

Salió y se dirigió a la cocina para prepararse un desayuno rápido, nada que llevara mucho tiempo. Nada que retrasara su estadía en aquella casa.

Una vez que terminó de desayunar, estuvo tentado a dejar todo el desorden y hacerlo enfadar una vez más, pero seguramente al tipo le importaría una mierd4, así que decidió dejar todo limpio antes de marcharse.

No obstante, la puerta entreabierta del hombre le hizo pensarlo dos veces, había ropa tirada dentro de la habitación, entró con paso ligero y calmado, él no iba a tocar nada de lo que ahí había, él no volvería a ordenar sus cosas.

Sin embargo, sus buenas intenciones se fueron a la mierd4 cuando asomó la cabeza un poco más de la cuenta y se encontró con algo que jamás habría podido imaginar.

Nick estiró la mano y sacó el juego de esposas dentro de la gaveta y varios consoladores de todos los tamaños y grosores.

El joven tragó el nudo que se había formado en su garganta al imaginarse a Benjamín utilizando aquellas cosas con su chica de turno. Inmediatamente, entendió el malestar que sentía teniéndolo en casa.

Con él, viviendo bajo su mismo techo, no podía traer a ninguna mujer para sus encuentros sexuales. Debía ser muy difícil para el oficial vivir en castidad por su causa, ¿Era por eso que había llegado tarde anoche? ¿Era por eso que tenerlo en casa era una muy mala idea?

El sabor amargo de la hiel subió por su garganta y le hizo dejar de mirar y salir corriendo, poco faltó para caerse mientras se vio enredado en los pantalones del hombre.

Su corazón latía a toda prisa y como pudo cogió su bolsa y salió sin dejar ni una sola maldit4 nota. Después de todo él solamente era una jodida responsabilidad, únicamente era una puta mala idea.

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