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Capítulo 4. Un hombre arrogante

Nick técnicamente aterrizó en su departamento, agradeció que Quique estuviese en clases o de lo contrario no sería capaz de ocultar su malestar.

Entre el dolor de su operación, el latido alocado de su corazón y las imágenes que acudían a su cabeza se sentía como un completo idiota.

¿Qué le importaba a él lo que Benjamín Davis hiciera con aquellos putos consoladores? No era su jodido problema, tal como pensaba que él no era el problema de Benjamín.

Nick se sentía terriblemente frustrado y se dejó caer sobre su viejo sofá y se mesó el cabello un par de veces, pero en ninguno de aquellos movimientos pudo encontrar paz.

Las imágenes de Benjamín sosteniendo aquellos…

—¡Aaah! Deja de pensar, deja de pensar en idioteces, Nick, no es tu jodido problema. ¡Así él decida metérselos por el culo, no es tu maldit0 problema! —gritó dejando caer su cabeza en sus manos.

Nick no supo cuánto tiempo pasó desde que llegó a su casa y el tiempo que dormitó en el sillón. La hora en el reloj de su descolorida pared le indicaba que su hermano estaba por llegar y él no había preparado nada, ni siquiera se había preocupado por limpiar el pequeño desastre que Enrique había dejado en la sala.

Con pocos ánimos se puso de pie, lo único que echaba de menos de la casa del hombre arrogante, era no sentir el olor a humedad. Nick reflexionó sobre la posibilidad de cambiarse de departamento, aunque este era económico, también era muy lamentable y había días que hasta las ratas se le metían a la casa.

Para eso tenía que volver a trabajar y a esforzarse, quizá el doble o el triple de lo que había estado haciéndolo en los últimos años.

De momento podía contar hipotéticamente con el trabajo en Rent-Cars, un trabajo que le había permitido pagar el alquiler adelantado y ese mes no tenía de qué preocuparse, no obstante, tampoco llevaba trabajando meses en el lugar y era probable que Sebastián prescindiera de sus servicios.

En realidad, su única función en las oficinas de Rent-Cars, había sido para provocar los celos de Oliver Campbell y vaya que había funcionado a la perfección. Ellos ahora tenían una relación estable y él un agujero en el costado por idiota.

Pensar en eso no mejoró su estado de ánimo y pensó que debía salir a buscar trabajo mucho antes de lo esperado.

El ruido de la puerta al abrirse le hizo salir de la pequeña cocina para ver a su hermano entrar.

—¿Nick? —preguntó el chico de quince años entrando como un torbellino al ver el rostro de su hermano.

—Hola —dijo él sin saber qué decir.

—¿Qué haces aquí? ¿El jefe de la policía también vino? —preguntó el muchacho moviendo la cabeza de un lado a otro, como si su diminuto departamento fuera una mansión.

—¿Bromeas? —Nick arrugó la frente y volvió a la cocina, no quería hablar del señor oficial con su hermano ni con nadie.

—¿Qué pasó? —preguntó Enrique entrando a la cocina por un vaso de agua.

Nick se hizo a un lado para darle espacio a su hermano, en el diminuto espacio de la cocina no podían estar los dos.

—Pasó que tengo gastos que cubrir y no tengo alma de mártir, tampoco me gusta que me vean como un estorbo o una responsabilidad. Soy muy capaz de recuperarme en mi casa y de volver al trabajo —respondió de manera abrupta.

El chico asintió y no preguntó más.

—Quizá debas hablar con Sebastián —dijo el Enrique luego de un momento.

—Lo haré, hablaré con él mañana, ven, vamos a comer, que hoy tengo que presentarme al antro y ver si puedo salvar mi puesto de mesero o tendré que buscarme otro empleo —dijo fingiendo que no le preocupaba la situación en caso de que el gerente decidiera correrlo.

—No hay prisas hermano, Sebastián Cooper hizo un depósito esta misma mañana, dijo que era parte de tu sueldo —el chico sacó su móvil y le mostró la notificación del banco a su hermano.

Nick se sintió ligeramente aliviado con aquel gesto de Sebastián, no obstante, era consciente de que no debía abusar del hombre.

—Estaremos bien —dijo sentándose a la mesa y sirviendo un plato de sopa a su hermanito.

Entre tanto Benjamín volvió a su oficina luego de acudir a un llamado de emergencia, violencia doméstica, los casos estaban incrementándose cada día más, si no era una mujer maltratada por su esposo, lo era un hombre maltratado por su mujer o en casos extremos niños maltratados por sus progenitores.

El caso es que siempre tenía trabajo y por fortuna hoy había sido el día de descanso para Barton, sinceramente hoy no estaba para lidiar con las estupideces del hombre.

Pensar en Richard, le hizo pensar en Nick, suspiró y miró su reloj de pulsera, tomó sus cosas y se dirigió a la salida.

De camino a casa consideró que debía disculparse con el chico y ofrecerle una cena como tregua le pareció una magnífica idea. Por lo que manejó hasta una venta de comida, algo rápido y ligero para la dieta del muchacho.

Sonrió ante su estúpida preocupación, en fin. Benjamín como hombre adulto era consciente de que la había cagado con Nick y de alguna manera iba a solucionarlo. Con aquel pensamiento se dirigió a su casa.

Benjamín no se sorprendió al ver las luces apagadas, seguramente Nick seguía furioso con él por sus resientes enfrentamientos, así que no le dio importancia, abrió la puerta y el silencio lo saludó.

Prendió las luces y caminó a la cocina para dejar las bolsas de comida sobre la mesa, se lavó las manos y caminó a la habitación del chico. Golpeó un par de veces, no obstante, no obtuvo ninguna respuesta.

—¡Nick, abre la puerta! —gritó recargando su cuerpo contra el marco y se cruzó de brazos.

No sabía exactamente que imagen es la que pretendía dar, pero estaba seguro de que Nick se lo pensaría dos veces antes de enfrentarlo esa noche.

—¡Abre la puerta, Nick, ven a cenar! —gritó de nuevo.

Benjamín esperó unos minutos y al no obtener respuesta decidió abrir la puerta, de todas maneras, él había llamado, también le había gritado, por lo que no sería una invasión a su privacidad, y en última estancia era su maldit4 casa.

—¿Nick? —llamó al encender la luz y ver la cama hecha, buscó en el cuarto de baño, pero no había rastro del chico, volvió a la habitación y miró los cajones, sus pocas prendas no estaban y sobre la cómoda sus medicamentos habían desaparecido.

—¡Maldit4 sea, se ha marchado! —exclamó dejándose caer sobre la cama con enfado.

Nick Turner, lo había desafiado...

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