—Hola muchachos —Aaron los saludo serio, porque así era él con los chicos que estaban a mi alrededor. Así fuesen mis amigos.
Tito no habló, se notaba a leguas que se estaba mordiendo la lengua para no soltar algún saludo sarcástico.
—Hola tío ¿como vas?
Tomás si lo saludó, porque no tenía nada en su contra y Aaron le devolvió la sonrisa en saludo.
—¿Vamos a comer? —me preguntó mi amor y asentí.
Me despedí de los gemelos y con una despedida de Tomás y un berrinche por parte de Tito me hice camino con Aaron.
—¿No comeremos en la cafetería? —pregunté cuando note que íbamos hacia el estacionamiento.
—No amor, hoy vamos a comer con Raell —dijo y me tomó por sorpresa.
Nunca he conocido ningún amigo suyo.
No dije nada y emprendimos camino a quien sabe donde, me preguntó como estuvieron mis clases y me contó sobre las suyas. Que como está terminando la carrera todo es más exigente y cosas así.
Pasado un resto llegamos adonde quedaron él y Raell de verse y conocía el lugar, era un lugar lujoso de esos que están acostumbrados y que Aaron me trae de vez en cuando a cenar cuando estoy con él. La verdad no logro acostumbrarme, soy más de lo clásico y sencillo.
Aaron me guió a una de las mesas y allí ya estaba Raell esperándonos, cuando nos vio se levantó para saludar.
Era alto, bien parecido y se notaba que le gustaba el ejercicio. También estaba bronceado, seguro de ir a las playas italianas.
—Llegamos al fin, el tráfico estuvo fuerte —Aaron se quejó un poco—. ¿Tienes mucho rato aquí?
Raell negó la cabeza.
—No mucho.
—Te presento a Liz, mi futura esposa —las mejillas me ardieron con las palabras de Aaron.
¡Su amigo conoce Andrea! ¿Que va a pensar de mí?
—Mucho gusto Liz —Raell me tendió la mano y tímida le respondí el saludo—. Tranquila, ya Aaron me contó todo sobre ustedes —trató de aligerar el ambiente. Al parecer notó mi incomodidad.
Le sonreí para no parecer tonta y nos sentamos.
—¿Que vas a querer, amor? —preguntó Aaron y vi el menú con duda. Lo único llamativo fue el pollo fritata y sin duda lo pedí.
—Una Barranquillera gringa ah —bromeó Raell y me colore de nuevo.
—Me gusta el pollo —me encorve de hombros.
Él se rió y su risa fue contagiosa. Me caía bien, era relajado, sencillo y sin infulaz de adinerado. De hecho, era el primer amigo de Aaron que conocía en persona, ya que por razones obvias no podía compartir con nadie de su vínculo.
A lo poco trajeron nuestro almuerzo y comimos entre pláticas y bromas. Me sentía cómoda, era bueno pasar tiempo con Aaron y aunque sea un amigo suyo. Por primera vez no me sentí la otra, la desplazada, la que no tiene derecho a estar con él en público.
—Mañana habrá una reunión en la costa —empezó a decir Raell—. Estarán ciertos empresarios y amigos de mi papá. Deberías ir, así conoces a Wilker Ramos, el empresario que recluta estudiantes de economía. Note cómo mi novio se puso algo tenso. —Ya sabes que no puedo ir a esas reuniones sin mi papá y el de Andrea —dijo Aaron algo serio—, ellos tienen otros planes para mí. Raell rodó los ojos, —ya es hora que saltes de ese barco —lo aconsejó y la conversación me dejó intrigada—. Te hunden y no te dejan ser libre. —No quiero hablar de eso —Aaron me miró de reojo nervioso. Era como sino quisiera que yo escuchase algo o descubriera esa faceta suya. Raell se acordó que estaba aquí y cerró la boca. Eso me dio un mal sabor de boca, algo se traían estos dos. Aaron nunca me hablaba de sus padres, ni de su relación familiar. Ahora que me ponía a ver, no sabía casi nada de su vínculo social. Lo único que sabía era lo poco que me contaba, cuando estaba conmigo solo eramos él y yo —Ya vue
El ambiente se formó insoportable en menos de un segundo. Quise salir corriendo pero la situación no me dejaba salida, solo permanecí en mi lugar esperando que Aaron interviniera en este enredo. —¿Quién es ella? —preguntó la susodicha mirándome con curiosidad. No tenía ápice de celos o molestia, solo eso: curiosidad. —Ella es una amiga —respondió Aaron cuando por fin encontró su voz—. De hecho es la novia de Raell —añadió y decir que me dolió fue poco. Si antes me sentí diminuta, ahora quería desaparecer. Andrea sonrió gustosa por la noticia. —¡Que bien! —su emoción fue grande—. No mencionó nada en la fiesta de bienvenida que malo es. —Es que apenas lo dejaron respirar ese día —Aaron soltó una risita nerviosa y sentí como me miraba. Yo no lo hice, era capaz de explotar aquí mismo si encontraba sus ojos. —¿Me perdí algo? —se escuchó la voz de Raell cuando regresó a la mesa. Lo miré apenada, por la bomba que estaba apunto de explotar en sus narices. —Que tienes novia y n
¡Hostias! Que suplicio. —¿Y dónde se conocieron? Si estuviste en Italia todo este tiempo —siguió de intensa. Raell y yo nos miramos las caras sin saber que decir. Yo me quedé callada, no iba hacer más grande esta telaraña. —Nos conocimos antes de irme, la verdad me dolió dejarla pero la espera valió la pena —él armó un peliculón en cuestiones de segundos y me sorprendió su habilidad para mentir. Porque hasta creíble era el cuento. —¡Qué romántico! —esta de un feliz ella—, ¿Y mantuvieron una relación a distancia todo este tiempo? ¡Dios mío! Que deje de preguntar tanto. —Si, por eso cuando llegué lo primero que hice fue localizarla —me miró y añadió—: La extrañé muchísimo. Estaba sudando, se notaba que esta situación ya lo estaba poniendo incómodo. Bien hecho, nadie lo mandó a invitar Andrea a comer con nosotros. —Pues el sábado tendremos una reunión en el yate que me regaló mi papá, así que los espero allí —nos invitó y en eso le acarició con cariño el cabello a Aaron.
Si la familia de Aaron tenía dinero, la de Raell parecía tener el doble. Me abrió la puerta y me pareció muy amable de su parte, subí y me sentí tan extraña en un auto cómo este, todo era tan limpio y nuevo que me dio miedo hasta poner los zapatos en la alfombra y que se ensuciara. Cuando Raell subió encendió el aire acondicionado y emprendió camino. Suspiré para mis adentros, recordar la escena de Andrea con Aaron me taladraba el pecho, hoy me di cuenta que ella tiene más poder sobre él que yo. Lo que más me dolió es que él no hizo nada por detenerla, e inventar que yo era novia de Raell sobrepasó los límites. —¿Vives Cerca del centro? —Raell me hizo aterrizar a la realidad. Lo miré apenada. No lo conocía en absoluto y estaba en su auto después de interrumpir su almuerzo por culpa de mis enredos con Aaron. —Vivo en la intercomunal, en uno de esos edificios —le di mejor la dirección y lo puso en su GPS. —Disculpa que le siguiera el juego a Aaron —lo escuché decirme después de u
—Gracias, aunque nisiquiera tengo tu número —bromee y enseguida sacó su teléfono. —Dicta los dígitos y te llamo para que tengas el mío —eso fue tan rápido que hasta me tomó por sorpresa. Aún así accedí y le dicte mi número de teléfono. Efectivamente, me llamó y pude guardar el suyo. —Ya tienes mi número, no hay excusas —ahora el que bromeó fue él y le sonreí en respuesta. Me despedí por última vez y bajé de la camioneta para entrar al edificio. Lo que hice fue entrar al apartamento y dejé salir las lágrimas. Estaba devastada. Aaron no tenía corazón, era tan egoísta, cínico, golipollas y miles de profanidades más. Y yo una completa idiota por soportarlo... Es que ¿qué necesidad tenía yo de aguantar esto?, ¿de verdad era amor lo que sentía por él, o simple dependencia emocional? Me sentía tan confundida y molesta en este momento, con ganas de dejar todo esto sin mirar atrás. Pero dolía, la sola idea de dejarlo me rompía el corazón en mil pedazos. Odiaba estar así, tan sensi
—Lo reconozco —se sentó junto a mí en la cama—. Sé que no debí inventar eso, pero me bloqueé. Traté de no ceder, porque cuando lo tenía cerca siendo tan amable conmigo era muy blandengue. —Tuviste miedo de perderla en ese momento. —¿Qué? Claro que no Liz —sostuvo mi mano—, pero si se enteraba mi mundo se viene abajo y tu lo sabes bien. —A mí ya no me importa si te quedas sin dinero o no —aparte su mano de la mía—. Esto no me afectaba antes pero verte con ella fue mi límite Aaron. —¿Qué quieres decir con eso? —preguntó temeroso. Me di valor para lo próximo que diría. —Que no quiero seguir contigo si estás con Andrea —se lo dejé claro, ya era tiempo de poner las cosas claras. Ya no quería ser la otra, quería ser la oficial y sino estaba dispuesto hacerlo entonces así me doliera tomaría otro rumbo sin él. —Amor por favor no me hagas esto —suplicó—, lamento lo de hoy no quiero que pienses que Andrea me importa más que tú —sostuvo mis mejillas con cariño. »eres la mujer que amo
Hoy no podremos vernos amor, llegó mi mejor amigo y Andrea quiere hacerle una fiesta de recibimiento* Leí el mensaje que envió mi novio y mi corazón se volvió trizas. De nuevo yo quedaría en segundo lugar cuando de Andrea se trataba. ¡A mala hora acepté esto! Aaron y yo teníamos casi un año juntos, pero nunca estuvo en mis planes enamorarme de él hasta el punto de ser su segunda opción. Cuando lo conocí él nunca me dijo que estaba con alguien más, pensé que era la única en su vida hasta que un día le descubrí varios mensajes con ella. Lo enfrenté y no tuvo opción que decirme la verdad, ellos eran novios desde el colegio y le era difícil cortar con esa relación porque sus padres la aprobaban y otros motivos que ni me importan. Mi mundo se vino abajo cuando lo supe. Al principio traté de olvidarlo y dejarlo atrás, pero su insistencia y mi amor estúpido y ciego me llevó aceptar esta relación por como pinta ahora: Andrea la oficial y yo la otra. Soy tonta lo sé, pero me involucr
Estaba estudiando, no te pongas así. Su respuesta llegó rápido. Estoy en el edificio, ya voy subiendo. Mi corazón dio un vuelco cuando leí el mensaje y como una loca guarde todos los libros y medio arregle la cama. Quise cambiarme de ropa pero escuché la puerta del apartamento abriéndose. —¡Llegó el hombre de tu vida mi amor! —Aaron saludó cuando cerró la puerta. Llegué hasta el recibidor y me sonroje cuando se me quedó mirando completita. Tenía puesta solo una bata de seda. Obvio, si mi pensado era dormir no esperarlo a él. —Toda esa espera valió la pena, ahora que te veo así —se acercó a mí y cuando me tuvo entre sus brazos, me apretó la cintura con deseo. Casi gimo en el acto. —Tengo ganas de ti Liz —dijo con su voz enterrada en mi cuello—. No veía la hora de venir a verte. Sus palabras me derritieron completa. Siempre tenían ese poder sobre mí. —Quiero quitarte esta bata —comenzó a subirla poco a poco, hasta llegar a mis glúteos—. Apretar este rico trasero y darle nalga