Elena llevaba puesto un traje blanco con flecos, elegido especialmente por María, con un diseño de cintura semitransparente que dejaba ver sutilmente su figura, irradiando una sensualidad discreta y elegante.Los dedos de Miguel, algo ásperos debido al ejercicio constante, rozaban precisamente esa delicada parte descubierta. —Ten más cuidado, — le susurró en un tono bajo, casi burlón, cerca de su oído, mientras su cálido aliento le erizaba con suavidad la piel. —Ya eres una adulta, Elena, y aún te tropiezas al caminar. Alguien podría pensar que lo hiciste a propósito para caer en mis brazos.El contacto de sus dedos sobre la piel sensible de su cintura provocaba un leve cosquilleo que ascendía desde su espalda, extendiéndose poco a poco hasta el pecho en una chispa que aceleraba su corazón sin que pudiera evitarlo. Sabía que había sido un accidente, pero cada roce con Miguel siempre le dejaba esa inexplicable sensación de vulnerabilidad.Cuando al fin se estabilizó y recuperó el e
Cuando Elena llegó a la comisaría, aún no había amanecido, y las pequeñas gotas de lluvia se arremolinaban en el viento nocturno, deshaciéndose al tocar el suelo y formando una capa de lodo sobre el pavimento.Dos horas antes, había recibido una terrible noticia: Miguel, su esposo, con quien acababa de casarse, había sido arrestado bajo sospecha de violación. Por lo que, pensando que no quería alarmar a su familia, y en calidad de abogada y familiar directa, fue ella quien acudió de inmediato a la comisaría.Sentada en la sala de visitas, Elena se encontraba limpiando cuidadosamente el barro de sus tacones cuando Miguel entró, cabizbajo y escoltado por dos policías.Al verla, los oscuros y penetrantes ojos de Miguel mostraron una leve de sorpresa, y, de inmediato, se acercó, desplomándose en la silla que se encontraba frente a ella, con una actitud algo despreocupada.Elena se enderezó un poco y observó cómo Miguel cruzaba las piernas, con una desconcertante calma, exhibiendo una
—La captura de las cámaras de seguridad del hotel muestran al sospechoso usando una máscara. Sospechar de Miguel solo por el parecido en su apariencia y peinado es claramente insuficiente como prueba —dijo Elena en voz baja, pero firme; cada una de sus palabras era precisa y resonaba con una determinación inquebrantable.Dylan sintió cómo sus oídos vibraban por la intensidad de sus palabras. Observó a Elena, quien irradiaba una deslumbrante confianza profesional, y no pudo evitar recordar cómo, en sus años de universidad, ella se mostraba igual de atrevida y resuelta en los debates.Al notar el silencio reflexivo de Dylan, el oficial subalterno no pudo evitar responder: —La víctima lo acusó directamente, y encontramos su ADN en el semen extraído. ¡Esa es la prueba más sólida de este acto atroz!Los oscuros y brillantes ojos de Elena no pestañearon ni por un segundo; permanecía calmada a pesar de la presión. —Después de más de dos horas de agresión y abuso, no se encontró ninguna
—¿Qué clase de mujer no puede conseguir el señor Díaz? —respondió Elena con calma, ignorando la extrañada mirada de Miguel—. No necesitas recurrir a estos métodos tan bajos y ruines.En cuanto a apariencia, físico y poder, Miguel estaba siempre entre los primeros en la lista de los hombres más deseados de México, y las mujeres que buscaban su favor no se contaba en cientos, sino en miles.Hacía tan solo un mes, en una de esas noches despreocupadas, una mujer obsesionada con él lo había drogado sin que se diera cuenta. Inesperadamente, bajo los efectos de la droga, él había terminado teniendo relaciones con ella mientras ella estaba borracha.—Hum… —murmuró Miguel, acomodándose con pereza en el asiento, dejando escapar una risa burlona—. Ya que la abogada Elena parece conocerme tan bien, ¿por qué no intenta adivinar dónde estuve anoche?—Señor Díaz, si no coopera, solo logrará que la investigación de la policía se prolongue aún más —respondió Elena con seriedad.—¿Y eso qué importa
A la entrada de la Finca Díaz.Elena apenas había estacionado el auto cuando Miguel bajó sin decir ni una sola palabra.Al verlo, ella también se apresuró a bajarse y aceleró el paso para alcanzarlo. Si iban a actuar, debían hacerlo bien; en presencia de la abuela, debían aparentar ser una pareja unida y enamorada.Por suerte, Miguel parecía dispuesto a colaborar, ya que, justo antes de entrar en la casa, él se detuvo por un instante.Aprovechando la oportunidad, Elena se acercó y le tomó del brazo. Miguel bajó la mirada hacia la delicada mano de Elena, visiblemente incómodo. Respirando profundo, ella levantó la mirada y le dedicó una sonrisa, mientras le recordaba: —Es por la abuela; soporta esto por un corto tiempo, esposo.—Igualmente —replicó Miguel con una sonrisa irónica, dejando entrever un tono burlón—. Gracias por el esfuerzo, esposa.Después de una repentina pausa, levantó la otra mano y la colocó justo sobre la de Elena, presionando con intención, mientras le dedic
Consciente de su error, Elio no pareció preocuparse de que Elena aprovechara el momento para confrontarlo.—¿No es cierto que esta mañana fuiste corriendo a la comisaría solo para reencontrarte con el nuevo inspector, Dylan? —comentó con una sonrisa algo maliciosa.Elena se quedó perpleja. Elio no solo sabía dónde había estado, sino que también estaba al tanto de su relación con Dylan. Definitivamente, lo había subestimado. Después de todo, conocía a Dylan desde hacía siete años, cuando él era reservado y solitario, distante incluso con los más cercanos. Además, su madre se había encargado de eliminar cualquier registro que conectara a Elena y a Dylan, borrando cualquier rastro de aquella relación y el lazo que había existido entre ambos.Que Elio hubiera descubierto su vínculo con Dylan implicaba que también conocía el motivo de la visita de Miguel a la comisaría. Sin embargo, que Elio insinuara de forma deliberada que existía algo entre ella y Dylan, buscaba crear una grieta en
Miguel nunca ha sido del tipo que se frene por nada De hecho, la última vez, después de haber sido drogado, a pesar de que sabía que ella estaba ebria y fuera de sí, él decidió acostarse con ella de todos modos. Cuando despertaron, ella le había recriminado que aquello había sido un vil abuso, pero él le había devuelto el comentario, asegurando que había sido ella quien lo había buscado, y, con una sonrisa irónica, le había insinuado que no quería hacerse responsable.Después de su sarcástico comentario, Elena había hecho un esfuerzo por recordar lo sucedido, y vagamente le vinieron las palabras de él, algo como: «Eres tú quien quiere estar conmigo, no te arrepientas después». Sin embargo, conociéndose a sí misma, Elena estaba convencida de que jamás lo habría buscado por iniciativa propia. Ni siquiera bajo los efectos del alcohol. La única explicación posible era que él hubiera aprovechado su estado para provocarla y seducirla, logrando que ella le correspondiera.Sintiendo la i
—Vaya, si que eres generosa, ¿no es así? — Miguel la miró en silencio durante un largo rato antes de hablar con indiferencia, para luego volver y caminar hacia la cama.Elena dejó escapar un suspiro de alivio mientras desplegaba una manta ligera sobre el sofá.Miguel se sentó al borde de la cama, sus ojos oscuros y profundos la observaban sin decir una palabra, examinando cuidadoso cada uno de sus movimientos.Sintiendo su mirada inquisitiva, Elena explicó: —Dormiré en el sofá.Miguel se detuvo un segundo antes de responder con un tono sarcástico: —¿Qué pensabas, que yo iba a dormir ahí?Sin cambiar de expresión, Elena respondió: —Por supuesto, que el señor Díaz, tan distinguido como siempre, no debería dormir en un sofá. Al escuchar su tono formal y algo distante, Miguel soltó una risita: —Al menos sabes cuál es tu lugar.Elena: —…Finalmente, después de una noche de tensión, ambos se recostaron cada uno en su lugar.La tenue luz de la lámpara de noche permanecía encendida.