Inicio / Fantasía / Aprendiendo a Amar / 6. Nunca soy suficiente
6. Nunca soy suficiente

Briana:

Mi pecho se estrujo al oír la comparación, sabía que eso era lo que pasaría al obedecer las órdenes de mis abuelos. No quería ser comparada con la difunta Reina, una mujer fuerte, poderosa y amada, todo lo contrario a mí.

Caminé cabizbaja detrás del señor Jones hasta llegar a una habitación del segundo piso, me entregó unas llaves:

— Señorita Lewis, este es su aposento — la mirada del señor Jones era neutra, parecía que no tenía emociones — Saldremos mañana por la mañana con el Rey y sus hombres, pasaré a buscarte, intenta descansar.

—Sí, señor Jones — abrí la puerta del dormitorio y antes de ingresar escuché su voz a mis espaldas.

—Ha sido una suerte encontrarnos con su Majestad, aprovecha esta oportunidad para acercarte más a él, no tendrás tanta suerte de encontrarte con el una vez lleguemos a la Capital. Has conseguido llamar su atención, no lo estropees y cumple con las órdenes de mis Señores.

Asentí sin darme la vuelta y cerré la puerta a mis espaldas, la habitación estaba oscura, apoye la espalda en la superficie de la puerta y me deje caer hasta sentarme en el frío suelo.

Estaba cansada, no solo del viaje, sino de mi vida en general.

- ¿Qué mal cometí en mi vida pasada para sufrir tanto en está? - dije en voz casi imperceptible.

Las cálidas lágrimas comenzaron a descender por mis mejillas, hacía tiempo que no lloraba, el dolor en mi pecho se intensifico así como las lágrimas que caían de mis ojos.

“¿Por qué tengo que sufrir tanto?”

— Mis padres me abandonaron y rehicieron su vida, mis abuelos no me quieren, no conozco a nadie más de mi familia, no me siento querida, crecí sola a base de duros entrenamientos para intentar alcanzar las expectativas de mis abuelos y aun así, nunca soy suficiente. Nunca soy suficientemente bonita, inteligente, fuerte, nunca soy suficiente — dije con la voz gruesa por el llanto.

Desee tener a alguien que me consuele, que me diga que todo saldrá bien, que la felicidad llegará a mi vida. Desee tener a alguien que me abrace con cariño y me libere de esta soledad, como siempre nadie llegó.

Seque mis lágrimas y me tumbe en la cama, las sábanas eran más finas y rugosas que las de la mansión, me hice un ovillo e intenta apartar los pensamientos que tanto daño me hacían.

El sueño no tardó el llegar y en algún momento perdí la consciencia y me rendí en los brazos de Morfeo.

Toc, toc, toc, el sonido de la puerta hizo que me levantará de golpe, por unos instantes me sentí desorientada, no reconocía el lugar en el que estaba. Los pensamientos del día de ayer inundaron mi mente y la ansiedad que sentí al despertar de forma brusca poco a poco desapareció.

Bajé de la cama y se estremecí, hacía frío en la habitación, la chimenea ya se había apagado.

Abrí la puerta y así estaba el señor Jones, tranquilo y relajado como siempre.

— Buenos días señorita Lewis — saludo— saldremos en una hora, prepárese y baje a desayunar.

— Sí señor Jones — observé como me miraba de arriba abajo, me sentí incómoda.

—¿Hay algún problema señorita? — la pregunta me pillo desprevenida, recordé que anoche estuve llorando y lo más seguro es que ahora tenga el rostro rojo e hinchado.

—No hay ningún problema — dije — bajare a desayunar cuando termine de alistarme.

— De acuerdo señorita Lewis — cerré la puerta y camine al baño, al mirarme al espejo comprobé que en efecto, tenía la cara roja e hinchada, suspiré profundamente y me lave el rostro con agua fría para disminuir la hinchazón.

No me tomo mucho tiempo asearme y prepárame, miré mi rostro pálido por última vez en el espejo, la coleta que mi nana me había hecho antes de partir estaba un poco floja, los mechones se escapaban y caían en mi rostro, tenían los labios un poco secos y los ojos seguían un poco hinchados. “Espero que no se note mucho que he llorado”, pensé peinando los mechones lo mejor que podía. Me apliqué crema en la cara y bálsamo en los labios y salí de la habitación.

— Señor Jones, sigue aquí — me sorprendí al verle parado aún en mi puerta.

—Esperaba para ayudarla a bajar su equipaje — asentí y dejé que retirará la bolsa de mi mano — vamos, nos están esperando.

Al llegar al comedor, observé que estaba lleno, tenía hambre, caminé detrás del señor Jones y llegamos a una mesa con los otros dos guerreros.

—Buenos días Señorita Lewis — saludaron.

—Buenos días — “Ahora que pienso, no me sé sus nombres, ni apellidos, tengo que preguntarles”.

Miré alrededor y no vi al Rey por ninguna parte, esto me tranquilizo, ese hombre me inquietaba. Una camarera me trajo el desayuno, una bandeja con un bollo recién horneado, fruta y un zumo de naranja.

— Gracias — agradecí con una leve sonrisa cuando me entrego la bandeja, tenía hambre, la noche anterior no había cenado nada.

Desayune con ganas, escuchando el suave parloteo del comedor, cuando termine salimos de la cabaña, Elijah estaba junto a los otros caballos, parecía más tranquilo, cuando me vio comenzó a relinchar.

—Tranquilos, ya estoy aquí — le acaricie con una sonrisa y el pego su frente con la mía — ¿has podido descansar?

Me contesto con un relincho y sonreí, una potente e imponente voz me saco de mi mundo:

—¿Estamos todos listos? — pregunto el Rey ya subido a su semental del color del carbón, desde ahí se veía mas temerario y amenazante, parecía un ser capaz de dominar el mundo sin apenas sudar. Sus intensos ojos celestes brillaban como el mar, su abundante cabellera negra se mecía con el suave viento y su enorme y trabajado cuerpo imponía respeto. Ahí, subido en el caballo parecía la mismísima personificación del poderoso Dios del Sol, Magnus du Soleil, el emperador del Sol, el Emperador de Reyes.

Con amargura pensé, “¿Cómo se supone que un ser tan insignificante como yo pueda llamar la atención de semejante hombre?”, baje la mirada sintiéndome pequeña ante su presencia.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo