La Cabaña Azul, una mole de piedra y madera que se erguía imponente en medio del claro del bosque, era un oasis para los viajeros. Sus amplias salas, siempre llenas de bullicio y aromas de comida, ofrecían un refugio acogedor para quienes cruzaban aquellas tierras.
Los cinco jinetes llegaron y fueron recibidos por un joven de baja estatura:
—Buenas noches viajeros — saludo con voz alegre.
—Buenas noches — saludaron los cinco jinetes.
—¿Van a hospedarse en Cabaña Azul? – pregunto con una gran sonrisa en el rostro.
—Si, joven — al escuchar esa potente voz levanto la cabeza aun más y enfoco la vista, abriendo la boca de la sorpresa.
—¡¿Su majestad?! — gritó tapándose la boca e intentando contener la emoción de salir corriendo y decirle a todo el mundo que el mismísimo Rey estaba ahí.
—Shhh, no grite joven, es tarde y hay viajeros descansando.
—Si su Alteza — obedeció bajando la voz y haciendo una reverencia — permita que le acompañe al establo.
Los cinco jinetes siguieron al joven al establo, Briana pasó al lado del joven y este se quedó una vez más con la boca abierta y mirándola fijamente sin poder apartar la mirada.
—¡Qué hermosa! — no pudo evitar decir al observar el rostro de la joven.
Todos se giraron ante las palabras del joven muchacho y observaron a Briana, no pudieron más que estar de acuerdo con las palabras del joven, era hermosa, el Rey apartó la mirada centrándola en su caballo. Briana esta estaba concentrada en relajar a Elijah y no sintió las intensas miradas en ella.
— Tranquilo – dijo poniendo su cabeza contra la suya – tranquilo – acaricio su cabeza con suavidad con su mano libre. Eso pareció calmarlo, era la primera vez que estaban lejos de la mansión – solo será una noche, aguanta unas horas sin mi – el caballo se relajo y se fue a beber agua. Observó a su caballo por unos segundos más y se giró.
Los otros la esperaban, las tres personas que la conocían parecían sorprendidos al ver esa faceta dulce de ella, ella volvió a poner su rostro serio y camino a la entrada del establo, donde la esperaban.
Al registrase en el mostrador del la cabaña, la noticia de que el Rey se encontraba ahí provocó una conmoción que se propago como la pólvora por toda la posada.
Muchos viajeros que antes estaban dormidos se levantaron para observar aunque sea de lejos a su majestad.
Los cinco viajeros estaban sentados en una mesa céntrica del comedor, intentando evitar las decenas de miradas sobre ellos.
—¿Cómo ha resultado vuestro viaje? — preguntó el Rey tomando una trago de la enorme jarra de cerveza.
—Agradable su Majestad — respondió la pelirroja imitando el acto del Rey.
Briana se acarició la cabeza, le empezaba a doler, el día había sido largo, se levantaron temprano para comenzar el viaje y solo habían hecho cortas paradas para descansar y el creciente ruido de la posada no mejoraba su situación.
Observó el plato delante de ella sin mucho apetito, miró la enorme jarra de cerveza y suspiró apartando la mirada, está descanso en la del Rey, que la observaba analizando cada movimiento que hacía. Cuando sus miradas se cruzaron el ruido desapareció y la tensión inundo el ambiente; “¿Cómo se supone que voy a enamorar a este hombre?” se pregunto recordando la misión de sus abuelos sin apartar la vista del hombre que la analizaba con una intensidad capaz de doblegar al más fuerte de los guerreros. “¿Quién eres?” se pregunto a su vez el Rey, por su apariencia deducía que era una noble doncella, pero nunca la había visto en un banquete.
—¿Quién es la joven doncella que lo acompaña señor Jones? — cuestionó sin apartar su mirada de Briana.
—Es la nieta de los Lewis, su Majestad — respondió mirando extrañado como se observaban, se alegro de que el Rey mostrará interés en Briana, eso facilitaría su misión.
—¿Nieta de los Lewis? — se sorprendió, conocía a toda la familia Lewis y nunca la había visto.
—Si su Majestad, es la hija mayor de Simon Lewis, el único hijo de mis señores — Briana apartó la mirada al oír ese nombre, el Rey no pudo ver la emoción que cruzó sus ojos.
— Simón Lewis, Gobernador de Rivera Lunar — se habían visto apenas unos días en la mansión del Gobernador, con su familia y sus tres hijos, supuso que Briana sería una hija ilegítima que tuvo en su juventud. No quiso indagar más al ver la posición tensa de Briana, que distaba con el ambiente festivo del comedor.
Los viajeros bailaban y celebraban al ritmo de la música, admirando de lejos a su Rey.
Briana se levantó con la intención de irse y un señor de avanzada edad que bailaba vívidamente sujeto su brazo haciéndola girar con él. Confusa intento seguir los pasos del hombre, su pálido rostro se puso colorado por el calor de bailar a un ritmo intenso. Observaba como las personas que la rodeaban sonreían con felicidad, deseando que su vida fuese más sencilla, deseando ser libre y poder sonreír así algún día. El señor giró su brazo haciéndola girar una vez más con gran velocidad y no pudo evitar sonreír.
El Rey la observó, sin poder apartar la vista de la joven que había llamado su atención en aquel oscuro bosque, un extraño sentimiento invadió su pecho. Una joven valientemente le pidió bailar y acepto, sus pasos inconscientemente se acercaban a ella, un cambio de pareja y Briana acabo entre sus cálidos brazos, el mundo a su alrededor se detuvo, ella lo observaba con las mejillas sonrosadas por el esfuerzo y los ojos brillantes de la emoción, tan distintos a los fríos ojos que había conocido. Su sonrisa desapareció lentamente y esto molesto al Rey, intento apartarse pero él aferró su cuerpo entre sus fuertes brazos, permanecieron así por unos instantes.
La música cambio y comenzaron un baile lento, la cabeza de Briana descansaba en el pecho del Rey, la mano derecha de este reposaba suavemente en su espalda, bailaron con elegancia por la improvisada pista ahora desierta a excepción de ellos dos, siendo observados por las miradas curiosas de los presentes.
Sus corazones latían descontrolados dentro de sus pechos, ninguno comprendía esa extraña y potente fuerza que parecía arrastrarlos el uno al otro cada vez que sus miradas se cruzaban.
La melodía termino y Briana se apartó, caminado hacía le mesa que compartían, el Rey se quedó solo en el medio de la pista, intentando comprender su extraño comportamiento.
—Señor Jones, deseo descansar — anunció inquieta — ¿puede acompañarme a mis aposentos?
—Si, señorita — está se giro y su frente choco con el cálido y fuerte pecho del Rey.
—Me retiró su Majestad — dijo a modo de despido sin dirigirle la mirada ni reverenciarle.
Cuando estaba subiendo las escaleras detrás del señor Lewis escucho la conversación de dos trabajadoras del lugar:
— ¿Has visto como el Rey la miraba?
—Es imposible no haberse fijado en eso, parece que dentro de poco tendremos nueva Reina.
—Y yo que pensaba que nunca superaría la muerte de la Reina Leila, estaban tan enamorados y se veían tan felices.
—Era la Reina perfecta — dijo con pesar la trabajadora.
Briana:Mi pecho se estrujo al oír la comparación, sabía que eso era lo que pasaría al obedecer las órdenes de mis abuelos. No quería ser comparada con la difunta Reina, una mujer fuerte, poderosa y amada, todo lo contrario a mí.Caminé cabizbaja detrás del señor Jones hasta llegar a una habitación del segundo piso, me entregó unas llaves:— Señorita Lewis, este es su aposento — la mirada del señor Jones era neutra, parecía que no tenía emociones — Saldremos mañana por la mañana con el Rey y sus hombres, pasaré a buscarte, intenta descansar.—Sí, señor Jones — abrí la puerta del dormitorio y antes de ingresar escuché su voz a mis espaldas.—Ha sido una suerte encontrarnos con su Majestad, aprovecha esta oportunidad para acercarte más a él, no tendrás tanta suerte de encontrarte con el una vez lleguemos a la Capital. Has conseguido llamar su atención, no lo estropees y cumple con las órdenes de mis Señores.Asentí sin darme la vuelta y cerré la puerta a mis espaldas, la habitación esta
El sonido de sus pasos descendiendo por las frías escaleras de mármol resonaban por la mansión. Briana avanzó por el pasillo, sus ojos recorriendo los cuadros que decoraban las paredes. Paisajes nevados en su mayoría, pintados con una paleta de blancos y azules, reconocía cada uno de ellos, había dedicado incontables horas de su vida creando esas obras que la acompañaban en la soledad de esa aislada mansión. Cada pincelada era un recuerdo, un pedazo de su tristeza plasmada en el lienzo.Al llegar al salón, la calidez de la chimenea y el aroma a madera quemada la envolvieron, respiró profundamente. Sus abuelos, figuras imponentes y de mirada penetrante, la esperaban sentados en dos sillones de terciopelo negro, situados a los lados de la chimenea.Cuando sintieron sus presencia, sus oscuros ojos se posaron en ella, sintió como el calor de la chimenea quedaba sepultado por la frialdad de sus miradas, se irguió y agarró sus manos, esperando que el frío causado por estas desapareciera.—T
Briana suspiró sentándose en su cama, cansada de que sus abuelos la usaran como una marioneta. Deseaba ser libre y feliz algún día, pero cuánto más crecía más se alejaba de ese sueño.—¿Cuándo podré decidir cómo vivir mi vida? — la tristeza en su voz la hizo sentirse pequeña, en esa enorme y solitaria mansión siempre se sentía pequeña.Toc, toc, toc el sonido de la puerta hizo que se levantará y caminará hacia ella, la abrió a vio a su nana con tres doncellas más.—Señorita, es hora de su baño — asintió y dejo que llenaran la bañera. Cuando las doncellas se retiraron cerró la puerta con pestillo y camino al cuarto de baño.—Nana, los señores Lewis me quieren enviar a la capital para enamorar al Rey — se rio de sus propias palabras, sonaban absurdas.—Niégate a ir si no quieres — su nana la ayudo a quitarse el vestido de terciopelo negro.Se adentró en la bañera de cerámica negra y hundió la cabeza en el cálido agua:—Lo que yo quiera no importa — dijo sacando el exceso de agua de su r
La noche se cernía sobre el bosque, envolviendo en un manto oscuro las copas de los árboles y los senderos tortuosos. Una luna menguante luchaba por perforar la espesa bóveda de hojas, proyectando sombras alargadas que danzaban al compás del viento. Una gruesa voz rompió en el bosque:— ¿Qué tenemos aquí? — una desconocida voz sonó a sus espalda, Briana se estremeció.Los cuatro se habían colocado en círculo al oír la masculina y amenazadora voz, esperando a que empezase la lucha.Un solitario jinete apareció de entre las sombras, su rostro estaba oculto por la capucha que llevaba.—Le recomiendo que no se atreve a atacarnos, pertenecemos a la familia Lewis y cualquier daño a nuestra persona será el fin de vuestros días — amenazó el señor Jones sin ningún ápice de miedo.—Chicos, pertenecen a la Casa Lewis — vítores de emoción resonaron por el bosque — buscábamos un poco de plata y hemos encontrado la fuente del oro, hoy es nuestra noche de suerte — se oyeron más aplausos y vítores.—
Ninguno de los dos bajo la guardia, la mano izquierda de Briana agarrada con fuerza por el desconocido sostenía la daga a centímetros del cuello de este y su brazo derecho también estaba apresado por las cálidas manos de este imponente y gran hombre.Se observaban en silencio, sus miradas estaban hipnotizadas la una de la otra, ambos eran incapaces de apartar la vista, queriendo, deseando ver el alma del otro. La tensión que se había formado mantuvo a todos los presentes en silencio, nadie se atrevía a hablar.—¿Quién eres? — cuestionó con voz grave y profunda el desconocido.—¿Quién es usted? — contestó Briana desafiante, sin bajar la daga, aguantando el dolor que le provocaba el fuerte agarre del hombre.—El que hace las preguntas aquí soy yo — Briana hizo una mueca de burla—Muy autoritario para ser un simple bárbaro — dijo soltando su brazo derecho de un fuerte tirón. El hombre sonrió con sorna.—¿Un bárbaro? —cuestionó con una mueca burlona en sus labios.—¿No viene a por sus hom