El sonido de sus pasos descendiendo por las frías escaleras de mármol resonaban por la mansión. Briana avanzó por el pasillo, sus ojos recorriendo los cuadros que decoraban las paredes. Paisajes nevados en su mayoría, pintados con una paleta de blancos y azules, reconocía cada uno de ellos, había dedicado incontables horas de su vida creando esas obras que la acompañaban en la soledad de esa aislada mansión. Cada pincelada era un recuerdo, un pedazo de su tristeza plasmada en el lienzo.
Al llegar al salón, la calidez de la chimenea y el aroma a madera quemada la envolvieron, respiró profundamente. Sus abuelos, figuras imponentes y de mirada penetrante, la esperaban sentados en dos sillones de terciopelo negro, situados a los lados de la chimenea. Cuando sintieron sus presencia, sus oscuros ojos se posaron en ella, sintió como el calor de la chimenea quedaba sepultado por la frialdad de sus miradas, se irguió y agarró sus manos, esperando que el frío causado por estas desapareciera. —Toma asiento —empezó su abuelo, su voz grave y profunda. Su corazón se aceleró y su cuerpo se tensó, rara vez le pedían que se sentará cuando requerían su presencia. Briana supuso que la conversación iba a ser larga. Se acomodó en el sofá situado delante de los dos sillones, la distancia que los separaba era de más de tres metros, aunque para ella, eran demasiado pocos. Coloco su vestido de seda negra y espero. —Como sabes, se acerca el Torneo de Sangre—continuó su abuela, su mirada fija en ella. Briana conocía el Torneo, era una antigua tradición en la que los jóvenes guerreros de los distintas ciudades del imperio competían en diversas pruebas para demostrar su valía. —Este año participarás en nombre de la Casa Lewis – el pulso de Briana se detuvo e intentó ocultar lo mucho que esa declaración la había afectado. —No estoy preparada para participar en el Torneo — dijo sabiendo que como se sintiera no importaba. — Lo estás, no hay nadie en este reino capaz de vencerte en un combate a muerte – declaró el señor Lewis con confianza en sus palabras — te hemos entrenado desde que eras pequeña. — Es hora de que demuestres lo aprendido — concluyó su abuela, Briana asintió, sabía que la única opción era aceptar lo que hicieran con su vida, sin importar lo que ella quería, siempre había sido así. —¿Cuándo marcharé hacia la capital? — deseaba terminar cuánto antes esta conversación e irse a sus aposentos. —En dos días partiréis hacia la capital, el señor Jones te acompañará, irás con dos guerreros más — respondió su abuela con la vista clavada en las llamas de la chimenea. — Me retiro para comenzar a preparar mi equipaje — se puso de pie con la intención de irse pero la palma de su abuelo extendida hacia ella la detuvo. —Siéntate, no hemos terminado — Briana se preguntaba que más podrían querer decirla. El silencio en la sala solo era interrumpido por el ruido que hacía la madera al arder, Briana estaba incómoda, siempre se sentía así en compañía de sus abuelos. Observaba sus manos, tenía los dedos rojos por lo fuerte que las agarraba entre sí. Levantó la vista y los vio mirándola fijamente, eso la incomodo aún más, de forma inconsciente se removió en el sofá. —Como sabes la situación de la familia ha empeorado en los últimos años — hablo con pesar al fin su abuela. Briana se mantuvo callada, sabía que los Lewis habían perdido un poco de poder tras el crecimiento de la influencia de la Casa De Bord, pero nada grave. Seguían siendo unas de las familias más ricas e influyentes del Imperio. —Pensamos que va siendo hora de que participes en los asuntos de la familia, ya no eres una niña, sino una mujer — Briana estaba confusa, no entendía a donde querrían ir con esas afirmaciones, nunca hablaban con ella sobre los problemas de la Casa Lewis pues no la consideraban digan de llevar su apellido. —Durante el Torneo queremos que te acerques al Rey — se congeló ante esa declaración.— ¿Qué relación hay entre el Rey y la situación de la Casa Lewis? – cuestiono con voz suave y tranquila.
— En la Asamblea Real a la que fuimos hace unas semanas se sugirió la creación de un cuartel militar en el Oeste, que en principio estaría a cargo de la Casa De Bord. Este hecho pondría en una situación difícil a la familia, ya que actualmente estamos a cargo del mayor cuartel militar del Imperio. —Sigo sin ver la relación entre mi acercamiento al Rey y la situación de la familia — la mirada de sus abuelos se endureció. —Queremos que te acerques a él para influir en sus decisiones— Briana casi se atragantó de los absurdo que sonaba el plan. —No creo que ese plan sea factible, se dice que su majestad no es un hombre influenciable y mucho menos manipulable. —Es tu misión hacer que eso cambie — la señora Lewis se puso de pie y camino hacia uno de los ventanales, observaba como la nieve caía en el suelo ya blanco — Será un Rey, pero sigue siendo un hombre y los hombres son débiles a la carne y al deseo. —Muchas mujeres de la nobleza se han acercado a él con las mismas intenciones y han fracasado, conmigo no será diferente. Desde que murió su esposa no ha mirado a nadie más. —Eres diferente a ellas Briana, ¿verdad? – se estremeció ante la mirada que le dio su abuela desde el ventanal, una mirada que parecía conocer el secreto que llevaba años ocultando. Negó mentalmente, había tenido cuidado al ocultarlo desde que apareció, su abuela no podía saber de su existencia. —No hay mucho que me diferencia de ellas señora Lewis, de hecho las jóvenes nobles saben cortejar a un caballero, yo no domino ese arte — su abuela camino hacia ella y se sentó a su lado, se apartó evitando su toque. —No hay necesidad de saber cortejar a un caballero, emplea tu belleza y fuerza para llamar su atención. La antigua Reina era una noble guerrera, una mujer hermosa y fuerte, eso cautivó al entonces Príncipe, vi con mis propios ojos como se enamoraba de ella. —Yo no soy ella — reclamó apartando la mirada. —No eres igual de hermosa pero eres más fuerte, el Rey se siente atraído por las mujeres fuertes — se estómago se apretó, no quería se participe de ese retorcido plan. —Tu deber es ganar el Torneo para llamar la atención de su majestad y poco a poco acercarte a él — concluyó el señor Lewis. —No es una tarea fácil la que me ordenáis, enamorar a un hombre enamorado de su esposa muerta para influir en sus decisiones y evitar que se construya el cuartel del Oeste que estaría a cargo de la familia de su esposa muerta — resumió— Todo esto únicamente para evitar que la Casa Lewis pierda el poder que ostenta. —Eres más inteligente de lo que pensaba — dijo su abuelo con una sonrisa en sus labios, Briana sintió escalofríos, era la primera vez que veía a ese hombre sonreír. —No quiero participar en este plan, tiene que haber otras formas de evitar la construcción del ese cuartel. — Lo que quieres no importa — dijo con voz grave y fría su abuelo — lo harás. —Que pronto olvidas que todos estos años te hemos cuidado. Nosotros te dimos un hogar cuando tus padres te abandonaron. Nos debes gratitud, recuerdo haberte repetido muchas veces que en esta vida nada es gratis — espetó su abuela. El pecho de Briana se estrujó recordando esa dolorosa etapa de su vida, se sintió acorralada y en deuda, no le gustaba ese sentimiento. No querría ir al Torneo y mucho menos intentar llamar la atención de un hombre al que nunca había visto en su vida. Suspiró con resignación sintiéndose como una marioneta manipulada por las personas que con dureza la habían criado: —Si consigo llamar la atención de su majestad el Rey, ¿Qué debo hacer? — cuestión mirando sus dedos rojos por el frío que se había apoderado de su cuerpo. —Os obvio Briana, debes casarte con él.Briana suspiró sentándose en su cama, cansada de que sus abuelos la usaran como una marioneta. Deseaba ser libre y feliz algún día, pero cuánto más crecía más se alejaba de ese sueño.—¿Cuándo podré decidir cómo vivir mi vida? — la tristeza en su voz la hizo sentirse pequeña, en esa enorme y solitaria mansión siempre se sentía pequeña.Toc, toc, toc el sonido de la puerta hizo que se levantará y caminará hacia ella, la abrió a vio a su nana con tres doncellas más.—Señorita, es hora de su baño — asintió y dejo que llenaran la bañera. Cuando las doncellas se retiraron cerró la puerta con pestillo y camino al cuarto de baño.—Nana, los señores Lewis me quieren enviar a la capital para enamorar al Rey — se rio de sus propias palabras, sonaban absurdas.—Niégate a ir si no quieres — su nana la ayudo a quitarse el vestido de terciopelo negro.Se adentró en la bañera de cerámica negra y hundió la cabeza en el cálido agua:—Lo que yo quiera no importa — dijo sacando el exceso de agua de su r
La noche se cernía sobre el bosque, envolviendo en un manto oscuro las copas de los árboles y los senderos tortuosos. Una luna menguante luchaba por perforar la espesa bóveda de hojas, proyectando sombras alargadas que danzaban al compás del viento. Una gruesa voz rompió en el bosque:— ¿Qué tenemos aquí? — una desconocida voz sonó a sus espalda, Briana se estremeció.Los cuatro se habían colocado en círculo al oír la masculina y amenazadora voz, esperando a que empezase la lucha.Un solitario jinete apareció de entre las sombras, su rostro estaba oculto por la capucha que llevaba.—Le recomiendo que no se atreve a atacarnos, pertenecemos a la familia Lewis y cualquier daño a nuestra persona será el fin de vuestros días — amenazó el señor Jones sin ningún ápice de miedo.—Chicos, pertenecen a la Casa Lewis — vítores de emoción resonaron por el bosque — buscábamos un poco de plata y hemos encontrado la fuente del oro, hoy es nuestra noche de suerte — se oyeron más aplausos y vítores.—
Ninguno de los dos bajo la guardia, la mano izquierda de Briana agarrada con fuerza por el desconocido sostenía la daga a centímetros del cuello de este y su brazo derecho también estaba apresado por las cálidas manos de este imponente y gran hombre.Se observaban en silencio, sus miradas estaban hipnotizadas la una de la otra, ambos eran incapaces de apartar la vista, queriendo, deseando ver el alma del otro. La tensión que se había formado mantuvo a todos los presentes en silencio, nadie se atrevía a hablar.—¿Quién eres? — cuestionó con voz grave y profunda el desconocido.—¿Quién es usted? — contestó Briana desafiante, sin bajar la daga, aguantando el dolor que le provocaba el fuerte agarre del hombre.—El que hace las preguntas aquí soy yo — Briana hizo una mueca de burla—Muy autoritario para ser un simple bárbaro — dijo soltando su brazo derecho de un fuerte tirón. El hombre sonrió con sorna.—¿Un bárbaro? —cuestionó con una mueca burlona en sus labios.—¿No viene a por sus hom
La Cabaña Azul, una mole de piedra y madera que se erguía imponente en medio del claro del bosque, era un oasis para los viajeros. Sus amplias salas, siempre llenas de bullicio y aromas de comida, ofrecían un refugio acogedor para quienes cruzaban aquellas tierras.Los cinco jinetes llegaron y fueron recibidos por un joven de baja estatura:—Buenas noches viajeros — saludo con voz alegre.—Buenas noches — saludaron los cinco jinetes.—¿Van a hospedarse en Cabaña Azul? – pregunto con una gran sonrisa en el rostro.—Si, joven — al escuchar esa potente voz levanto la cabeza aun más y enfoco la vista, abriendo la boca de la sorpresa.—¡¿Su majestad?! — gritó tapándose la boca e intentando contener la emoción de salir corriendo y decirle a todo el mundo que el mismísimo Rey estaba ahí.—Shhh, no grite joven, es tarde y hay viajeros descansando.—Si su Alteza — obedeció bajando la voz y haciendo una reverencia — permita que le acompañe al establo.Los cinco jinetes siguieron al joven al est
Briana:Mi pecho se estrujo al oír la comparación, sabía que eso era lo que pasaría al obedecer las órdenes de mis abuelos. No quería ser comparada con la difunta Reina, una mujer fuerte, poderosa y amada, todo lo contrario a mí.Caminé cabizbaja detrás del señor Jones hasta llegar a una habitación del segundo piso, me entregó unas llaves:— Señorita Lewis, este es su aposento — la mirada del señor Jones era neutra, parecía que no tenía emociones — Saldremos mañana por la mañana con el Rey y sus hombres, pasaré a buscarte, intenta descansar.—Sí, señor Jones — abrí la puerta del dormitorio y antes de ingresar escuché su voz a mis espaldas.—Ha sido una suerte encontrarnos con su Majestad, aprovecha esta oportunidad para acercarte más a él, no tendrás tanta suerte de encontrarte con el una vez lleguemos a la Capital. Has conseguido llamar su atención, no lo estropees y cumple con las órdenes de mis Señores.Asentí sin darme la vuelta y cerré la puerta a mis espaldas, la habitación esta