Inicio / Fantasía / Aprendiendo a Amar / 2. Es hermoso, ¿Verdad Elijah?
2. Es hermoso, ¿Verdad Elijah?

Briana suspiró sentándose en su cama, cansada de que sus abuelos la usaran como una marioneta. Deseaba ser libre y feliz algún día, pero cuánto más crecía más se alejaba de ese sueño.

—¿Cuándo podré decidir cómo vivir mi vida? — la tristeza en su voz la hizo sentirse pequeña, en esa enorme y solitaria mansión siempre se sentía pequeña.

Toc, toc, toc el sonido de la puerta hizo que se levantará y caminará hacia ella, la abrió a vio a su nana con tres doncellas más.

—Señorita, es hora de su baño — asintió y dejo que llenaran la bañera. Cuando las doncellas se retiraron cerró la puerta con pestillo y camino al cuarto de baño.

—Nana, los señores Lewis me quieren enviar a la capital para enamorar al Rey — se rio de sus propias palabras, sonaban absurdas.

—Niégate a ir si no quieres — su nana la ayudo a quitarse el vestido de terciopelo negro.

Se adentró en la bañera de cerámica negra y hundió la cabeza en el cálido agua:

—Lo que yo quiera no importa — dijo sacando el exceso de agua de su rostro

—¿Cómo no va a importar, señorita? — dijo con pesar la anciana — es su vida, tiene que poder decidir.

—Debería poder elegir — suspiró quitándose los mechones de pelo del rostro — pero estoy en deuda con ellos, me han criado todos estos años y por este hecho siempre acabo cediendo a sus demandas.

—No les debes nada mi niña, criarte es lo menos que podían hacer por su nieta, fue su hijo quién te tuvo y te abandonó — acarició su abundante cabellera negra con un peine de cristal decorado con pequeñas flores — eres una inocente que sufrió por los caprichos de esos dos.

— No los menciones por favor nana, ya he olvidado sus rostros, no quiero pensar en ellos, no quiero que su recuerdo me haga aún más daño — suspiró por enésima vez dejándose mimar por la única persona que le había dado amor en toda su infancia.

—Irás a la capital, ¿verdad? — la preocupación en la voz de su nada le estrujo el pecho.

—No tengo otra opción — observo el reflejo de su rostro en el agua y repitió en un susurró– no tengo otra opción.

—Debes tener cuidado de que no lo descubran — retiró su pelo de su espalda dejando visible la marca, el ciclo lunar recorría el centro de su espalda, la luz de la luna se filtró por el ventanal y la marca comenzó a brillar— o de lo contrario tú vida será aún más complicada.

—Tendré cuidado, no dejaré que nadie la vea, es un secreto entre tú y yo — la oculto y salió de la bañera.

El resto de la noche transcurrió tranquila, su nana le peinó con suavidad el cabello y la ayudó a conciliar el sueño.

El día de la partida al fin llegó, se encontraban en la entrada de la mansión, Briana se despidió de su nana con un afectuoso abrazo.

—No olvides tu misión — le recordó su abuela.

—La tengo siempre presente señora Lewis.

—Nos veremos en la capital, iremos a ver la final del Torneo — anunció su abuelo— esperamos que compitas en ella.

—Haré mi mayor esfuerzo para no defraudarles — dicho esto se subió a su caballo y se reunió con los otros tres jinetes.

El sol estaba aún oculto cuando salieron de la mansión, antes de perderla de vista se giró y la observó recordando lo dura que había sido su vida ahí. Su corazón latía con fuerza, era la primera vez en 17 años que abandonaba ese lugar por un largo periodo de tiempo, cuanto más se alejaba más liberada se sentía.

Cabalgaron durante varias horas siguiendo el cauce del Río Lágrima de Luna, la fría brisa golpeaba su rostro como consecuencia tenía las mejillas rojas del frío.

El camino a la capital comenzó con tranquilidad y silencio, ninguno de los jinetes dijo ni una palabra en las primeras horas del viaje.

El señor Jones, hombre de confianza de los señores Lewis se detuvo al lado del río:

—Haremos un descanso aquí para dar de beber a los caballos, aprovechada para descansar.

— Sí señor — gritaron los otros dos guerreros.

Briana descendió de su caballo blanco y lo acercó a la orilla del río:

—Bebe Elijah, nos espera un largo viaje — Briana observó el agua cristalina del rio. Vio una pequeña roca blanca y se quitó los guantes para cogerla — que fría está.

Retiró con rapidez la mano y la secó en su abrigo, le encantaba coleccionar ese tipo de rocas, los tenía de varios colores; blancas, celestes, doradas y negras. La guardo en el bolsillo de su abrigo negro.

—¡Se acabo el descanso! — gritó el señor Jones— llegaremos a la altura del Palacio Dorado al anochecer y descansaremos en Cabaña Azul, que está a unas horas del Palacio. Nos espera una larga jornada, en marcha.

Tal y como dijo llegaron al Palacio Dorado al atardecer, justo a tiempo para ver las hermosas vistas, el Palacio se situaba en la desembocadura del Río Lágrima de Luna, la puesta de sol golpeaba en sus paredes de mármol haciéndolo lucir irreal, el mar de Cristal se extendía ante ellos, parecía estar formado por millones de cristales azules y anaranjados, que bailaban a un compás lento, la vista quitaba el aliento.

—Es hermoso, ¿verdad Elijah? — preguntó Briana a su corcel engatusada por la vista que se extendía ante sus ojos.

—Tenemos que continuar o nos cogerá la noche en medio del bosque — anunció el señor Jones.

Briana observó esa hermosa panorámica, deseando poder ver algo así todos los días de su vida, en un rincón tranquilo del Imperio, donde se sintiera en casa. Miró el Palacio Dorado por última vez antes de adentrase en el bosque situado a la derecha del río.

Cabalgaron a un ritmo más lento, con cuidado de no tropezar con las raíces de los árboles, el tiempo en el bosque parecía transcurrir más despacio, la noche ya había caído y solo la luna los iluminaba.

—Estar atentos, a esta hora no es seguro estar en este bosque — advirtió el líder del este grupo improvisado.

Un extraño sonido se escuchó a sus espaldas, y se pusieron en guardia, Briana estaba nerviosa, sabía luchar pero nunca se había encontrado en una situación así.

— ¿Qué tenemos aquí? — una desconocida voz sonó a sus espalda, Briana se estremeció.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo