Briana suspiró sentándose en su cama, cansada de que sus abuelos la usaran como una marioneta. Deseaba ser libre y feliz algún día, pero cuánto más crecía más se alejaba de ese sueño.
—¿Cuándo podré decidir cómo vivir mi vida? — la tristeza en su voz la hizo sentirse pequeña, en esa enorme y solitaria mansión siempre se sentía pequeña.
Toc, toc, toc el sonido de la puerta hizo que se levantará y caminará hacia ella, la abrió a vio a su nana con tres doncellas más.
—Señorita, es hora de su baño — asintió y dejo que llenaran la bañera. Cuando las doncellas se retiraron cerró la puerta con pestillo y camino al cuarto de baño.
—Nana, los señores Lewis me quieren enviar a la capital para enamorar al Rey — se rio de sus propias palabras, sonaban absurdas.
—Niégate a ir si no quieres — su nana la ayudo a quitarse el vestido de terciopelo negro.
Se adentró en la bañera de cerámica negra y hundió la cabeza en el cálido agua:
—Lo que yo quiera no importa — dijo sacando el exceso de agua de su rostro
—¿Cómo no va a importar, señorita? — dijo con pesar la anciana — es su vida, tiene que poder decidir.
—Debería poder elegir — suspiró quitándose los mechones de pelo del rostro — pero estoy en deuda con ellos, me han criado todos estos años y por este hecho siempre acabo cediendo a sus demandas.
—No les debes nada mi niña, criarte es lo menos que podían hacer por su nieta, fue su hijo quién te tuvo y te abandonó — acarició su abundante cabellera negra con un peine de cristal decorado con pequeñas flores — eres una inocente que sufrió por los caprichos de esos dos.
— No los menciones por favor nana, ya he olvidado sus rostros, no quiero pensar en ellos, no quiero que su recuerdo me haga aún más daño — suspiró por enésima vez dejándose mimar por la única persona que le había dado amor en toda su infancia.
—Irás a la capital, ¿verdad? — la preocupación en la voz de su nada le estrujo el pecho.
—No tengo otra opción — observo el reflejo de su rostro en el agua y repitió en un susurró– no tengo otra opción.
—Debes tener cuidado de que no lo descubran — retiró su pelo de su espalda dejando visible la marca, el ciclo lunar recorría el centro de su espalda, la luz de la luna se filtró por el ventanal y la marca comenzó a brillar— o de lo contrario tú vida será aún más complicada.
—Tendré cuidado, no dejaré que nadie la vea, es un secreto entre tú y yo — la oculto y salió de la bañera.
El resto de la noche transcurrió tranquila, su nana le peinó con suavidad el cabello y la ayudó a conciliar el sueño.
El día de la partida al fin llegó, se encontraban en la entrada de la mansión, Briana se despidió de su nana con un afectuoso abrazo.
—No olvides tu misión — le recordó su abuela.
—La tengo siempre presente señora Lewis.
—Nos veremos en la capital, iremos a ver la final del Torneo — anunció su abuelo— esperamos que compitas en ella.
—Haré mi mayor esfuerzo para no defraudarles — dicho esto se subió a su caballo y se reunió con los otros tres jinetes.
El sol estaba aún oculto cuando salieron de la mansión, antes de perderla de vista se giró y la observó recordando lo dura que había sido su vida ahí. Su corazón latía con fuerza, era la primera vez en 17 años que abandonaba ese lugar por un largo periodo de tiempo, cuanto más se alejaba más liberada se sentía.
Cabalgaron durante varias horas siguiendo el cauce del Río Lágrima de Luna, la fría brisa golpeaba su rostro como consecuencia tenía las mejillas rojas del frío.
El camino a la capital comenzó con tranquilidad y silencio, ninguno de los jinetes dijo ni una palabra en las primeras horas del viaje.
El señor Jones, hombre de confianza de los señores Lewis se detuvo al lado del río:
—Haremos un descanso aquí para dar de beber a los caballos, aprovechada para descansar.
— Sí señor — gritaron los otros dos guerreros.
Briana descendió de su caballo blanco y lo acercó a la orilla del río:
—Bebe Elijah, nos espera un largo viaje — Briana observó el agua cristalina del rio. Vio una pequeña roca blanca y se quitó los guantes para cogerla — que fría está.
Retiró con rapidez la mano y la secó en su abrigo, le encantaba coleccionar ese tipo de rocas, los tenía de varios colores; blancas, celestes, doradas y negras. La guardo en el bolsillo de su abrigo negro.
—¡Se acabo el descanso! — gritó el señor Jones— llegaremos a la altura del Palacio Dorado al anochecer y descansaremos en Cabaña Azul, que está a unas horas del Palacio. Nos espera una larga jornada, en marcha.
Tal y como dijo llegaron al Palacio Dorado al atardecer, justo a tiempo para ver las hermosas vistas, el Palacio se situaba en la desembocadura del Río Lágrima de Luna, la puesta de sol golpeaba en sus paredes de mármol haciéndolo lucir irreal, el mar de Cristal se extendía ante ellos, parecía estar formado por millones de cristales azules y anaranjados, que bailaban a un compás lento, la vista quitaba el aliento.
—Es hermoso, ¿verdad Elijah? — preguntó Briana a su corcel engatusada por la vista que se extendía ante sus ojos.
—Tenemos que continuar o nos cogerá la noche en medio del bosque — anunció el señor Jones.
Briana observó esa hermosa panorámica, deseando poder ver algo así todos los días de su vida, en un rincón tranquilo del Imperio, donde se sintiera en casa. Miró el Palacio Dorado por última vez antes de adentrase en el bosque situado a la derecha del río.
Cabalgaron a un ritmo más lento, con cuidado de no tropezar con las raíces de los árboles, el tiempo en el bosque parecía transcurrir más despacio, la noche ya había caído y solo la luna los iluminaba.
—Estar atentos, a esta hora no es seguro estar en este bosque — advirtió el líder del este grupo improvisado.
Un extraño sonido se escuchó a sus espaldas, y se pusieron en guardia, Briana estaba nerviosa, sabía luchar pero nunca se había encontrado en una situación así.
— ¿Qué tenemos aquí? — una desconocida voz sonó a sus espalda, Briana se estremeció.
La noche se cernía sobre el bosque, envolviendo en un manto oscuro las copas de los árboles y los senderos tortuosos. Una luna menguante luchaba por perforar la espesa bóveda de hojas, proyectando sombras alargadas que danzaban al compás del viento. Una gruesa voz rompió en el bosque:— ¿Qué tenemos aquí? — una desconocida voz sonó a sus espalda, Briana se estremeció.Los cuatro se habían colocado en círculo al oír la masculina y amenazadora voz, esperando a que empezase la lucha.Un solitario jinete apareció de entre las sombras, su rostro estaba oculto por la capucha que llevaba.—Le recomiendo que no se atreve a atacarnos, pertenecemos a la familia Lewis y cualquier daño a nuestra persona será el fin de vuestros días — amenazó el señor Jones sin ningún ápice de miedo.—Chicos, pertenecen a la Casa Lewis — vítores de emoción resonaron por el bosque — buscábamos un poco de plata y hemos encontrado la fuente del oro, hoy es nuestra noche de suerte — se oyeron más aplausos y vítores.—
Ninguno de los dos bajo la guardia, la mano izquierda de Briana agarrada con fuerza por el desconocido sostenía la daga a centímetros del cuello de este y su brazo derecho también estaba apresado por las cálidas manos de este imponente y gran hombre.Se observaban en silencio, sus miradas estaban hipnotizadas la una de la otra, ambos eran incapaces de apartar la vista, queriendo, deseando ver el alma del otro. La tensión que se había formado mantuvo a todos los presentes en silencio, nadie se atrevía a hablar.—¿Quién eres? — cuestionó con voz grave y profunda el desconocido.—¿Quién es usted? — contestó Briana desafiante, sin bajar la daga, aguantando el dolor que le provocaba el fuerte agarre del hombre.—El que hace las preguntas aquí soy yo — Briana hizo una mueca de burla—Muy autoritario para ser un simple bárbaro — dijo soltando su brazo derecho de un fuerte tirón. El hombre sonrió con sorna.—¿Un bárbaro? —cuestionó con una mueca burlona en sus labios.—¿No viene a por sus hom
La Cabaña Azul, una mole de piedra y madera que se erguía imponente en medio del claro del bosque, era un oasis para los viajeros. Sus amplias salas, siempre llenas de bullicio y aromas de comida, ofrecían un refugio acogedor para quienes cruzaban aquellas tierras.Los cinco jinetes llegaron y fueron recibidos por un joven de baja estatura:—Buenas noches viajeros — saludo con voz alegre.—Buenas noches — saludaron los cinco jinetes.—¿Van a hospedarse en Cabaña Azul? – pregunto con una gran sonrisa en el rostro.—Si, joven — al escuchar esa potente voz levanto la cabeza aun más y enfoco la vista, abriendo la boca de la sorpresa.—¡¿Su majestad?! — gritó tapándose la boca e intentando contener la emoción de salir corriendo y decirle a todo el mundo que el mismísimo Rey estaba ahí.—Shhh, no grite joven, es tarde y hay viajeros descansando.—Si su Alteza — obedeció bajando la voz y haciendo una reverencia — permita que le acompañe al establo.Los cinco jinetes siguieron al joven al est
Briana:Mi pecho se estrujo al oír la comparación, sabía que eso era lo que pasaría al obedecer las órdenes de mis abuelos. No quería ser comparada con la difunta Reina, una mujer fuerte, poderosa y amada, todo lo contrario a mí.Caminé cabizbaja detrás del señor Jones hasta llegar a una habitación del segundo piso, me entregó unas llaves:— Señorita Lewis, este es su aposento — la mirada del señor Jones era neutra, parecía que no tenía emociones — Saldremos mañana por la mañana con el Rey y sus hombres, pasaré a buscarte, intenta descansar.—Sí, señor Jones — abrí la puerta del dormitorio y antes de ingresar escuché su voz a mis espaldas.—Ha sido una suerte encontrarnos con su Majestad, aprovecha esta oportunidad para acercarte más a él, no tendrás tanta suerte de encontrarte con el una vez lleguemos a la Capital. Has conseguido llamar su atención, no lo estropees y cumple con las órdenes de mis Señores.Asentí sin darme la vuelta y cerré la puerta a mis espaldas, la habitación esta
El sonido de sus pasos descendiendo por las frías escaleras de mármol resonaban por la mansión. Briana avanzó por el pasillo, sus ojos recorriendo los cuadros que decoraban las paredes. Paisajes nevados en su mayoría, pintados con una paleta de blancos y azules, reconocía cada uno de ellos, había dedicado incontables horas de su vida creando esas obras que la acompañaban en la soledad de esa aislada mansión. Cada pincelada era un recuerdo, un pedazo de su tristeza plasmada en el lienzo.Al llegar al salón, la calidez de la chimenea y el aroma a madera quemada la envolvieron, respiró profundamente. Sus abuelos, figuras imponentes y de mirada penetrante, la esperaban sentados en dos sillones de terciopelo negro, situados a los lados de la chimenea.Cuando sintieron sus presencia, sus oscuros ojos se posaron en ella, sintió como el calor de la chimenea quedaba sepultado por la frialdad de sus miradas, se irguió y agarró sus manos, esperando que el frío causado por estas desapareciera.—T