4. ¿No puede?

Ninguno de los dos bajo la guardia, la mano izquierda de Briana agarrada con fuerza por el desconocido sostenía la daga a centímetros del cuello de este y su brazo derecho también estaba apresado por las cálidas manos de este imponente y gran hombre.

Se observaban en silencio, sus miradas estaban hipnotizadas la una de la otra, ambos eran incapaces de apartar la vista, queriendo, deseando ver el alma del otro. La tensión que se había formado mantuvo a todos los presentes en silencio, nadie se atrevía a hablar.

—¿Quién eres? — cuestionó con voz grave y profunda el desconocido.

—¿Quién es usted? — contestó Briana desafiante, sin bajar la daga, aguantando el dolor que le provocaba el fuerte agarre del hombre.

—El que hace las preguntas aquí soy yo — Briana hizo una mueca de burla

—Muy autoritario para ser un simple bárbaro — dijo soltando su brazo derecho de un fuerte tirón. El hombre sonrió con sorna.

—¿Un bárbaro? —cuestionó con una mueca burlona en sus labios.

—¿No viene a por sus hombres? — señalo a la montaña de hombres inconscientes con el mentón— supuse que el líder no estaba entre ellos, ha sido demasiado fácil vencerlos.

El hombre se mantuvo en silencio observando a los tres personas que custodiaban los cuerpos.

—No espero que un líder que permite a que sus subordinados hagan el trabajo sucio mientras él se esconde se preocupe por ellos — Briana miro fijamente al hombre, tenía el rostro un poco sucio y las ropas que llevaban eran de un plebeyo.

—Ha usted asumido que son mis subordinados — rompió su silencio, sin soltar su agarre.

—¿Acaso no lo son? — cuestionó arqueando una ceja, no entendía que hacía solo en medio de un bosque si no estaba con esos delincuentes.

—Mis subordinados son más competentes y mucho más difíciles de vencer — añadió el hombre analizando el rostro de Briana.

—¿Quién es usted? — volvió a preguntar.

—Las preguntas las hago yo — repitió— recuerdo haberlo dicho.

—Responda o haré que responda — amenazó Briana perdiendo la paciencia, el dolor en su brazo izquierdo empezaba a ser insoportable.

—Inténtelo — la desafió el desconocido

—Suélteme

—Suéltese — añadió igual de desafiante — vamos inténtelo si puede — Briana sintió algo que pocas veces sentía ganas de lastimar a alguien — se ve indecisa, dejare mi otro brazo en la espalda, inténtelo, vamos, ha dicho que vencer a esos hombre fue fácil — la seguridad con la que Briana dijo que vencer a esos hombres fue fácil llamo la atención del hombre, quería probar que tan fuerte era.

Briana intentó quitar su brazo de ese férreo agarre fracasando, no podía con la fuerza de ese hombre.

—¿No puede? — cuestionó en un tono burlón y un poco decepcionado, esperaba que fuese más fuerte. La pregunta la enfureció, saltó con rapidez y con sus rodillas golpeo el abdomen del hombre, desplazándolo a varios centímetros de ella. El inesperado movimiento hizo que soltará su brazo.

Briana lo acarició mientras observaba al hombre sujetar la zona de impacto, parecía sorprendido.

—¿Su Majestad? — preguntó el señor Jones observando el rostro que hasta entonces había permanecido oculto a su vista.

La pregunta congelo a Briana, miró al hombre enfrente suya, un hombre alto e imponente, con un aura poderosa que no iba a juego con su vestimenta. “No puede ser este el Rey, sería tener mala suerte” pensó.

Los tres hicieron una reverencia al desconocido que resulto ser el Rey, Briana lo miró, deseando clavarle la daga, el brazo le dolía mucho.

—¿No va a reverenciar a su Rey, señorita? — pregunto él observando como apretaba los puños.

—Un saludo su Majestad — dijo con simpleza un extraño sentimiento le impedía reverenciarle, sentía que hacerlo sería igual a perder un combate, y ella nunca había perdido uno.

—Eso no es lo que he pedido —la actitud desafiante de Briana le provocaba inmensas ganas de doblegarla, esto le sorprendió incluso a él, no comprendía la intensa necesidad de dominar a la mujer que acababa de conocer.

—Eso es lo único que obtendrá — declaró caminado hacia los otros tres presentes. —Señor Jones, ¿qué hacemos con los hombres? — cuestionó Briana acariciando a Elijah.

—Mis hombres se harán cargo de ellos — declaró — supongo que van a la Cabaña Azul

—Si su Alteza— respondió entusiasmada la pelirroja.

—Entonces acudimos al mismo destino, es más seguro si vamos juntos.

—Su Alteza reciba mi humilde corcel — ofreció el otro joven.

—No es necesario, joven — silbó fuerte y poco después apareció un hombre fornido montado a caballo sujetando un semental negro.

—Encárgate de los delincuentes y reúnete conmigo de acuerdo al plan.

—Sí, su Alteza — el hombre hizo un gesto y aparecieron otros soldados de la oscuridad.

—En marcha — ordenó el Rey.

Los cinco jinetes cabalgaron hacia Cabaña Azul acompañados del silencio de la noche y sin saber que sus destinos se entrelazaron en ese oscuro y denso bosque.

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