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3. Simplemente os pondré a dormir

La noche se cernía sobre el bosque, envolviendo en un manto oscuro las copas de los árboles y los senderos tortuosos. Una luna menguante luchaba por perforar la espesa bóveda de hojas, proyectando sombras alargadas que danzaban al compás del viento. Una gruesa voz rompió en el bosque:

— ¿Qué tenemos aquí? — una desconocida voz sonó a sus espalda, Briana se estremeció.

Los cuatro se habían colocado en círculo al oír la masculina y amenazadora voz, esperando a que empezase la lucha.

Un solitario jinete apareció de entre las sombras, su rostro estaba oculto por la capucha que llevaba.

—Le recomiendo que no se atreve a atacarnos, pertenecemos a la familia Lewis y cualquier daño a nuestra persona será el fin de vuestros días — amenazó el señor Jones sin ningún ápice de miedo.

—Chicos, pertenecen a la Casa Lewis — vítores de emoción resonaron por el bosque — buscábamos un poco de plata y hemos encontrado la fuente del oro, hoy es nuestra noche de suerte — se oyeron más aplausos y vítores.

—Habéis sido advertidos, vuestra muerte es vuestra elección.

—Chicos el viejito nos amenaza, creéis que dos guerreros, un viejo y una hermosa muñeca pueden con un grupo guerrero de veinte hombres — las risas resonaron en la oscuridad — la riqueza a nublado tu mente viejo, no estás en la mansión Lewis, esta es la vida real, aquí gobiernan los fuertes y los débiles se someten.

—Hablas demasiado bárbaro — dijo Briana con frialdad sacando dos dadas de sus vainas de cuero negro con el símbolo de los Lewis en un rojo intenso, eran la mitad de largas y gruesas que una espada, pero en sus manos, eran letales. Estás brillaban bajo la luz de la luna, habían sido forjadas especialmente para ella, ligeras, hermosas y letales.

—La muñeca nos desafía — más risas inundaron el bosque — Voy a tener que enseñarte una lección, bonita — descendió de su caballo apuntando a Briana con el filo de su espada.

Briana lo imitó:

—Cuidad de Elijah, yo me encargo — estaba enfadada, cansada , su vida era un cumulo de tristeza, sus abuelos hacían lo que querían con su vida, no era feliz, no se sentía querida, sus opiniones no importaban, necesitaba deshacerse de esa amargura que la estrujaba el pecho. No le gustaba luchar, pero hacerlo la ayudaba a liberarse de los malos sentimientos que comprimían su maltratado corazón.

Como una rayo se abalanzó hacia su contrincante, la rapidez con la que lo hizo sorprendió a su rival que se obligó a retroceder, el sonido del metal chocando inundo el bosque, los movimientos de Briana eran rápidos y apenas perceptibles, su rival esquivaba con dificultad sus embistes. En un movimiento calculado Briana desarmo a su rival y con un golpe seco en la nuca lo condujo a la inconciencia.

El silenció se hizo en el bosque:

—No soy nadie como para arrebatarle la vida a otro ser humano — anunció — como no pensáis rendiros simplemente os pondré a dormir.

Como una ráfaga de luz se adentró en la oscuridad del bosque, los tres jinetes solo podían oír los ruidos de dolor que emitían los asaltantes cuando Briana los localizaba y como había dicho ella, los ponía a dormir.

Esperaron en silencio a que la Reina de la Muerte, apodo extendido por el Campamento Militar del Este acabará con los asaltantes.

Dejaron de escucharse gemidos de dolor, la alta y esbelta figura de Briana apareció de entre las sombras:

—Deberíamos contarlos, su líder dijo que eran veinte, creo que ninguno ha escapado — anunció limpiando sus dagas antes de guardarlas en sus vainas.

—¿Señor Jones, que hacemos con ellos? — preguntó uno de los guerreros, un joven castaño con abundantes pecas en el rostro — Si los dejamos aquí pueden ser un peligro para otros viajeros.

—Vamos a colocarlos todos en un mismo lugar, lo ideal sería avisar a los guardias de ciudad, para que los detengan, pero no hay ninguna ciudad cerca, la más cercana es Riviera Lunar y está a medio día a caballo.

—En el Palacio Dorado hay guardias reales, pueden traer un carruaje para llevarlos a los calabozos — dijo la otra guerrera, una joven de rizada y rojiza cabellera.

—El Palacio Dorado está a dos horas de aquí a caballo — dijo Briana mirando como colocaban a los hombres en un mismo sitio — despertarán en menos de media hora y meter un carruaje en un bosque tan estrecho no es sensato, es difícil cabalgar aquí, con un carruaje será imposible salir, si es que puede entrar.

—Estamos cerca de Cabaña Azul, podemos atarlos y llevarlos al calabozo de la posada, somos cuatros, cinco para cada uno, tenemos cuerdas — propuso de nuevo la joven.

—Están inconscientes, no podemos arrástralos por el bosque, será complicado para los caballos arrastrar a cinco hombre con un jinete encima. — dijo el señor Jones — Vamos a desalmarlos y mientras pensamos que hacemos con ellos, estad alerta, están inconscientes no muertos.

Briana continuaba alerta, escucho el sonido de unos pasos sigilosos, y como un rayo saco una de sus dagas, con una velocidad sobrehumana se abalanzó hacia su rival, la daga iba directa al cuello del inesperado enemigo, pero este fui igual de rápido y cogió el brazo de Briana antes de que la daga rozase su cuello.

Los otros tres se pusieron alerta, Briana intentó sacar la otra daga pero su brazo derecho fue agarrado con fuerza. El sujeto empezó a caminar hacia una zona iluminada por la luna, Briana no puedo más que seguir sus pasos.

Cuando la luna golpeo sus rostros miro fijamente al desconocido, una intensa mirada celeste la observaba con una intensidad fulminante. El azul pálido de sus ojos choco con el azul celeste del primer hombre capaz de detener su ataque letal.

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