La noche se cernía sobre el bosque, envolviendo en un manto oscuro las copas de los árboles y los senderos tortuosos. Una luna menguante luchaba por perforar la espesa bóveda de hojas, proyectando sombras alargadas que danzaban al compás del viento. Una gruesa voz rompió en el bosque:
— ¿Qué tenemos aquí? — una desconocida voz sonó a sus espalda, Briana se estremeció.
Los cuatro se habían colocado en círculo al oír la masculina y amenazadora voz, esperando a que empezase la lucha.
Un solitario jinete apareció de entre las sombras, su rostro estaba oculto por la capucha que llevaba.
—Le recomiendo que no se atreve a atacarnos, pertenecemos a la familia Lewis y cualquier daño a nuestra persona será el fin de vuestros días — amenazó el señor Jones sin ningún ápice de miedo.
—Chicos, pertenecen a la Casa Lewis — vítores de emoción resonaron por el bosque — buscábamos un poco de plata y hemos encontrado la fuente del oro, hoy es nuestra noche de suerte — se oyeron más aplausos y vítores.
—Habéis sido advertidos, vuestra muerte es vuestra elección.
—Chicos el viejito nos amenaza, creéis que dos guerreros, un viejo y una hermosa muñeca pueden con un grupo guerrero de veinte hombres — las risas resonaron en la oscuridad — la riqueza a nublado tu mente viejo, no estás en la mansión Lewis, esta es la vida real, aquí gobiernan los fuertes y los débiles se someten.
—Hablas demasiado bárbaro — dijo Briana con frialdad sacando dos dadas de sus vainas de cuero negro con el símbolo de los Lewis en un rojo intenso, eran la mitad de largas y gruesas que una espada, pero en sus manos, eran letales. Estás brillaban bajo la luz de la luna, habían sido forjadas especialmente para ella, ligeras, hermosas y letales.
—La muñeca nos desafía — más risas inundaron el bosque — Voy a tener que enseñarte una lección, bonita — descendió de su caballo apuntando a Briana con el filo de su espada.
Briana lo imitó:
—Cuidad de Elijah, yo me encargo — estaba enfadada, cansada , su vida era un cumulo de tristeza, sus abuelos hacían lo que querían con su vida, no era feliz, no se sentía querida, sus opiniones no importaban, necesitaba deshacerse de esa amargura que la estrujaba el pecho. No le gustaba luchar, pero hacerlo la ayudaba a liberarse de los malos sentimientos que comprimían su maltratado corazón.
Como una rayo se abalanzó hacia su contrincante, la rapidez con la que lo hizo sorprendió a su rival que se obligó a retroceder, el sonido del metal chocando inundo el bosque, los movimientos de Briana eran rápidos y apenas perceptibles, su rival esquivaba con dificultad sus embistes. En un movimiento calculado Briana desarmo a su rival y con un golpe seco en la nuca lo condujo a la inconciencia.
El silenció se hizo en el bosque:
—No soy nadie como para arrebatarle la vida a otro ser humano — anunció — como no pensáis rendiros simplemente os pondré a dormir.
Como una ráfaga de luz se adentró en la oscuridad del bosque, los tres jinetes solo podían oír los ruidos de dolor que emitían los asaltantes cuando Briana los localizaba y como había dicho ella, los ponía a dormir.
Esperaron en silencio a que la Reina de la Muerte, apodo extendido por el Campamento Militar del Este acabará con los asaltantes.
Dejaron de escucharse gemidos de dolor, la alta y esbelta figura de Briana apareció de entre las sombras:
—Deberíamos contarlos, su líder dijo que eran veinte, creo que ninguno ha escapado — anunció limpiando sus dagas antes de guardarlas en sus vainas.
—¿Señor Jones, que hacemos con ellos? — preguntó uno de los guerreros, un joven castaño con abundantes pecas en el rostro — Si los dejamos aquí pueden ser un peligro para otros viajeros.
—Vamos a colocarlos todos en un mismo lugar, lo ideal sería avisar a los guardias de ciudad, para que los detengan, pero no hay ninguna ciudad cerca, la más cercana es Riviera Lunar y está a medio día a caballo.
—En el Palacio Dorado hay guardias reales, pueden traer un carruaje para llevarlos a los calabozos — dijo la otra guerrera, una joven de rizada y rojiza cabellera.
—El Palacio Dorado está a dos horas de aquí a caballo — dijo Briana mirando como colocaban a los hombres en un mismo sitio — despertarán en menos de media hora y meter un carruaje en un bosque tan estrecho no es sensato, es difícil cabalgar aquí, con un carruaje será imposible salir, si es que puede entrar.
—Estamos cerca de Cabaña Azul, podemos atarlos y llevarlos al calabozo de la posada, somos cuatros, cinco para cada uno, tenemos cuerdas — propuso de nuevo la joven.
—Están inconscientes, no podemos arrástralos por el bosque, será complicado para los caballos arrastrar a cinco hombre con un jinete encima. — dijo el señor Jones — Vamos a desalmarlos y mientras pensamos que hacemos con ellos, estad alerta, están inconscientes no muertos.
Briana continuaba alerta, escucho el sonido de unos pasos sigilosos, y como un rayo saco una de sus dagas, con una velocidad sobrehumana se abalanzó hacia su rival, la daga iba directa al cuello del inesperado enemigo, pero este fui igual de rápido y cogió el brazo de Briana antes de que la daga rozase su cuello.
Los otros tres se pusieron alerta, Briana intentó sacar la otra daga pero su brazo derecho fue agarrado con fuerza. El sujeto empezó a caminar hacia una zona iluminada por la luna, Briana no puedo más que seguir sus pasos.
Cuando la luna golpeo sus rostros miro fijamente al desconocido, una intensa mirada celeste la observaba con una intensidad fulminante. El azul pálido de sus ojos choco con el azul celeste del primer hombre capaz de detener su ataque letal.
Ninguno de los dos bajo la guardia, la mano izquierda de Briana agarrada con fuerza por el desconocido sostenía la daga a centímetros del cuello de este y su brazo derecho también estaba apresado por las cálidas manos de este imponente y gran hombre.Se observaban en silencio, sus miradas estaban hipnotizadas la una de la otra, ambos eran incapaces de apartar la vista, queriendo, deseando ver el alma del otro. La tensión que se había formado mantuvo a todos los presentes en silencio, nadie se atrevía a hablar.—¿Quién eres? — cuestionó con voz grave y profunda el desconocido.—¿Quién es usted? — contestó Briana desafiante, sin bajar la daga, aguantando el dolor que le provocaba el fuerte agarre del hombre.—El que hace las preguntas aquí soy yo — Briana hizo una mueca de burla—Muy autoritario para ser un simple bárbaro — dijo soltando su brazo derecho de un fuerte tirón. El hombre sonrió con sorna.—¿Un bárbaro? —cuestionó con una mueca burlona en sus labios.—¿No viene a por sus hom
La Cabaña Azul, una mole de piedra y madera que se erguía imponente en medio del claro del bosque, era un oasis para los viajeros. Sus amplias salas, siempre llenas de bullicio y aromas de comida, ofrecían un refugio acogedor para quienes cruzaban aquellas tierras.Los cinco jinetes llegaron y fueron recibidos por un joven de baja estatura:—Buenas noches viajeros — saludo con voz alegre.—Buenas noches — saludaron los cinco jinetes.—¿Van a hospedarse en Cabaña Azul? – pregunto con una gran sonrisa en el rostro.—Si, joven — al escuchar esa potente voz levanto la cabeza aun más y enfoco la vista, abriendo la boca de la sorpresa.—¡¿Su majestad?! — gritó tapándose la boca e intentando contener la emoción de salir corriendo y decirle a todo el mundo que el mismísimo Rey estaba ahí.—Shhh, no grite joven, es tarde y hay viajeros descansando.—Si su Alteza — obedeció bajando la voz y haciendo una reverencia — permita que le acompañe al establo.Los cinco jinetes siguieron al joven al est
Briana:Mi pecho se estrujo al oír la comparación, sabía que eso era lo que pasaría al obedecer las órdenes de mis abuelos. No quería ser comparada con la difunta Reina, una mujer fuerte, poderosa y amada, todo lo contrario a mí.Caminé cabizbaja detrás del señor Jones hasta llegar a una habitación del segundo piso, me entregó unas llaves:— Señorita Lewis, este es su aposento — la mirada del señor Jones era neutra, parecía que no tenía emociones — Saldremos mañana por la mañana con el Rey y sus hombres, pasaré a buscarte, intenta descansar.—Sí, señor Jones — abrí la puerta del dormitorio y antes de ingresar escuché su voz a mis espaldas.—Ha sido una suerte encontrarnos con su Majestad, aprovecha esta oportunidad para acercarte más a él, no tendrás tanta suerte de encontrarte con el una vez lleguemos a la Capital. Has conseguido llamar su atención, no lo estropees y cumple con las órdenes de mis Señores.Asentí sin darme la vuelta y cerré la puerta a mis espaldas, la habitación esta
El sonido de sus pasos descendiendo por las frías escaleras de mármol resonaban por la mansión. Briana avanzó por el pasillo, sus ojos recorriendo los cuadros que decoraban las paredes. Paisajes nevados en su mayoría, pintados con una paleta de blancos y azules, reconocía cada uno de ellos, había dedicado incontables horas de su vida creando esas obras que la acompañaban en la soledad de esa aislada mansión. Cada pincelada era un recuerdo, un pedazo de su tristeza plasmada en el lienzo.Al llegar al salón, la calidez de la chimenea y el aroma a madera quemada la envolvieron, respiró profundamente. Sus abuelos, figuras imponentes y de mirada penetrante, la esperaban sentados en dos sillones de terciopelo negro, situados a los lados de la chimenea.Cuando sintieron sus presencia, sus oscuros ojos se posaron en ella, sintió como el calor de la chimenea quedaba sepultado por la frialdad de sus miradas, se irguió y agarró sus manos, esperando que el frío causado por estas desapareciera.—T
Briana suspiró sentándose en su cama, cansada de que sus abuelos la usaran como una marioneta. Deseaba ser libre y feliz algún día, pero cuánto más crecía más se alejaba de ese sueño.—¿Cuándo podré decidir cómo vivir mi vida? — la tristeza en su voz la hizo sentirse pequeña, en esa enorme y solitaria mansión siempre se sentía pequeña.Toc, toc, toc el sonido de la puerta hizo que se levantará y caminará hacia ella, la abrió a vio a su nana con tres doncellas más.—Señorita, es hora de su baño — asintió y dejo que llenaran la bañera. Cuando las doncellas se retiraron cerró la puerta con pestillo y camino al cuarto de baño.—Nana, los señores Lewis me quieren enviar a la capital para enamorar al Rey — se rio de sus propias palabras, sonaban absurdas.—Niégate a ir si no quieres — su nana la ayudo a quitarse el vestido de terciopelo negro.Se adentró en la bañera de cerámica negra y hundió la cabeza en el cálido agua:—Lo que yo quiera no importa — dijo sacando el exceso de agua de su r