CAPÍTULO 4

— ¿Te encuentras bien? — preguntó su hijo con voz de preocupación al ver a su madre sentada en el suelo, recostada contra el sillón, toda sucia y tocándose los hombros por el cansancio.

— ¡Estoy agotada! — exclamó Cristal, habiendo llegado a casa hace solo unos minutos. — Hoy tuve que hacer otras inspecciones, además de las mías — añadió, recordando que tuvo que revisar los proyectos del hijo de su estúpido jefe.

— Trabajas mucho — dijo una voz dulce y preocupada desde la cocina. — Deberías tomarte unas vacaciones — mencionó su hija, consciente de todo el sacrificio que su madre había hecho por ellos en los últimos años.

— Me encantaría que nos fuéramos de vacaciones, pero tengo muchas responsabilidades en estos momentos — agregó Cristal con tristeza.

Cristal observó los rostros de sus hijos entristeciéndose. Anhelaba pasar más tiempo con ellos, pero su trabajo siempre le impedía regresar temprano a casa. Esa semana apenas los había visto, y ese día en particular planeaba llegar temprano, pero, como siempre, el señor Miller tenía otros planes para ella.

— ¿Qué les parece si descansamos y mañana nos vamos a la playa? — sugirió para animarlos, y ellos rápidamente estuvieron de acuerdo.

Su hija mayor, Jilian, tiene 11 años, y aunque comparte el mismo color de cabello que su madre, sus ojos son más oscuros. Es una excelente estudiante. Su hijo menor, Torik, tiene 9 años. Su cabello es castaño, mucho más claro que el de su madre y sus ojos son de un tono chocolate claro, como los de su madre. Sin embargo, no es tan aplicado en los estudios como su hermana y pasa mucho tiempo con sus tíos, aprendiendo cosas de "hombres".

Al día siguiente, como había prometido, fueron a la playa. Cristal puso su teléfono en modo silencio para olvidarse del trabajo y dedicar todo su tiempo a Jilian y Torik.

Los hijos de Cristal querían a su padre, pero “lejos”. Iban a regañadientes a visitar a los familiares de Stuart, ya que no les agradaba ver a sus abuelos, quienes intentaban convencerlos para que persuadieran a su madre de perdonar a su padre y volver a formar una familia.

Jilian y Torik no eran niños ingenuos; habían crecido con un padre ausente y estaban más encariñados con los hermanos de su madre. Habían visto a Stuart con Amelia, y no lo querían.

El día en la playa fue relajante para Cristal. Complació a sus hijos llevándolos a los lugares que querían y comprando todo lo que deseaban. En varias ocasiones, Cristal sintió la ligera sensación de ser observada; sin embargo, por más que buscó, no vio ningún movimiento inusual ni a nadie siguiéndoles.

Algo aún más extraño fue que, dondequiera que fuera, siempre obtenía precios especiales, y en algunos locales comerciales no le cobraron absolutamente nada.

— ¡Hoy es mi día! — exclamó alegremente, aunque con cierta incertidumbre, sin comprender por qué no aceptaban cobrarle por sus compras.

Al anochecer, la pequeña familia de 3 regresaba a casa. Cristal se sintió cansada, pero complacida por haber pasado un excelente día junto a sus hijos.

— ¡Mamá, tienes 65 llamadas perdidas! — exclamó Torik al tomar el móvil de su madre. Esa noticia sacó a Cristal de su zona de confort.

— ¡¿EN SERIO?! — espetó Cristal, asustada. 65 llamadas eran señal de que algo grave había ocurrido en alguno de los proyectos que tenía a su cargo. Se pasó las manos por la cabeza, temiendo lo peor.

Aparcó el vehículo a un costado de la carretera y, al revisar, vio que 5 llamadas eran de su jefe, 10 de Stuart, 25 de Hiro, y 25 de un número desconocido. "¿De quién es este número?", pensó, y de inmediato llamó a Hiro.

— Hola —.

— ¿Por qué no responde? Kogan y yo te hemos estado llamando — mencionó Hiro rápidamente y con mucha confianza.

— ¡Disculpa! No estaba en casa y tenía el móvil en silencio — se apresuró a explicar. Sin embargo, Cristal no entendía por qué Hiro le hablaba con tanta confianza, pues nunca se lo había permitido hasta ahora. Dedujo que el número desconocido era el de su hermano.

En ese momento, su cuerpo se estremeció al recordar a ese hombre besándole la mano.

— ¿Ya arreglaste tus maletas? — volvió a preguntar Hiro con voz relajada.

— No… ¿Por qué debería? — respondió ella, dudosa ante la pregunta.

— Tu jefe no te ha informado que viajarás con nosotros mañana —.

— ¡¿MAÑANA?! — replicó Cristal, sorprendida por lo que acababa de escuchar.

— Pasaremos por ti a las 8 en punto — culminó Hiro, cortando la comunicación sin darle la oportunidad de preguntar.

— Rayos… — dijo Cristal, cerrando los ojos y suspirando. Al parecer, Hiro y Kogan no se habían dejado engañar por su jefe. ¿Por qué había aceptado ir? Debió haber indicado desde el principio que no podía.

Cristal volteó a ver a sus hijos, quienes la miraban, esperando que les explicara el motivo de su alteración. Ella parpadeó varias veces y luego volvió a suspirar. No le gustaba la idea de estar unos días lejos de sus tesoros.

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— No le habían informado de que viajaría con nosotros — comunicó Hiro a su hermano, apenas cerró la llamada.

— Los betas de Logan fueron rápidos en ubicar a ese cadáver que se ha atrevido a despreciar a mi luna — mencionó Kogan, sentado en una butaca mientras miraba su móvil.

— Me sorprende que Logan tenga a los humanos tan bien ubicados — enfatizó Hiro.

— Logan siempre ha cuidado bien de su manada. Por esa razón, nuestro padre no permitió que Zosran lo despojara de su territorio y le enseñó cómo mantener a los humanos al margen — informó Kogan.

— ¡Fue la decisión correcta! — aseguró Hiro. — Si nuestro padre no hubiera ayudado al alfa Logan siglos atrás, Zosran y Zolger hubieran matado a todos los humanos de su territorio — agregó.

Kogan dejó de revisar las fotos en su móvil al escuchar las palabras de su hermano. Desvió su mirada hacia la luna que se veía por la ventana. Si su padre no hubiera defendido el territorio del alfa Logan hace siglos, él nunca hubiera conocido a su pareja.

— No le pregunté a Cristal dónde se encontraba. ¿Quieres que la llame de nuevo? — mencionó Hiro, al notar a su hermano pensativo.

— Sé dónde ha estado mi luna — respondió Kogan con firmeza.

— ¿Cómo lo sabes? Te la has pasado llamándola, sentada en esa puta butaca todo el día —.

— Logan tiene un grupo de sus lobos cuidando de mi pareja — reveló, mostrándole su móvil con fotos de Cristal en la playa junto a sus hijos. — Estaría más calmado si uno de mis betas la vigilara — prosiguió Kogan, revisando también las facturas de los gastos que había cubierto por su luna ese día.

— ¿Logan ya sabe que es humana? — preguntó a su hermano.

— Al inicio creyó que se la estaba pidiendo como una complacencia personal —.

— Pensaba que la pedías como juguete — indicó Hiro. — Si un alfa de otra manada me dice que quiere una humana de mis tierras, pensaría lo mismo —.

— ¡Mi Cristal no es un juguete, es mi luna! Y no permitiré que me la desprecien — enfatizó Kogan, enojado ante la idea de que alguien viera a su luna como un simple entretenimiento temporal.

Hiro viendo el extraño comportamiento de su hermano, le hizo recordar el día en que encontró a Elena. El vínculo entre ellos era tan fuerte que su pareja se le entregó de inmediato, pero la relación de su hermano no parecía seguir el mismo curso. Explicarle a Cristal que era la pareja destinada de un licántropo sería complicado.

Hiro observó a su hermano, quien no podía apartar la mirada de las fotos de Cristal. Sabía que Kogan estaba luchando por controlarse, resistiendo el impulso de ir con ella, pues la atracción entre los licántropos y sus parejas era casi imposible de contener.

Kogan cerró los ojos y respiró profundamente, intentando calmar a Rax, su lobo que quería llevarse a su pareja. Fue entonces cuando escuchó:

— ¡No necesito pareja, estoy mejor solo! —.

Kogan frunció el ceño al escuchar a Hiro imitar su propia voz. 

— ¡No necesito pareja, estoy mejor solo! — repitió Hiro burlonamente.

Kogan comprendió en ese momento que su hermano se estaba mofando de él.

— ¡Cállate o te despojo de tu territorio! — sentencia Kogan, medio en broma, medio en serio.

— Ayer me dijiste: “Eres un estúpido por tener pareja” y ¡Mira quién es el estúpido ahora! — le recordó Hiro.

— Estoy tratando de controlarme. Como no está cerca de nosotros, Rax se está volviendo loco — intentó justificarse Kogan.

El comportamiento de Kogan era inusual. Siglos atrás, no dejaba de burlarse de sus hermanos cuando ellos se volvieron dóciles con la aparición de sus lunas. Pensaba que él nunca sería tan posesivo y celoso como ellos, pero ahora entendía el gran poder que las parejas predestinadas tenían sobre ellos. Entendía el cambio de actitud en sus hermanos menores.

A los licántropos de la manada Real Blood se les enseñaba a emparejarse de inmediato. El olor de su hembra era demasiado excitante, casi imposible de resistir. El rechazo no era bien visto, pues se consideraba una ofensa a la Diosa Lunar, aunque existían excepciones. Sin embargo, Kogan se preguntaba por qué su Diosa le había predestinado a una humana. No obstante, la verdad era que no le importaba su naturaleza. La deseaba, la reclamaría, la marcaría y la protegería con su vida.

Por la mañana, Kogan no logró mantenerse tranquilo. Habían pasado dos horas desde su llegada. Hiro había recibido una llamada de Cristal, notificando que estaba un poco retrasada y se iría directamente al aeropuerto.

— Cálmate, ella vendrá. No le dimos tiempo de prepararse — mencionó Hiro, apoyando su rostro en una mano, observando a su hermano caminar de un lado a otro como un lobo enjaulado.

— ¡Estaría más tranquilo si la hubiéramos ido a buscar nosotros mismos! — replicó Kogan con frustración.

— Si ibas a comportarte de esta manera, ¿Por qué no simplemente la tomaste y te la llevaste? ¡Es tuya! — insistió Hiro.

— No quiero que el vínculo se rompa — declaró Kogan, deteniéndose para mirar a su hermano. — Sabe bien que si la tomo a la fuerza, eso puede pasar —.

“Ojalá Dante estuviera aquí para verte”, pensó Hiro al ver a su hermano mayor comportarse como un idiota, caminando de un lado a otro.

Pocos minutos después, los ojos de Kogan cambiaron a oscuros y se detuvo. Su rostro se relajó al sentir el delicioso aroma de su pareja.

— ¡Ya estás aquí! — enfatizó, respirando con alivio.

— Rax, recuerda controlarte — advirtió Hiro al notar que el lobo de su hermano tomó el control. — En unas horas estarás en tu territorio. Recuerda que Cristal, como humana, no siente la misma atracción que tú sientes por ella — le recordó.

— Sabes que no podrá soportarlo mucho tiempo — replicó el lobo, con la voz cargada de tensión.

— ¡Lo sé, Rax! — asintió Hiro, consciente del fuerte deseo que los licántropos experimentaban por querer aparearse con sus compañeras. — Iré por ella. Apenas lleguemos a tu territorio, busca la manera de explicarle todo, y por favor, no la asustes —.

Fueron unos segundos tortuosos, hasta que finalmente Kogan y Rax vieron a Cristal llegar. Sin embargo, Rax empezó a gruñir al notar la presencia de un hombre junto a ella. Aquel desconocido tenía su brazo alrededor de los hombros de su compañera, y el olor de él estaba impregnado en su piel.

— ¿Llegamos a tiempo o perdimos el avión? — preguntó el hombre, con un tono despreocupado.

— Tienes suerte… de que el jet… aún no esté listo — respondió Hiro de manera pausada, colocándose entre su hermano y el hombre, consciente de que Kogan estaba a punto de atacar.

— ¡Un jet privado! Vaya, te superaste esta vez — bromeó el hombre con una sonrisa burlona. — ¿Quién de ellos es tu nuevo novio? — añadió con descaro.

Un fuerte codazo en las costillas por parte de Cristal lo detuvo.

— ¡Hermano, deja de bromear! — murmuró Cristal, visiblemente avergonzada.

— ¿Es tu hermano? — preguntó Kogan, tranquilizandose al escuchar la aclaración.

Con evidente vergüenza, Cristal presentó a su hermano mayor, John. Este mostró preocupación porque su hermana saliera del país. 

— La cuidaré bien — informó Kogan, tras un breve intercambio de palabras con John. Pero como su luna, Cristal siempre estaría bajo la protección de los mejores guerreros de su manada.

— ¡Por favor, no permitas que ellos se acuesten tarde! — Cristal le recordó algunas instrucciones a su hermano sobre los cuidados de sus hijos.

— No te prometo nada — respondió John despreocupadamente. Cristal le entregó las llaves de su auto, y John se despidió dándole un beso en la frente a su hermana.

Rax gruñó de nuevo. Aunque John fuera su hermano, a los licántropos no les gustaba que nadie tocara lo que les pertenecía.

— Perdón por la tardanza — se disculpó Cristal. — No esperaba que partiéramos tan pronto y no tuve tiempo suficiente para dejar todo arreglado —.

— No te preocupes, lo entiendo. Yo me encargaré de tu equipaje e informaré que estamos listos para partir — dijo Hiro, retirándose para dejarlos a solas.

Kogan, sin perder tiempo, se acercó a Cristal y tomó su mano, besándola con suavidad. Deseaba abrazarla, pero se contuvo, recordando que ella aún no sabía que era su compañera y preguntó:

— ¿Estás dispuesta a ir conmigo? — esta pregunta es fundamental, Kogan estaba consciente de la importancia de su respuesta antes de que Cristal dejara su antiguo territorio.

Ella sintió de nuevo esa extraña sensación de apoderarse de su cuerpo, y esa misteriosa voz desconocida en su mente le gritaba que aceptara.

— Espero poder cumplir con sus expectativas — respondió, quitando sus manos de las suyas, tratando de resistir la invasión de aquella sensación que la envolvía cada vez que él la tocaba.

Kogan y Rax estaban gozosos por su respuesta. Su luna había aceptado ir con él. Aunque Cristal no comprendía la verdadera razón detrás de la pregunta, su contestación cumplía con las leyes que lo regían, permitiendo llevársela sin obstáculos, ya que había accedido voluntariamente.

Minutos después, ambos caminaron juntos hasta llegar al área privada de abordaje. Kogan la guió hasta su jet personal, observando cada uno de sus movimientos mientras subía las escaleras. Una ligera sonrisa cubrió sus labios.

— Ya eres mía — murmuró con satisfacción. En pocas horas, ella estaría en su territorio, y solo entonces él podría sentirse tranquilo, sabiendo que su luna estaría bajo su protección.

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