CAPÍTULO 10
La respiración de Kogan era agitada; estaba cansado, pero nada que un licántropo alfa no pudiera soportar. Él y su lobo seguían peleando por el control. Ambos habían saciado su apetito sexual, llegando al clímax por tercera vez esa noche. Era la primera vez en sus 9 siglos y medio de vida que se sentía realmente satisfecho.

Kogan había sido un desgraciado con las lobas con las que estuvo anteriormente: las trataba como objetos, llegaba al clímax, no obstante nunca se sentía satisfecho y luego las echaba de donde estuviera. Pero esa noche había comprendido algo: su pareja era y sería la única que podía llevarlo al borde de la locura. Se lamentaba y estaba enojado consigo mismo por no haber esperado a su añorada luna.

Kogan nunca se encariñaba con ninguna loba, todo era solo una aventura de una noche. Se había convencido de que no necesitaba una pareja después de tantos intentos fallidos por encontrarla. Se forzó a pensar de esa manera al ver cómo sus hermanos menores encontraban uno a u
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