CAPÍTULO 5

PAÍS DE KANIS (TERRITORIO DE LA MANADA REAL BLOOD).

— ¿Cuándo piensas llevarla con la manada? Aceptó venir cuando se lo pediste, ya la puedes reclamar — mencionó Hiro, observando a su hermano revisar unos documentos. — ¿Por qué no estás en su habitación, follándola? — añadió sin tapujos.

— Primero hablaré con ella, no quiero asustarla — indicó Kogan, calmado.

Desde que llegaron a su territorio, la ansiedad de Kogan y Rax había disminuido. Al notar el semblante agotado de Cristal, Kogan decidió dejarla descansar y hablar con ella por la mañana.

— ¿Qué? — preguntó Kogan al ver que su hermano lo miraba de manera extraña.

— No me esperaba que fueras tan romántico — dijo Hiro con tono burlón. — Pensaba que al bajar del jet la meterías en el maletero del auto y la llevarías directamente con la manada —.

— ¡Quise hacerlo! — confesó Kogan, golpeando el escritorio con frustración. — No sé si lo has notado, pero es la única humana que no ha intentado cortejarme —.

— Los licántropos somos irresistibles para los humanos. Sin embargo, Cristal no es como los demás; por eso, Elena la iba a pedir al alfa Logan, queríamos que nos sirviera. Ella nunca me ha faltado el respeto, es difícil encontrar humanos leales — argumentó Hiro, mientras soltaba un gran bostezo.

Kogan dejó los papeles sobre el escritorio y apoyó su mentón en una mano.

— Por algo nuestra Diosa la eligió como mi pareja — afirmó orgulloso.

— No estés tan confiado, hermano. Es probable que no te crea — bromeó Hiro, levantándose de uno de los sillones del despacho.

— ¡Pensé en esa posibilidad! — replicó Kogan, enojado por el comentario de Hiro. — Sin embargo, recuerda que en el pasado hubo humanos que hicieron pactos con nosotros. Ella lo comprenderá, si le explico de la manera correcta —.

— Estoy seguro de que lo entenderá. Solo dale tiempo para asimilarlo y no te obsesiones con meterla en la cama, de inmediato — aconsejó Hiro, retirándose de la oficina.

"¡¿CUÁNTO TIEMPO MÁS TENGO QUE ESPERAR?!", gritó Rax. Apenas estuvieron solos, enojado por la decisión de Kogan, pensando que apenas llegaran al territorio, hablarían con su pareja.

— Ya está en nuestro territorio y no se irá. No lo permitiré — respondió Kogan a su lobo.

"¡Vamos a estar con ella!", exigió Rax.

— ¿Acaso quieres que nos rechacen? — dijo Kogan en tono brusco a su lobo.

"NUNCA PERMITIRÉ QUE ME RECHACE", aseguró su lobo, gruñendo por el comentario.

— Entonces te recomiendo que seas paciente un poco más. Nuestra luna es humana, ella no siente esa atracción que nosotros sentimos por ella. ¿No has notado que se incomoda cuando estamos cerca? — mencionó Kogan.

Rax recordó el momento en que le hicieron la pregunta antes de salir del territorio del alfa Logan y la forma brusca en que Cristal retiró su mano de la suya. También recordó cuando estaban en el jet, rumbo a su territorio, y la distancia que ella mantenía, aunque él intentaba acercarse. Si su pareja hubiera sido una loba, en ese momento ya estarían golpeando con fuerza entre sus piernas.

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Por la mañana, Cristal caminaba hacia el comedor del lujoso Penthouse de Kogan. No podía negar que, después de muchos años, había dormido en una cama tan cómoda y había logrado descansar lo suficiente. Sin embargo, algo la perturbaba. Cada vez que pensaba en Kogan o lo veía, su cuerpo reaccionaba de manera incontrolable.

¿Por qué este hombre me provoca tenerlo entre mis piernas?”, pensó Cristal, reprimiendo esos impulsos, habiendo decidido no abrir su corazón a nadie más. Aun así, esa extraña voz en su cabeza seguía insistiendo en que debía estar a su lado. Desde que conoció a Kogan, esas sensaciones habían comenzado a apoderarse de su cuerpo, y al llegar a Kanis, se intensificaron.

Al girar por uno de los pasillos, Cristal vio a varios criados y los saludó, pero ninguno respondió. Todos la miraban con desprecio. Inmediatamente, se sintió incómoda, atribuyendo su actitud a su estatus social, ya que la ropa de los sirvientes era más elegante que la suya, lo que aumentaba su sensación de incomodidad.

Lo que Cristal desconocía era que aquellos criados eran miembros de la manada y no sabían que la mujer que su alfa había traído era su luna. Para ellos, su presencia resultaba desconcertante, ya que este lugar era uno de los pocos donde los humanos no tenían permitido estar.

Al llegar al inmenso comedor, Cristal vio a Hiro y quedó sorprendida al ver a quién lo acompañaba: piel clara, cabello color miel, ojos grisáceos y modales impecables.

— ¡Elena! — exclamó Cristal con alegría.

— Alguien me dijo que vendrías — respondió Elena, levantándose para abrazarla.

— Estaré aquí unos días. ¿Nos acompañas? — preguntó Cristal, y su amiga asintió.

Para Cristal, esto fue una excelente noticia. Tendría alguien con quien platicar, y una excusa para mantener distancia con cierto hombre que siempre intentaba acercarse a ella de una forma que claramente sugería que quería algo más.

Ambas comenzaron a conversar. Poco después, Kogan entró al comedor. "Él es tu pareja", esa m*****a voz en su cabeza seguía atormentando.

— Llegó el lobo gruñón — bromeó Elena, viendo a su cuñado entrar acompañado de sus betas.

— ¿Cómo has estado, Elena? — dijo Kogan con carisma, acercándose para darle un fuerte abrazo.

— ¡No los toques! — gruñó Hiro, mostrando su lado posesivo al ver a su hermano tocando lo que no le pertenece.

— ¿Desde cuándo eres tan cariñoso? — preguntó Elena, con una mezcla de incredulidad y una mueca de desagrado.

— Desde hace dos días, cuando le presenté a Cristal — respondió Hiro con sarcasmo, apartando a su pareja de su hermano.

— ¡Ni se te ocurra ponerle las garras encima! — advirtió Elena, entendiendo lo que Hiro acababa de insinuar.

— ¡Demasiado tarde, ya es mía! — aseguró Kogan, refiriéndose a que había pedido a Cristal al alfa Logan.

Ante las palabras de Kogan, Cristal se sonrojó. Notó cómo los hombres y la mujer que lo acompañaban, la miraban con el mismo desprecio que los sirvientes.

Elena comprendió en ese momento que Cristal no había venido por un simple trabajo. Kogan la había pedido para él. El ambiente se tornó tenso, pero Elena no era una loba sumisa.

— ¡Él es un mujeriego! — declaró Elena con una sonrisa siniestra.

Nadie esperaba esas palabras. Hiro apenas pudo contener la risa, mientras Kogan mostraba una mezcla de sorpresa y enojo.

— ¿Para qué la trajiste? — exclamó Kogan en tono brusco.

— ¡Es mi pareja! — defendió Hiro, aun riéndose por la situación.

— Yo soy su amiga, así que no te acercarás a ella — añadió Elena, advirtiendo a Kogan que no permitiría que Cristal fuera su juguete.

— ¡Elena! — intervino Cristal, intentando calmar el ambiente hostil. — El señor Real solo está bromeando — agregó, buscando suavizar la situación.

— Tienes que tener cuidado con él — insistió Elena, lanzando una mirada de advertencia a Kogan.

— Elena, terminemos de comer — sugirió Cristal, tratando de ignorar el comentario y persuadiéndola de seguir con el desayuno.

Cristal intentaba mantenerse tranquila, pero sus manos temblaban. Las palabras de Elena rondaban en su mente, haciéndola sentir una mezcla de decepción y confusión. Sabía que sería una larga semana; no podría regresar hasta terminar su trabajo, y estaba deseosa de volver a casa.

El desayuno transcurrió en un ambiente tenso. Kogan no disimulaba su enojo y las miradas entre él y Elena aumentaban la incomodidad.

“Me acabo de ganar la golpiza del siglo” pensó Hiro, suspirando.

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Horas más tarde, Kogan seguía enojado; ahora era más que obvio que Cristal no le permitía acercarse.

— ¡¿POR QUÉ DIJO ESO?! — gritó Kogan, estrellando una de las sillas contra la pared.

— ¡Cálmate, hermano! Elena no sabe que es tu pareja — mencionó Hiro, pensando cuántas veces había dicho la palabra "cálmate" ese día, mientras observaba el desastre que su hermano había causado en la oficina.

— Mmmm... — Kogan lo miró con ira y dijo: — Si Elena hubiera sido otra loba, ¡YA ESTARÍA EN EL CALABOZO! —.

— ¡¿QUIERES QUE TE MATE POR ESE COMENTARIO?! — gritó Hiro. — Te aclaro algo: ¡Lo que dijo Elena es cierto! Tú decides involucrarte con esas lobas —.

— Ella no tenía que decirle ¡NADA! — respondió Kogan, destrozando aún más la oficina, mientras Hiro lo observaba sin decir más.

"Si mi Luna no desea estar conmigo, no volverás a ver la luz del día, Kogan", lo amenazó su lobo. "Durante décadas te dejé hacer lo que quisieras, pero si esas decisiones me cuestan a mi compañera, ¡Lo pagarás!"

"Ella no sabe cómo rechazarnos, Rax. ¡NOS ACEPTARÁ!", le aseguró Kogan.

— Quiero que mañana la mantengas alejada. Sabes que no podrá soportarlo por mucho tiempo — enfatizó Kogan.

— ¡Lo sé! — respondió Hiro. Sabía que el comentario de Elena haría más difícil que su pareja lo aceptara. "¿Quién quiere ser la pareja de un mujeriego?", pensó él, entendiendo la jugada de Elena.

Kogan seguía enojado, pero había algo que lo desconcertaba. ¿Cómo podía percibir las emociones de Cristal? Apoyó las manos sobre una mesa, recordando el momento en que sintió la decepción de su pareja. Pero si ella no sentía esa atracción por él, ¿Por qué estaba decepcionada? Además, desde ese momento, ella había tomado más distancia. ¿O será que solo lo evitaba por lo que dijo Elena?

Definitivamente, decirle a Cristal que es su pareja sería más difícil después de lo que Elena reveló.

— Alfa — lo llamó uno de sus betas y observó el desastre que Kogan había causado. — Hay asuntos del territorio que requieren su atención —.

— ¡¿QUÉ OCURRE?! — preguntó Kogan con tono molesto.

— Es el hombre, Lauren Corti, uno de los que está a cargo del territorio de los humanos. Está tratando de adueñarse de una zona prohibida de nuestro territorio — informó Roland, su primer beta.

— Comunícame con él — ordenó Kogan, deseando descargar toda su ira en ese humano.

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