CAPÍTULO 3

Cristal caminaba en dirección a su cubículo, Después de llevar a sus hijos al instituto y asistir a una reunión con los docentes, Cristal se dirigió a su trabajo, sabiendo que le esperaba una pesada jornada laboral.

— ¡AL FIN LLEGAS! — se escuchó el grito de su jefe, apenas la vio por el pasillo. — ¡Te están esperando desde hace horas! —.

— ¿Quién espera por mí? — preguntó Cristal, confundida, ya que no recordaba ninguna cita programada para esa mañana.

— ¡LOS HERMANOS REAL! — le informó molesto su jefe. — Quiero que te disculpes por tu error de ayer — este hombre obeso de 56 años siempre encontraba una excusa para gritarle a Cristal, a pesar de que ella era una de las mejores empleadas.

La empresa MACRO no tenía muchos años en el negocio, y el señor Isaac Miller, nombrado jefe por los accionistas, no desaprovechaba la oportunidad para demostrar su poder.

— Ya me disculpé con ellos. Pero me sorprende que hayan llegado temprano; ayer quedamos en reunirnos al mediodía — le respondió ella, ocultando su enojo por el grito de su jefe delante de todos.

— Vete a atenderlos rápidamente, recuerda que tienes muchas inspecciones que supervisar HOY — le espetó molesto.

Después de que el señor Miller se retirara, Cristal suspiró. Sabía que él la estaba castigando con más proyectos debido a su error del día anterior. Además, no le gustaba que ella fuera mejor que su hijo Isaac, otro empleado de la compañía.

A unos metros, los hermanos Real Blood observaron y lograron escuchar el regaño hacia Cristal.

— ¿Cómo se atreve ese hijo de p**a a hablarle así a mi luna? — gruñó Kogan, lleno de ira.

— Debes calmarte, hermano — respondió Hiro. — Recuerda que ella asumió la culpa para ayudarte a que no pagarás adicional —.

— Si hubiera sabido que ese hijo de puta le iba a gritar a mi pareja, no le hubiera permitido que asumiera la culpa — mencionó Kogan.

Hiro miraba a su hermano, que estaba a punto de perder el control. La noche anterior, logró convencerlo de regresar al hotel y desistir de descuartizar a aquel hombre que se atrevió a proponerle a Cristal que fuera su pareja. Ahora, Kogan tenía ganas de desmembrar a otro. Hiro sabía que debía ayudarlo a llevarse a su compañera antes de que esto terminara con la aniquilación total de todos los humanos en el territorio del alfa Logan.

— ¡Buen día! — dijo Cristal, entrando en ese momento a la pequeña oficina donde Hiro y Kogan la esperaban. Notó sus rostros de enojo y por un breve momento pensó que estaban molestos por hacerlos esperar.

— Espero que no estés en problemas por asumir la culpa de mi hermano — le habló Hiro, parado frente a una gran ventana que daba justamente a donde el señor Miller la había regañado.

— Era inevitable. Es lo menos que podía hacer; estaba preparada, no deben sentirse mal — pero ella sabía que ese hombre la detuvo en ese preciso lugar para que ellos vieran todo el espectáculo.

— ¿Por qué permites que te hable de esa manera? — escupió Kogan, enojado.

— No debe preocuparse, señor Real. Él siempre… — vio cómo aquel hombre de cabello negro se dirigía hacia la puerta con mucha ira en su mirada.

Cristal no sabía cómo, pero intuía que estaba por ir a donde su jefe. Por instinto se movió y, antes de que el hermano de Hiro pudiera salir, lo detuvo poniendo sus manos en su pecho.

— ¡Señor Real, le pido que se abstenga de hablar con mi jefe! —.

— ¡Él no tiene derecho de hablarte de esa manera! — espetó enojado.

— ¡Yo asumí la responsabilidad! Si va a reclamarle, me gritará y regañará nuevamente — le enfatizó Cristal.

"Eres la única que puede controlarlo", escuchó nuevamente esa extraña voz en su cabeza.

Kogan parpadeó varias veces sin quitar su mirada de su pareja. Con solo poner las manos en su pecho, ella había apaciguado su salvaje impulso de matar y todo ese enojo acumulado del día anterior fue reemplazado por el deseo de unir su piel a la de su luna.

Kogan, sin poder controlar sus instintos de querer tener a su pareja, rápidamente agarró sus manos antes de que ella se alejara y, reconociendo el gran poder que ella tenía sobre él, dijo:

— Como ordene, mi luna — su voz salió seductora y, sin poder evitarlo, besó las palmas de sus manos.

Cristal se sobresaltó por su actuar, pero lo que más la confundió fue ese extraño shock eléctrico cuando los labios de Kogan tocaron la piel de sus manos. Cristal, recordando que no estaban solos, miró a Hiro avergonzada; sin embargo, él simplemente observaba como si fuera algo normal el comportamiento de su hermano.

A Kogan no le gustó que su luna estuviera mirando a Hiro y se le acercó tanto que Cristal tuvo que dar un paso atrás, confundida por el extraño comportamiento de este hombre. Vio cómo sus ojos estaban cerca de los suyos; él estaba tan cerca que pudo escuchar su respiración.

Hiro suspiró, viendo que su hermano claramente se había perdido en sus instintos y que había olvidado que su pareja era humana.

— Llegamos temprano — habló él, agarrando a Kogan por el brazo cuando lo vio a punto de besarla. Lo alejó bruscamente a unos metros de Cristal, haciéndolo casi estrellarse contra la pared. — Sé que acordamos venir al mediodía, pero deseamos informarte algo y necesitamos tus servicios nuevamente —.

— Cla... claro — tartamudeó Cristal, nerviosa y ocultando sus nervios. Si Hiro no hubiera alejado a su hermano, ¿Él la hubiera besado?

— Si mi hermano hubiera revisado con más detalle el diseño, hubiera notado que hiciste los cambios perfectamente como él los había solicitado — le habló Hiro, cambiando el ambiente incómodo que Kogan había creado. — Estamos satisfechos con tu trabajo y deseamos que tú dirijas personalmente a este proyecto en Kanis —.

— ¿Viajar? — soltó asombrada. — No creo… poder ir, tengo… muchas responsabilidades — habló pausadamente, tratando de controlar esa extraña sensación que recorría su cuerpo por el toque de ese hombre.

— No queremos confiarle este trabajo a otra persona. Nos encargaremos de los gastos de transporte, comida y hospedaje —.

— No puedo darte una respuesta positiva — declaró ella.

— Sería una gran oportunidad para ti — continuó insistiendo Hiro.

— Me gustaría decirte que sí, sin embargo, esa decisión no está en mis manos. No puedo dejar mis proyectos —.

— Otro puede hacerse responsable — interrumpió Rax, ubicándose al lado de Hiro. Kogan tuvo que cerrar sus ojos para que ella no viera el cambio de color en sus globos oculares.

Cristal ni miró a Kogan, sentía su rostro enrojecer con solo escucharlo y la voz en su cabeza le pedía a gritos que se acercara a él.

“¡Hay que convencerla!”, le gritó Rax. Kogan tuvo que cerrar sus puños con fuerza para contenerse de llevársela, porque su aroma lo embriagaba a tal punto de querer reclamarla, y al escuchar que no aceptaba su propuesta, lo estaba descontrolando.

Pero ellos tenían que soportarlo, no podían llevarse a su compañera en contra de su voluntad a su territorio. Era parte de las reglas de los licántropos, y si no hubiera reglas, Kogan se hubiera llevado a su luna desde el primer momento que la vio.

— Hiro, sabes que no debes conversar conmigo sobre este tema —.

— ¡Lo sé! Pero quiero saber si estás dispuesta a hacerte cargo. Me gustaría que fueras la encargada del desarrollo del proyecto — le mintió.

Cristal pensó en las palabras de Hiro. Ir a Kanis significaba que estaría viajando constantemente de un país a otro y, por sus hijos, no podía aceptar su propuesta. En ese momento recordó que su jefe tampoco le permitiría ir, dado que siempre deseaba tenerla cerca para arreglar los errores de los demás.

— Iré si la empresa me envía — le informó después de unos breves minutos de silencio, confiada en que su jefe haría todo lo posible por enviar a otro en su lugar.

— Entonces platicaremos con el encargado — declaró Kogan, entusiasmado por su respuesta. Era lo que había anhelado escuchar desde un inicio. — Vamos, Hiro. Entre más rápido conversemos con su jefe, más rápido se irá conmigo — hubo un largo silencio ante las palabras de Kogan.

Cristal parpadeó varias veces, creyendo haber escuchado mal, pero no fue así. Kogan miraba con impaciencia a su luna, deseando alejarse de ella por primera vez, pero solo para ir a hablar con ese hijo de puta de su jefe y antes de que pudieran salir, la puerta de la pequeña oficina se abrió.

— ¡Tienes una entrega! — espetó una seductora mujer, entrando con un gran ramo de rosas y una canasta llena de chocolate junto con una botella de champán.

La seductora mujer pasó frente a las narices de los alfas con los obsequios, y Kogan vio cómo todos esos regalos fueron entregados a su pareja.

"¡¿Cómo se atreve a cortejar a mi pareja?!", gruñó Rax con mucha ira al sentir el olor de ese humano que había estado en su casa la noche anterior.

— ¡Para el amor de mi vida! — comenzó a leer Micaela, la colega de Cristal, al abrir el sobre que venía entre las flores. Se sentó seductoramente en el escritorio, sin quitar la vista de Hiro y Kogan, actuando como una perra en celo. — ¡Ese bastardo de Stuart no se da por vencido! — vociferó ella.

Cristal cerró los ojos, avergonzada por lo que estaba haciendo su colega. El enojo de Kogan se notaba en su rostro; estaba a punto de agarrar el ramo de flores y arrojarlo a la basura, pero Hiro lo sujetó por el brazo y lo sacó arrastrado fuera de la oficina.

— ¡¿Por qué dijiste todo eso frente a ellos?! — espetó Cristal, enojada, ignorando el extraño comportamiento de Kogan y se dirigió hacia Micaela.

— Quería ver a ese apuesto hombre que acompaña a nuestro frecuente cliente. ¿Sabes quién es? — preguntó Micaela mientras abotonaba su blusa.

— Es otro inversionista — la regañó Cristal, incómoda al escucharla preguntar por el hermano de su cliente. — Y por favor, ¡No vuelvas a hacer eso! Sabes qué debes hacer cuando Stuart envía esos regalos —.

— ¡Sé lo que tengo que hacer! — aseguró Micaela. — Necesitaba una excusa para entrar y ver a ese apuesto hombre, además quería que vieras las rosas tan bonitas que te enviaron; debieron costarle una fortuna —.

Cristal miró el gran ramo de rosas de diferentes colores. No podía negar que el padre de sus hijos, Stuart, la conocía bien. 

— ¡Tiralas a la basura! —.

— ¡No seas tonta! Acepta la cena en el lujoso restaurante — Micaela le mostró la invitación que estaba en el sobre. — Y de paso, acuéstate con él, así le das una lección a esa perra de Amelia —.

— No haré eso, Micaela — su colega era una entrometida. — Se le subirá el ego, se lo dirá a todos y ¡Menos me dejará en paz! — aseguró.

— Tienes razón, se creerá el hombre más irresistible, pero no puedes negar que se superó esta vez —.

Cristal volvió a mirar el gran ramo de rosas, junto con la canasta llena de chocolates y una botella de champán. 

— ¡Tiralas a la basura! — enfatizó nuevamente.

— Si no las quieres, ¿Podrías dármelas? — se escuchó una voz masculina del otro lado de la puerta. — Mi esposa está de cumpleaños y no le he comprado nada — dijo Elías, el ingeniero civil, aprovechando la oportunidad de ahorrarse unos dólares.

— Te las regalo — le indicó Cristal rápidamente.

— ¿Segura? — preguntó dudoso Elías.

— Sí, llévatelas — le aseguró Cristal. Él las tomó con alegría y se retiró. Mientras tanto, Micaela tomó la botella de champán, agitándola.

— Sé que es tu favorita, pero cómo fue tu ex quien te la mandó, la tirarás a la basura — rio emocionada. — Yo sí le daré buen uso —.

— Llévatela junto con los chocolates — le mencionó Cristal. Micaela salió emocionada de la oficina.

Cada vez Stuart era más insistente. Cristal tomó el sobre, leyó su contenido y rio ligeramente antes de partir en dos el sobre junto con la carta y la invitación a cenar.

— Te cansarás de esperarme llegar ese día — dijo, tirando los papeles a la basura.

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— ¡Es un privilegio que nos tomen en cuenta! Asignaré al arquitecto Isaac Miller para que vaya con ustedes —.

— Queremos llevarnos a la arquitecta Rain. Ella ha diseñado varios de nuestros proyectos y queremos que supervise esto — mencionó Hiro con enojo. Después de sacar a su hermano arrastrado, ambos solicitaron conversar inmediatamente con el señor Miller.

— ¿Quieren a Cristal? — preguntó con enojo el señor Miller. — Ella no es buena en su trabajo y tiene muchos proyectos atrasados — les mintió.

— No es la única arquitecta en esta empresa. Asigne a alguien que se haga cargo de sus funciones — replicó Hiro con enojo, demostrando que sabía que lo dicho sobre Cristal no era cierto.

— Ella no es la mejor desempeñando su trabajo — enfatizó el señor Miller, en un intento de convencer a Hiro de la falta de profesionalismo de Cristal, lo cual claramente no era cierto. — Voy a asignarle al arquitecto Isaac — dijo Miller con firmeza, retando a Hiro.

Kogan, sentado al lado de su hermano con gran enojo, observaba a Hiro discutir con ese repugnante humano. Deseaba arrancarle la cabeza solo de recordarlo gritándole a su pareja y por evitar que él se llevara a su luna a su territorio.

— Si ese Isaac es el mejor, ¿Por qué no lo asignó para trabajar conmigo desde el inicio? No me llevaré a alguien cuyo trabajo desconozco — replicó Hiro.

El señor Miller los miró con enojo, sin responder a sus palabras, y solo indicó: 

— Supongo que no tenemos un acuerdo — el jefe de Cristal terminó la conversación y se retiró sin mencionar nada más.

— ¡Esos humanos se convertirán en la MI**DA DE UN ANIMAL! — gritó Kogan apenas quedaron solos en la oficina. — Llama a Logan, dile que ordene a uno de sus lobos que se haga cargo de este MALDITO lugar y que ordené que mi compañera se vaya conmigo —.

— Logan ha intentado comunicarse con nosotros — le indicó Hiro, viendo varias llamadas del alfa de esas tierras.

— Quiere saber quién es mi luna. Todavía no le he indicado que es una humana —.

— Debes ir con él. Sabes que debes hacer el pacto antes de llevártela —.

— ¡Eso haré! Y tú, hermanito — Kogan se dirigió a Hiro con enojo. — Habla con el beta de Logan, que le ordene a ese cadáver que le informe a mi preciada luna que se irá ¡CONMIGO! —.

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