Un crujido resonó en el aire, con un sonido seco y profundo, como el estallido de brasas al rojo vivo. Entonces, una onda de calor emergió a mi alrededor y, con ella, mis espectros de fuego tomaron forma. Desde las sombras mismas, sus figuras emergieron con una majestuosa imponencia, sus cuerpos vibrando entre la realidad y el más allá. No eran simples bestias, no eran solo llamas; eran entidades vivientes, forjadas en el núcleo de una furia ancestral. Se alzaron en torno a mí, sus formas oscurecidas por siluetas etéreas que parecían danzar entre las llamas. Sus cuerpos fluctuaban, moviéndose entre lo tangible y lo incorpóreo, oscilando entre lo definido y lo informe. Cada uno de ellos tenía una apariencia única, aunque todos compartían un rasgo común: la sensación de peligro absoluto. Sus ojos —o lo que se asemejaba a ojos— eran orbes incandescentes de un brillo espectral, algunos centelleaban en un blanco puro y ardiente, otros en un rojo profundo, como si llevaran consigo el resp
"A ella no le importan tus palabras o como la salvaras, de donde ella viene no hay salvadores"Fumiko Ibars —No- nosotros... —balbuceó uno de ellos con la voz entrecortada, apenas un susurro ahogado por el terror. La risa brotó de mi garganta, ronca, oscura, casi vibrante con la electricidad del momento. Me mantenía suspendida en el aire, con Dai bajo de mí, sintiendo su calor, su poder, su furia en sincronía con la mía. —No hables… ni lo intentes… —murmuré con una tranquilidad escalofriante—. Este secreto ha sido guardado por demasiado tiempo. Descendí lentamente hasta tocar el suelo con ligereza, mis pies apenas levantando polvo. La multitud se estremeció. Mi sonrisa se ensanchó con deleite al ver cómo intentaban retroceder, cómo sus cuerpos reaccionaban instintivamente a la presencia de algo que no podían comprender ni enfrentar. Pobres… tan vulnerables, tan débiles. Mis espectros emergieron con un resplandor feroz, sus cuerpos envueltos en llamas de distintos colores, vibrant
—Deberían empezar a considerar usar el cerebro de vez en cuando, maten… Las palabras apenas habían salido de mi boca cuando un portal se abrió detrás de mí. No tuve tiempo de reaccionar. Unas manos fuertes cubrieron mi boca, sofocando mis palabras, aquella se tenía de muerte, y me arrastraron sin esfuerzo al interior del vórtice resplandeciente. Escuché un gruñido y vi a Connor lanzarse sobre Dai, empujándolo mientras él también cruzaba el portal. Dai intentó seguirnos, pero la brecha se cerró antes de que pudiera alcanzarnos. Todo se volvió un torbellino de sensaciones. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando sentí un aliento cálido en mi oído. —No te dejes dominar por el odio, linda —murmuró Garret con voz firme pero suave. Forcejeé, intentando liberarme de su agarre, pero él no me soltó. Gruñí sobre la palma de su mano, frustrada al darme cuenta de que no podía usar mis poderes. —No lo hagas, no cedas... —continuó, su tono impregnado de urgencia—. Eres más fuerte que esas em
—Solo quiero acabar con esto de una vez —susurré, mi voz quebrándose bajo el peso de todo lo que sentía. La lluvia caía con fuerza, empapando nuestras ropas, pegándolas a nuestra piel. Mis lágrimas se confundían con las gotas que rodaban por mi rostro, y aunque mi cuerpo temblaba, no sabía si era por el frío o por la desesperación que me consumía. Garret me miró con esos ojos serenos que parecían verlo todo, como si pudiera leer cada grieta en mi alma. No dijo nada al principio, solo acercó su mano con delicadeza y limpió mis lágrimas con la yema de sus dedos. Luego, sin apartar su mirada de la mía, inclinó su cabeza y besó mi frente con ternura. —Todo estará bien —susurró contra mi piel—. No te preocupes. Quise responderle, pero las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta. —Solo sigue adelante... —continuó él, su voz profunda y segura—. Cruza los valles, atraviesa las montañas… y lograrás lo que sueñas. Solo toma el control. El peso sobre mis hombros pareció aligerarse ape
"Despues de ciertos demonios, no cualquier infierno quema"Oshin Itreque Una profunda molestia se apoderó de mí al verla tomada de la mano de ese hombre. No entendía quién era, ni por qué estaba así con ella… No quería sacar conclusiones precipitadas, pero una sensación amarga me recorría el pecho. ¿Qué significaba todo esto? ¿Qué estaba pasando entre ellos? La rabia crecía en mi interior, pero también una sensación de impotencia que me ahogaba. Miré su rostro, pero ella no me vio. Estaba tranquila, casi serena, con una pequeña chispa en sus ojos que no podía ignorar. Aquella lucecita de felicidad que no veía desde que estábamos juntos. Era el mismo brillo que antes, cuando estaba conmigo, cuando compartíamos momentos llenos de sueños y promesas. Ahora, ese brillo parecía exclusivo para él, ese hombre al que no conocía. La duda, como un peso, se coló en mi mente y me destrozó por dentro. Gruñí un poco, apretando mis puños y mi mandíbula para ahogar el gruñido en mi boca. Cerré los o
- Pa... papi - murmuró al verme, con la voz quebrada. Fumiko entró corriendo a la casa, abriendo los ojos de par en par al ver lo mismo que yo. - ¡Ai! - gritó, corriendo hacia ella y pasándome por un lado. Se tiró al suelo junto a ella, frente a Roderick. Me acerqué también. Fumiko subió su cuerpo a sus piernas, dejando la cabeza de mi hermana en su abdomen. Llevó sus manos a su abdomen y suspiró pesadamente. Me coloqué junto a Roderick para quedarme frente a ellas, y él se lanzó a mí, ocultando su cara en mi pecho, aferrándose a mi camisa. Lo abracé, subiéndolo a mi regazo mientras las lágrimas se acumulaban en mis ojos. Los ojos de Fumiko se volvieron completamente blancos y sus manos brillaron. Dos lágrimas de color dorado se deslizaron por sus mejillas. - Estará bien, solo... necesita descansar - dijo mi pequeña con un tono completamente neutro. Sus ojos regresaron lentamente a la normalidad. Me miró y luego bajó su vista a la espalda de Roderick. Suspiró y limpió sus mejillas
"Necesito que me salven, realmente me gustaría que intervinieras"Fumiko Ibars Aparecí en la cabaña, mi corazón latía de manera desesperada. No quería que eso pasara, no quería que ella estuviera herida, no quería ser la causante de que algo tan terrible le sucediera. -¿Por qué no pensé que la habían lastimado? No pensé en ello... Si hubiese llegado antes... ella...- me martillaba a mí misma mientras frotaba mi rostro con las manos, desesperada, como si de alguna forma pudiera borrar lo sucedido. Mi cabeza daba vueltas, la ansiedad me consumía. No estaba acostumbrada a usar mis poderes de esa manera; el enojo casi me había dominado y, aún así, no había logrado controlar todo lo que sucedió. Un frío sudor recorría mi espalda mientras trataba de calmarme, de razonar que estar de esta manera no me iba a ayudar en nada. Me tambaleé un poco y caí al suelo con un golpe sordo, el agua fría me caló hasta los huesos. Respiré profundamente, tratando de estabilizarme, de encontrar alguna paz
"Nunca ha sido culpa de quien hiere o de quien llora. Culpa del que se enamora"Oshin ItrequeEl jardín estaba silencioso, apenas interrumpido por el susurro del viento entre los árboles. La luna brillaba tenue en el cielo, y yo estaba allí, sentado en una de las viejas bancas de madera, sintiéndome más miserable de lo que jamás me había sentido en mi vida. Si lo que temía se hacía realidad, entonces no solo sería infeliz... sino que perdería la única razón por la que mi corazón aún latía con sentido.Jugueteaba con la cadena que iba a obsequiarle aquella noche en la presentación. La dejaba deslizarse entre mis dedos, sintiendo el frío metal contra mi piel, tratando de distraerme de la idea que me atormentaba.El dije que colgaba de ella, un pequeño corazón de cristal rosa con vetas doradas en su interior, capturaba la luz de la luna y la reflejaba en destellos suaves. Había elegido esa cadena con esmero, buscándola durante semanas hasta encontrar la perfecta, la que representara lo q