- Pa... papi - murmuró al verme, con la voz quebrada. Fumiko entró corriendo a la casa, abriendo los ojos de par en par al ver lo mismo que yo. - ¡Ai! - gritó, corriendo hacia ella y pasándome por un lado. Se tiró al suelo junto a ella, frente a Roderick. Me acerqué también. Fumiko subió su cuerpo a sus piernas, dejando la cabeza de mi hermana en su abdomen. Llevó sus manos a su abdomen y suspiró pesadamente. Me coloqué junto a Roderick para quedarme frente a ellas, y él se lanzó a mí, ocultando su cara en mi pecho, aferrándose a mi camisa. Lo abracé, subiéndolo a mi regazo mientras las lágrimas se acumulaban en mis ojos. Los ojos de Fumiko se volvieron completamente blancos y sus manos brillaron. Dos lágrimas de color dorado se deslizaron por sus mejillas. - Estará bien, solo... necesita descansar - dijo mi pequeña con un tono completamente neutro. Sus ojos regresaron lentamente a la normalidad. Me miró y luego bajó su vista a la espalda de Roderick. Suspiró y limpió sus mejillas
"Necesito que me salven, realmente me gustaría que intervinieras"Fumiko Ibars Aparecí en la cabaña, mi corazón latía de manera desesperada. No quería que eso pasara, no quería que ella estuviera herida, no quería ser la causante de que algo tan terrible le sucediera. -¿Por qué no pensé que la habían lastimado? No pensé en ello... Si hubiese llegado antes... ella...- me martillaba a mí misma mientras frotaba mi rostro con las manos, desesperada, como si de alguna forma pudiera borrar lo sucedido. Mi cabeza daba vueltas, la ansiedad me consumía. No estaba acostumbrada a usar mis poderes de esa manera; el enojo casi me había dominado y, aún así, no había logrado controlar todo lo que sucedió. Un frío sudor recorría mi espalda mientras trataba de calmarme, de razonar que estar de esta manera no me iba a ayudar en nada. Me tambaleé un poco y caí al suelo con un golpe sordo, el agua fría me caló hasta los huesos. Respiré profundamente, tratando de estabilizarme, de encontrar alguna paz
"Nunca ha sido culpa de quien hiere o de quien llora. Culpa del que se enamora"Oshin ItrequeEl jardín estaba silencioso, apenas interrumpido por el susurro del viento entre los árboles. La luna brillaba tenue en el cielo, y yo estaba allí, sentado en una de las viejas bancas de madera, sintiéndome más miserable de lo que jamás me había sentido en mi vida. Si lo que temía se hacía realidad, entonces no solo sería infeliz... sino que perdería la única razón por la que mi corazón aún latía con sentido.Jugueteaba con la cadena que iba a obsequiarle aquella noche en la presentación. La dejaba deslizarse entre mis dedos, sintiendo el frío metal contra mi piel, tratando de distraerme de la idea que me atormentaba.El dije que colgaba de ella, un pequeño corazón de cristal rosa con vetas doradas en su interior, capturaba la luz de la luna y la reflejaba en destellos suaves. Había elegido esa cadena con esmero, buscándola durante semanas hasta encontrar la perfecta, la que representara lo q
"Bórrame la memoria, bórrame de nuestra historia. Olvídame que puedes, cura tus heridas..."Fumiko Ibars Me aferraba a su pecho con fuerza, sintiendo el latido pausado de su corazón bajo mi mejilla. Su respiración, lenta y profunda, subía y bajaba con un ritmo que en otro momento habría sido tranquilizador, pero ahora solo lograba hacerme sentir más vulnerable. Ambos llorábamos en silencio; él, por tristeza, y yo, por una mezcla sofocante de emoción e impotencia. "Eres un injusto..." pensé con el rostro oculto en su pecho, sintiendo cómo su calor me envolvía. "¿Cómo esperas que te deje si me dices estas cosas? Eres un maldito injusto..." Una parte de mí quería gritarle, zarandearlo, pedirle que dejara de hacerme esto, que dejara de confundirme, que dejara de torturarme, pero la otra simplemente deseaba quedarse ahí para siempre, sumergida en la sensación de que aún me pertenecía. Su mano acarició mi cabeza con delicadeza, un gesto que hizo que mi cuerpo se estremeciera. Lentamen
"Podria decir que te llevare, podria decir lo que hare, pero en el fondo todo lo que deseo es romperte "Fumiko sentía que el peso del mundo caía sobre sus hombros. Una tormenta rugía en su mente, llena de culpas y arrepentimientos, asfixiándola con pensamientos de lo que pudo haber hecho diferente. Se repetía una y otra vez que debía encontrar una manera de corregir su error, de reparar el daño causado, pero en el fondo sabía que no había vuelta atrás. El dolor se instalaba en su pecho como un veneno lento, cada latido era una punzada recordándole la magnitud de su equivocación. Mientras tanto, Ai cargaba un vacío inexplicable, una tristeza que la consumía desde adentro. Pero no podía mostrarlo, no podía permitir que su familia viera lo rota que estaba. Así que sonreía, fingiendo con la naturalidad de quien ha perfeccionado el arte de ocultar el dolor. Riu, por su parte, podía sentirlo. La conexión que compartían como mates le permitía leer su angustia como si fuera su propia piel,
"¿Estas loco como yo? ¿Has sufrido como yo? ¿Has comprado un champaña de 100 dólares como yo? ¿Solo para tirar al desagüe a ese hijo de puta como yo?" Garret Exovarion Luxverum Las calles de Grecia se extendían frente a mí, bañadas por la luz de un sol perezoso que se ocultaba tras el horizonte. Caminaba sin rumbo fijo, sintiendo el peso de mis propios pensamientos hundirme en una tormenta que no parecía tener final. Tanto tiempo esperándola... Tanto tiempo deseando que me mirara de la forma en que yo la miraba... ¿Para qué? Para que terminara enamorándose de otro. El viento arrastraba consigo el aroma salino del mar, mezclado con el dulzor de las bugambilias que adornaban los balcones de piedra. Atenas, con su mezcla de antigüedad y modernidad, con sus calles empedradas y murales gastados por el tiempo, parecía un escenario ajeno a mi pesar. Mi pecho se sentía pesado, y aunque mis pasos avanzaban con firmeza, en mi interior todo parecía tambalearse. No podía hacer nada... Por
El sonido del portón cerrándose fue un eco bajo, profundo, como un latido primordial sellando la transición. El zumbido de la energía, mientras la puerta volvía a cerrarse, resonó por el aire, y con ello, una sensación de que todo estaba en su lugar, que el paso entre los mundos ya estaba sellado, al menos por ahora. El lugar era irreal, sobrecogedor, como si cada elemento, cada rincón de este plano estuviera esperando que algo sucediera, que alguien como yo cruzara su umbral, que el destino de todo el universo tomara un giro inesperado. Y mientras el viento suave de ese mundo susurraba a mi alrededor, supe que estaba en el lugar correcto, en el momento justo, y que las puertas que había cruzado me llevarían a donde nunca había imaginado. Todo en si era un espectáculo en sí mismo. Todo estaba bañado en tonos blancos y celestes, con enormes columnas color crema que sostenían techos abovedados, decorados con detalles dorados. El suelo parecía hecho de mármol pulido, reflejando la luz
"Un millón de pensamientos pasan por mi cabeza, ¿Debería dejar que mi corazón siga escuchando?"Fumiko IbarsOshin estaba acostado en la cama, aún sumido en el sueño. Yo, en cambio, no lograba encontrar descanso. Mi mente seguía dando vueltas a todo lo que había sucedido, abrumada por la maraña de emociones y preocupaciones que no dejaban de atormentarme.Había pasado toda la madrugada sentada en el balcón, observando el cielo que comenzaba a iluminarse con los primeros rayos de sol. El aire fresco me acariciaba la piel, y mientras lo hacía, mis dedos jugaban nerviosos con el pequeño dije de la cadena que me había regalado Oshin unas horas atrás. La ansiedad y la tristeza se mezclaban en mí, y no sabía si debía hablar con él sobre Ai y la pérdida de su sobrino.- Pequeña - me llamó Oshin, interrumpiendo mis pensamientos. Su voz rasposa me hizo dar un respingo y soltar la cadena. Miré hacia atrás, y lo vi sentado detrás de mí, sus brazos me envolvían con cariño mientras dejaba un suave