"Podria decir que te llevare, podria decir lo que hare, pero en el fondo todo lo que deseo es romperte "Fumiko sentía que el peso del mundo caía sobre sus hombros. Una tormenta rugía en su mente, llena de culpas y arrepentimientos, asfixiándola con pensamientos de lo que pudo haber hecho diferente. Se repetía una y otra vez que debía encontrar una manera de corregir su error, de reparar el daño causado, pero en el fondo sabía que no había vuelta atrás. El dolor se instalaba en su pecho como un veneno lento, cada latido era una punzada recordándole la magnitud de su equivocación. Mientras tanto, Ai cargaba un vacío inexplicable, una tristeza que la consumía desde adentro. Pero no podía mostrarlo, no podía permitir que su familia viera lo rota que estaba. Así que sonreía, fingiendo con la naturalidad de quien ha perfeccionado el arte de ocultar el dolor. Riu, por su parte, podía sentirlo. La conexión que compartían como mates le permitía leer su angustia como si fuera su propia piel,
"¿Estas loco como yo? ¿Has sufrido como yo? ¿Has comprado un champaña de 100 dólares como yo? ¿Solo para tirar al desagüe a ese hijo de puta como yo?" Garret Exovarion Luxverum Las calles de Grecia se extendían frente a mí, bañadas por la luz de un sol perezoso que se ocultaba tras el horizonte. Caminaba sin rumbo fijo, sintiendo el peso de mis propios pensamientos hundirme en una tormenta que no parecía tener final. Tanto tiempo esperándola... Tanto tiempo deseando que me mirara de la forma en que yo la miraba... ¿Para qué? Para que terminara enamorándose de otro. El viento arrastraba consigo el aroma salino del mar, mezclado con el dulzor de las bugambilias que adornaban los balcones de piedra. Atenas, con su mezcla de antigüedad y modernidad, con sus calles empedradas y murales gastados por el tiempo, parecía un escenario ajeno a mi pesar. Mi pecho se sentía pesado, y aunque mis pasos avanzaban con firmeza, en mi interior todo parecía tambalearse. No podía hacer nada... Por
El sonido del portón cerrándose fue un eco bajo, profundo, como un latido primordial sellando la transición. El zumbido de la energía, mientras la puerta volvía a cerrarse, resonó por el aire, y con ello, una sensación de que todo estaba en su lugar, que el paso entre los mundos ya estaba sellado, al menos por ahora. El lugar era irreal, sobrecogedor, como si cada elemento, cada rincón de este plano estuviera esperando que algo sucediera, que alguien como yo cruzara su umbral, que el destino de todo el universo tomara un giro inesperado. Y mientras el viento suave de ese mundo susurraba a mi alrededor, supe que estaba en el lugar correcto, en el momento justo, y que las puertas que había cruzado me llevarían a donde nunca había imaginado. Todo en si era un espectáculo en sí mismo. Todo estaba bañado en tonos blancos y celestes, con enormes columnas color crema que sostenían techos abovedados, decorados con detalles dorados. El suelo parecía hecho de mármol pulido, reflejando la luz
"Un millón de pensamientos pasan por mi cabeza, ¿Debería dejar que mi corazón siga escuchando?"Fumiko IbarsOshin estaba acostado en la cama, aún sumido en el sueño. Yo, en cambio, no lograba encontrar descanso. Mi mente seguía dando vueltas a todo lo que había sucedido, abrumada por la maraña de emociones y preocupaciones que no dejaban de atormentarme.Había pasado toda la madrugada sentada en el balcón, observando el cielo que comenzaba a iluminarse con los primeros rayos de sol. El aire fresco me acariciaba la piel, y mientras lo hacía, mis dedos jugaban nerviosos con el pequeño dije de la cadena que me había regalado Oshin unas horas atrás. La ansiedad y la tristeza se mezclaban en mí, y no sabía si debía hablar con él sobre Ai y la pérdida de su sobrino.- Pequeña - me llamó Oshin, interrumpiendo mis pensamientos. Su voz rasposa me hizo dar un respingo y soltar la cadena. Miré hacia atrás, y lo vi sentado detrás de mí, sus brazos me envolvían con cariño mientras dejaba un suave
"Soy demonio de mis propios demonios." Fumiko Ibars Entré a la cabaña con la esperanza de que ellos se unieran pronto. El aire frío de la noche había comenzado a calar mi piel, y la pequeña cabaña parecía un refugio acogedor. La madera crujió bajo mis pies mientras avanzaba, el olor a pino y tierra mojada llenaba el espacio, y las luces tenues de unas velas encendidas iluminaban las paredes cubiertas de madera envejecida. El interior estaba decorado de manera rústica pero cálida, con alfombras de lana y cojines dispersos por los sofás. La chimenea en una esquina hacía crepitar el fuego, lanzando destellos de luz danzante que se reflejaban en las viejas paredes de troncos. En una mesa de madera había una jarra de agua y unos vasos, junto a un par de platos vacíos. Parecía que el lugar había sido diseñado para ser una especie de refugio, apartado del resto del mundo. Sin embargo, antes de que pudiera acomodarme, algo me sorprendió. Connor, como si me hubiera sentido a kilómetros de d
- Pero hay un problema -dije, con una interrupción que nadie esperaba. Ambos me miraron fijamente, y su atención se centró completamente en mí-. Los gemelos del inframundo ya saben de la debilidad que hay entre las líneas. Quieren aprovecharse de ella. Quieren matarme para robarme mi poder y dominar las cinco líneas. No solo buscan venganza. Ahora quieren todo. Un profundo silencio se instaló entre nosotros, como si esas palabras pesaran más de lo que cualquiera podría haber anticipado. Garret, tan acostumbrado a los peligros que rodeaban nuestro mundo, no pareció sorprenderse. Pero Roger... Roger parecía procesar todo a una velocidad sorprendente, como si hubiera descifrado un nuevo enigma. - Por eso te atacaron esa vez -dijo Roger, sus palabras cargadas de pensamiento. Era obvio que había comprendido la situación, pero la preocupación seguía resonando en su mirada. Asentí con gravedad, mientras todo lo que había pasado comenzaba a tener sentido en mi mente. Cada ataque, cada inte
"Huyéndole a mi sombra, queriendo no estar sola. Yo muero y vivo por ti" Fumiko Ibars Habían pasado unos diez días desde que hablé con Dios y llegamos a aquel acuerdo. Diez días de confusión, miedo, pero también de esperanza. El acuerdo aún rondaba en mi mente como una promesa y una amenaza a la vez. La vez que regresé en la tarde a la manada, Oshin se lanzó hacia mí abrazándome con tal fuerza que casi me derrumbó. Decía que creía que me había ido de nuevo. Escuché el miedo en su voz, el temor de perderme nuevamente. Pero yo estaba allí, con él, en sus brazos, y por primera vez en días, sentí una paz que no había experimentado desde hacía mucho tiempo. Pasamos la noche hablando de cosas insignificantes, riendo y disfrutando de la compañía del otro. El tiempo parecía detenerse cuando estábamos juntos. Las conversaciones eran simples, pero en cada palabra se tejía una conexión más profunda, una que comenzaba a sentirse como un refugio seguro en medio de todo lo que ocurría. Finalme
Oshin, con su cara sonrojada y una sonrisa bellísima en sus carnosos labios húmedos, me miraba con una mezcla de nerviosismo y dulzura que me derretía por dentro. Sus ojos, de un tono miel profundo, brillaban con una suavidad que me hacía perderme en ellos, y su expresión, a pesar de la tensión que evidentemente sentía, era tan malditamente tierna que no podía evitar sentir un calorcito en el pecho. Aquella mirada que reflejaba una vulnerabilidad que sólo él parecía mostrarme, me inquietaba y me emocionaba a la vez. Estaba al otro lado de la mesa, en el pequeño rincón del bosque donde habíamos decidido almorzar, lejos de la casa. Un lugar que hasta ese momento no había imaginado jamás, pero que ahora se extendía ante mí como el escenario de una película cursi, la más romántica que pudiera haber imaginado. Bajo la sombra de un árbol enorme, el aire fresco del bosque acariciaba mi piel, y el susurro de las hojas movidas por la brisa formaba la banda sonora perfecta de aquel momento.