Estela y yo, caminamos en silencio tomadas de la mano. Me tomó una noche de whisky y lágrimas contarle todo. El eco de nuestros pasos rompe el silencio de la calle casi vacía. Las farolas lanzan sombras alargadas sobre el pavimento, mientras el viento arrastra hojas secas y recuerdos pasados. No hemos dicho una palabra desde que salimos de la última tienda. Giro ligeramente la cabeza hacia ella. Su rostro hermoso y sereno, me mira también. —No dejo de pensar que tal vez deba hacer más —digo de repente, rompiendo el silencio. - Siento que te estoy dejando sola con todo esto. — Mis ojos buscan los suyos. - Quisiera ayudarte más con los preparativos de la boda, pero… prometo que estaré aquí para la ceremonia. No me la perdería por nada. - Estela sonríe levemente aunque sus ojos brillan con una tristeza que no puede ocultar del todo. —No te preocupes por eso. Lo importante es que estés aquí cuando llegue el día —responde con voz firme pero con un toque de melancolía—. Has p
No sé ni cuánto tiempo ha pasado desde que Jesan se fue pero cada día parece una eternidad. Las primeras mañanas después de su partida fueron las más difíciles. Me despertaba con una punzada de incertidumbre en el pecho, como si algo esencial me faltara. Y aunque me esforzaba en mantener mi rutina: levantarme temprano, correr por el parque, trabajar largas horas tratando de llenar los vacíos con actividades, todo parecía una distracción incompleta. Las noches eran peores. El silencio del apartamento era opresivo, un recordatorio constante de que Jesan ya no estaba cerca. A veces encendía la televisión solo para llenar el espacio, pero ni siquiera eso lograba calmar la sensación de pérdida. Emiliano ha sido mi salvavidas, otra vez; me invita a cenar o simplemente a pasar tiempo juntos, pero incluso con su compañía, siento que una parte de mí está ausente. Cuando veo su carta entre la correspondencia frente a mi puerta, mi corazón comienza a latir con mucha fuerza. Reconozco su l
Regresé a Marejada cuando todo terminó. Disfruto tanto la compañía de mi madre y la tranquilidad del pueblo, de mi hogar. Los días aquí son sencillos, casi terapéuticos. Las visiones se detuvieron. Supongo que porque ya alcanzamos el objetivo. Y, aunque nunca sabré cómo comenzaron, sé que todo pasó para que Amal y Analí puedan descansar y, y para que Logan y yo sepamos que somos hermanos. He visto a Raje. Ya nació su bebé. Un niño rollizo de mirada y sonrisa fáciles. Me encanta verlo feliz. Ya no veo al Raje violento y visceral con el que yo estuve sino a un padre y esposo amoroso y protector. Por las mañanas, ayudo a mamá con pequeñas tareas del hogar: regar las plantas del jardín, ir al mercado para comprar pescado fresco o simplemente preparar el desayuno juntas mientras hablamos de todo y nada. Las tardes las paso caminando por la playa, dejando que la arena fría se cuele entre mis dedos y el agua del mar roce mis pies. Hay algo en el horizonte infinito que me da una sensa
Mi padrino regresó a su casa cuando todo terminó y yo le prometí alcanzarlo pronto. La idea de estar allá es como una promesa de calma en medio del caos. Solo tenía que arreglar el permiso en el trabajo. Me ausentaré por varias semanas de aquí y quiero dejar todo en orden para cuando do regrese. De pie, frente a la ventana, miro los edificios de enfrente y comienzo a recordar los veranos de mi infancia, los días interminables junto al agua, la tranquilidad que parecía impregnar cada rincón de aquel lugar. Lo que necesito es alejarme de todo, dejar atrás la ciudad, el trabajo, las expectativas… y simplemente respirar. Sostengo la carta de Jesan en mis manos mientras mis ojos recorren otra vez las líneas escritas con su letra firme. He releído las palabras tantas veces que casi puedo recitarlas de memoria. Cada frase es un recordatorio de que ella ya no está aquí y eso está bien. Regresar a casa, con mi padrino. Pasar un tiempo lejos de todo. Creo que necesito ese espacio para or
Es una tarde tranquila. Logan salió a correr y en su ausencia, decido buscar una caja con pertenencias de Ela que guardé cuando murió, aunque nunca tuve el valor de inspeccionarla. Pero en estos momentos, creo que debe ser Logan quien la tenga. Cierro los ojos por un momento y me obligo a respirar. Aunque guardé todo esto para mí, ahora entiendo que en realidad, todo era por él. Logan merece esto. Merece conocerla más allá de los fragmentos dispersos de historias contadas a medias. Merece sostener en sus manos algo que le pertenezca, algo que lo conecte con ella de la única manera en que ahora es posible. Mientras organizo el desván moviendo cajas de un lado para otro, la encuentro. No la había visto en años. El polvo se levanta en el aire cuando deslizo la tapa de la vieja caja de madera. El olor a papel envejecido y recuerdos guardados demasiado tiempo me golpea con fuerza, como si el pasado estuviera esperando este momento para reclamar su lugar. Paso la mano por el inte
El aire frío de la mañana quema mis pulmones, pero no me detengo. Cada zancada es más firme, más rápida. Mis pies golpean el suelo con un ritmo constante, casi mecánico, como el latido de un corazón que se rehúsa a rendirse. Quince kilómetros. Nunca había llegado tan lejos. Nunca había sentido mi cuerpo responder con esta precisión, con esta fuerza. No es solo resistencia, es algo más profundo. Es como si cada paso me alejara del peso que he cargado durante tanto tiempo. Como si por fin estuviera dejando algo atrás. Cuando llego al otro extremo del lago, disminuyo la velocidad hasta detenerme por completo. Apoyo las manos en las rodillas, respirando hondo mientras el sudor resbala por mi piel caliente. La superficie del agua está en calma, reflejando el cielo grisáceo con una quietud casi irreal. Y entonces, sucede. No sé si es el cansancio, el frío o simplemente mi mente jugándome una mala pasada, pero por un instante, veo una silueta en el lago. No solo una sombra, no solo un
Estela sale de la recámara con una cara que delata la noche en vela. Bajo sus ojos, unas sombras suaves insinúan el cansancio, pero la emoción brilla en su mirada inquieta. Sus párpados, un poco hinchados, parpadean más de lo normal, como si intentaran disipar la fatiga. Su piel, usualmente radiante, luce un poco pálida, pero el rubor natural en sus mejillas la delata: los nervios la tienen despierta por dentro y por fuera. Sus labios, entreabiertos, parecen dudar entre una sonrisa y un suspiro tembloroso. A pesar del agotamiento, hay algo en su expresión que la hace ver hermosa: la anticipación del día especial que la espera. Su rostro está iluminado por la emoción de su gran día y yo ya estoy aquí, esperándola. Su expresión cambia de inmediato al verme. —¡Jesan! —exclama, corriendo hacia mí para abrazarme—. No puedo creer que estés aquí. Pensé que no llegarías a tiempo. —No me perdería tu boda por nada del mundo —le respondo, sosteniéndola con fuerza. Siento su alegría vibrar
Bajo del auto antes que Estela. En cuanto sus pies tocan el suelo, suelta un suspiro profundo. Sus manos tiemblan un poco, así que instintivamente me acerco y tomo las suyas entre las mías. —Estás hermosa —le susurro, acomodando con cuidado la falda de su vestido para que no tropiece. Ella me mira con los ojos brillantes, con la emoción a punto de desbordarse en lágrimas. Pero no llora. Sonríe. Una sonrisa enorme, llena de felicidad pura. —No llores todavía —bromeo—. O arruinarás tu maquillaje antes de llegar al altar. Suelta una risa suave y me envuelve en un abrazo. La estrecho con fuerza, como si pudiera guardar este momento para siempre. Entonces, un brazo se extiende hacia ella. Estela se separa de mí y gira hacia él. Es su padrino, quien la llevará hasta donde Luis la espera. Ella le sonríe con gratitud y, con manos seguras, toma su brazo. Observo en silencio mientras comienzan a caminar hacia la iglesia. La gran puerta de madera se abre con solemnidad, dejando ver e