Mis ojos la siguen mientras camina por el pasillo lateral, con la misma elegancia y determinación de siempre. No puedo apartar la mirada. Jesan se mueve con esa seguridad que siempre me ha dejado sin palabras, pero hay algo en su expresión que me dice que aún está procesando mi presencia. La veo buscar con la mirada hasta que la encuentra: su madre. Se acerca a ella y se sienta a su lado intercambiando algunas palabras, le dedica una sonrisa afectuosa antes de fijar la vista en el altar. Yo debería hacer lo mismo. Debería mirar al frente, prestar atención al párroco que habla con solemnidad sobre el compromiso, el amor, la entrega incondicional entre dos almas que se eligen. Pero no puedo. Mi oportunidad está aquí. La verdad arde en mi pecho, pidiendo ser dicha. Antes de que pueda detenerme, mis pies ya se están moviendo. Camino por el lateral de la iglesia, sin apartar los ojos de Jesan. Apenas escucho las palabras del sacerdote, apenas noto las miradas curiosas de algunos invi
Las luces del salón brillan con calidez, reflejándose en las copas y los arreglos florales que decoran cada mesa. La música suave llena el aire, pero todo el ambiente se inunda de emoción cuando las puertas se abren y los recién casados entran. En el mismo instante, todos nos ponemos de pie. El estruendo de los aplausos retumba en el lugar mientras Estela y Luis cruzan el umbral, tomados de la mano, radiantes de felicidad. Estela no puede dejar de sonreír, sus ojos brillan con lágrimas contenidas y su risa es pura, sincera. Luis la mira con adoración, como si no existiera nada más en el mundo. Los observo y no puedo evitar sonreír también. Se ven perfectos juntos, como si este momento hubiera estado escrito para ellos desde siempre. Pero incluso en medio de la alegría y la celebración, mi corazón sigue inquieto. Desde que salimos de la iglesia, he evitado a Logan. Me he mantenido cerca de Estela, de mi madre, de cualquier persona que pudiera servirme de excusa para no enfrenta
El ramo sigue en mis manos cuando Estela aparece a mi lado, con una sonrisa tan traviesa que de inmediato sé que está a punto de soltar algo descabellado. —Bueno, bueno… esto sí que no lo vi venir —dice, cruzándose de brazos mientras me observa como si yo fuera la protagonista de una comedia romántica y ella la espectadora más entretenida. Suelto un suspiro, aferrándome al ramo como si pudiera usarlo para defenderme. —Ni yo. Intenté esconderme, pero al parecer el destino no respeta la privacidad —gruño, mirando las flores con resignación. Estela suelta una risa. —Hablo de Logan —aclara, arqueando una ceja—. No esperaba verlo aquí. - Mi cuerpo se tensa al instante. —¿Tú lo invitaste? - —Sí, pero no pensé que realmente viniera. - Parpadeo varias veces, procesando su respuesta. —¿Por qué lo invitaste? - Estela se encoge de hombros, con un destello de culpabilidad en sus ojos. — Nos encontramos hace unos meses y hablamos de la boda, se me hizo descortés no invitarl
- No somos hermanos, Jesan. - Las palabras de Logan caen sobre mí como un trueno. El mundo se detiene. El bullicio de la boda desaparece, el viento se queda en suspenso, mi respiración se atasca en mi garganta. —¿Qué…? —Mi voz apenas es un susurro. Pero él no se detiene. Me dice todo. Su madre, su verdadero padre, el descubrimiento de Seth. No compartimos sangre. Nunca la compartimos. Él no es mi hermano. Todo mi cuerpo tiembla, no de miedo, sino de la abrumadora oleada de emociones que me invade. Porque de repente, todo cobra sentido. El amor, el anhelo, el deseo prohibido que luché por enterrar durante todo este tiempo… nunca debió ser prohibido. Siempre fue real. Siempre fue nuestro. Mis piernas flaquean y Logan da un paso adelante, tomándome por los brazos, sosteniéndome. Su toque me quema, pero ya no quiero alejarme. —Jesan —su voz suena profunda, suplicante—. Podemos amarnos sin miedo. - Levanto la mirada y me encuentro con sus ojos. Esos ojos que siempre
El viento salado me acaricia el rostro mientras el sol se esconde en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos ámbar y carmesí. Frente a nosotros, las olas rugen con fuerza, como si quisieran recordarnos que el tiempo no se detiene, que la vida sigue fluyendo a pesar de todo. Pero esta noche, aquí en Marejada, nos reunimos no para seguir adelante, sino para recordar. Para honrar a Amal y Analí. Mi madre sostiene entre sus manos una foto de Amal y Analí, y por su expresión, sé que un recuerdo ha despertado en ella. Sus ojos se nublan, su boca se entreabre, pero no dice nada de inmediato. En su mirada hay algo más que tristeza: hay reconocimiento. —La conocí —murmura, más para sí misma que para nosotros—. Hace años… cuando ustedes aún eran pequeñas. Sin saberlo, Amal y Analí cumplieron un destino que había sido sellado el día en que nos encontramos en esta misma playa. Un destino tejido por la valentía, la gratitud y la magia del azar. - El silencio que sigue pesa sobre nosotros. E
El viento me golpea el rostro con ráfagas frías y saladas pero apenas lo siento. Todo mi cuerpo está relajado, pero siento una tristeza que me ancla a este pedazo de arena. El fuego que arde en el centro de nuestra pequeña reunión proyecta sombras que danzan en los rostros de los demás. Jesan está a mi derecha, con la mirada clavada en las llamas. Seth está más allá, en silencio y Jesabel sostiene una foto de Amal y Analí entre sus manos. Jesabel se mueve y se arrodilla frente al fuego. Coloca la foto sobre la arena, junto a una pequeña caja de madera decorada con símbolos tallados a mano. No sé qué hay dentro, pero su significado pesa en el aire. —Esta noche —dice Jesabel con voz serena—, honramos a Amal y Analí. Seth asiente, pero no dice nada. Jesan se aprieta a mi costado. Yo me obligo a seguir escuchando. —Ellas fueron luz. Fuerza. Amor. Y aunque su ausencia duele, esta noche no venimos a lamentarnos… sino a recordarlas. Cierro los ojos. Recordarla. Analí. Respiro
Cierro los ojos un instante y cuando los abro, la luz a nuestro alrededor cambia. Un resplandor dorado nos envuelve y frente a nosotros aparecen dos figuras que jamás olvidaré: Amal y Analí. Mi respiración se detiene. Verlas ahí, sonriendo, tan llenas de paz, me hace sentir un nudo en la garganta. No puedo hablar, no puedo moverme. El viento sopla entre los árboles, jugando con mi cabello mientras sostengo la mano de Logan. Siento su calor, siento su presencia firme a mi lado. —No se queden atrapados en el pasado —dice Amal, con esa voz que aún resuena en mis recuerdos—. Nuestra historia terminó para que la suya pudiera continuar. - —No vivan con remordimientos —susurra Analí, mirándome con dulzura—. La felicidad no es una traición. Es el destino que siempre les perteneció. - Aprieto la mano de Logan con más fuerza. Sé que él siente lo mismo que yo: el miedo a seguir adelante, el dolor de aceptar que podemos ser felices sin ellas. Pero ahí están, diciéndonos que está bien.
Toma mi mano y besa mis nudillos suavemente. Siento un cosquilleo en la entrepierna. Después de todo, hace mucho que no tengo sexo. Su mirada profunda me taladra por completo. El cosquilleo se extiende a mi estómago. Cómo quisiera que soltara mi mano, que besa como si nunca hubiera visto una, y me besara de una buena vez. Añoro su beso duro, profundo, fuerte. El canto de los pájaros ameniza nuestro encuentro que no pasa de suaves y tiernos besos en la mano. Comienzo a molestarme. En este momento tengo la urgencia de que me tome sin miramientos y me haga gritar tan fuerte que me quede ronca una semana. Lo único que sube de intensidad es el canto de los pajaritos. Hacía mucho que no los escuchaba, siempre me levanto antes que ellos. Siempre me levanto antes que ellos!Carajo!Mi alarma no sonó a la hora. Acostumbrada a despertar con ella, no me levanté como siempre. Generalmente duermo temprano pero justo anoche me desvelé porque a mi cerebro se le ocurrió preguntarse si realmente quie