La doble vida de Isabella

—¡Señorita! ¿Está bien? —dijo alarmado, acercándose rápidamente a ella.

Isabella, con una mano en la frente como si tratara de calmar su mareo, respondió con voz suave, casi quebrada.

—No... no me siento bien. —Hizo una pausa, como si se estuviera desorientando aún más—. No recuerdo... mi nombre... siento que todo da vueltas...

El hombre, visiblemente preocupado, se inclinó hacia ella y le preguntó con suavidad.

—¿Cómo te llamas? ¿Te ayudo a llevarte al médico?

Isabella, fingiendo confusión, murmuró con voz baja, pero clara.

—No lo recuerdo... me siento... muy mal... —su rostro mostró una expresión de aflicción, mientras luchaba por mantener su actuación.

El hombre, con un gesto de preocupación genuina, la levantó un poco para estabilizarla. Le pasó un brazo por la espalda y la sostuvo con suavidad.

—Tranquila, tranquila, señorita. —La sostuvo cerca de él—. Lo siento mucho, es una pena que el alcohol solo esté en la oficina de seguridad, donde están todas las cámaras...

Isabella, escu
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