La doble jugada de Luciana

En ese momento, su teléfono vibró en el bolsillo. Sacó el dispositivo y vio el nombre de Héctor en la pantalla. Alejandro suspiró, indeciso. Era una llamada que debía atender, pero no estaba listo para enfrentar también los problemas con Héctor. Con un gesto resignado, aceptó la llamada.

—Alejandro —la voz de Héctor era grave, más de lo habitual—. ¿Cómo te fue con Luciana? ¿Le explicaste todo?

Alejandro guardó silencio unos segundos, apoyando la cabeza contra la pared. No podía fingir que todo estaba bien.

—No, Héctor. No lo hice —respondió finalmente, su voz cargada de cansancio—. No está bien… nada está bien.

Héctor soltó un largo suspiro al otro lado de la línea.

—Sabía que esto no iba a salir como planeábamos —murmuró, como si hablara para sí mismo—. ¿Está muy molesta?

Alejandro se rió sin humor. Molesta no comenzaba a describirlo.

—Está furiosa. Me acusa de dejarla fuera de todo, de tratarla como si fuera una pieza prescindible. Y lo peor es que… tiene razón.

—Lo hicimos por su s
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