Promesas

—Gracias por no rendirte conmigo —susurró Luciana, inclinándose hacia él y dejando que sus labios rozaran los de Alejandro en un beso suave, lleno de promesas no dichas.

Cuando se separaron, ella lo miró con una pequeña sonrisa, esa chispa de luz que siempre había sido parte de Luciana comenzando a brillar de nuevo.

—Entonces… —dijo ella, con un tono juguetón que Alejandro reconocía bien—. ¿Vas a quedarte conmigo esta noche o solo viniste a traerme una rosa?

Él sonrió, inclinándose un poco más hacia ella.

—No vine solo por la rosa —respondió, sus labios a centímetros de los de ella—. Vine porque no quiero pasar ni una noche más sin ti.

Luciana suspiró, un sonido suave y lleno de alivio. Y en ese momento, todo lo que los había separado parecía desvanecerse.

—Quédate entonces —murmuró, envolviéndolo en sus brazos—. Esta vez, no quiero que te vayas.

Y mientras el reloj avanzaba, las heridas del pasado comenzaron a sanar, con el peso de la oscuridad desvaneciéndose poco a poco en el abraz
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