—Tienen planeado atacar mañana al amanecer, —dijo Marcela mientras les entregaba los audífonos. Quieren bloquear todos tus accesos y empezar a extraer información confidencial justo cuando estés ocupado en esa reunión importante.Alejandro frunció el ceño, su mente trabajando rápidamente.—Tenemos que adelantarnos. —Murmuró mientras se colocaba los audífonos—. Escuchen lo que están diciendo.El grupo se quedó en silencio mientras escuchaban las voces de Víctor y su equipo conspirando. Alejandro se levantó de su asiento, caminando hacia la ventana, sus pensamientos ya en marcha, planificando cómo detener todo antes de que el golpe cayera.—¿Qué vas a hacer? —preguntó Luciana, mirando a Alejandro mientras se apoyaba contra el marco de la ventana.Él la miró, con esa mezcla de resolución y ternura en los ojos que siempre lograba tranquilizarla.—Voy a hacer que su propio plan se vuelva en su contra, —dijo Alejandro. Si piensan que pueden robarnos, se están equivocando.Luciana, con los o
Marcela, quien observaba la escena, se cruzó de brazos, levantando una ceja.—¿Qué piensas hacer mientras esperamos que Héctor venga mañanar? —preguntó en tono serio—. No podemos quedarnos sentados como si nada.Alejandro soltó suavemente a Luciana, aunque aún mantenía su mano entrelazada con la de ella.—Tienes razón. —Su mirada se endureció de nuevo, aquella intensidad que lo caracterizaba cuando estaba concentrado en los negocios. Se dirigió hacia su escritorio, donde tenía varias carpetas amontonadas, y sacó algunos documentos—. Voy a revisar las últimas transacciones. Es probable que Víctor haya movido piezas que no hemos notado todavía. Tenemos que estar preparados para cualquier cosa.Luciana, sintiendo una mezcla de admiración y responsabilidad, se apartó ligeramente.—Yo revisaré el código una vez más, por si acaso. No podemos permitir ni el más mínimo fallo. —dijo, decidida.Isabella, que hasta ahora había estado en silencio observando la dinámica, decidió intervenir.—¿Y si
Luciana abrió la carpeta azul sin levantar la mirada de la pantalla. Su mano tembló ligeramente, pero con un rápido movimiento, insertó el USB en el puerto lateral de la computadora. El pequeño dispositivo apenas se notaba, un diseño hecho a medida para no levantar sospechas.—Tienes el código, —continuó Héctor—. 876jkusdg. Escríbelo rápido y comienza el proceso de extracción. Luego elimina la carpeta y asegúrate de dejar todo como estaba.Los dedos de Luciana volaron sobre el teclado, introduciendo el código con precisión. Al hacerlo, la pantalla comenzó a descargar los archivos a su USB. El tiempo corría en su contra. Sabía que no podía permitirse errores. Las líneas de código comenzaron a fluir mientras la información se transfería. En cuanto terminó, borró la carpeta como si nunca hubiera existido.Su respiración era agitada, pero su exterior mantenía la calma. César podría entrar en cualquier momento, y debía actuar como si nada hubiera sucedido. Guardó el USB y cerró la computad
—Es Isabella. Ha logrado acceder al sistema de Victor Espinosa —dijo Héctor, sus ojos fijos en ella—. Dice que todo está listo, es el momento perfecto para que te cueles y realices la extracción. La carpeta es morada, ahí está toda la información que necesitamos. ¿Estás preparada?Luciana asintió, aunque el miedo recorría su cuerpo. No podía permitirse dudar ahora. Había entrenado durante semanas, se había infiltrado con éxito en otras áreas, pero esta misión era la más crítica. Victor Espinosa no era alguien fácil de engañar, y un solo error podría significar el fracaso completo del plan. Sabía que llevaba semanas observándolos, pero ahora tenía que actuar rápido.—Estoy lista —dijo con determinación, tomando el USB de su bolsillo y cerrando el portátil de Alejandro.—Recuerda —añadió Héctor mientras se ponía de pie—, entras, haces la extracción rápida con tu página y eliminas todo rastro. Borra cualquier cosa que pueda delatarte. Tenemos menos de una hora antes de que Víctor revise
Luciana no lo dudó. Se metieron en el coche, y mientras arrancaban a toda velocidad, miró la USB en sus manos. Sabía que lo que contenía era crucial para detener a Víctor y salvar la empresa de Alejandro. Pero también sabía que esto era solo el principio. Víctor Espinosa no se rendiría tan fácilmente.—Héctor, —dijo mientras miraba al horizonte—. Esto está lejos de terminar. Luciana aún sentía el pulso acelerado mientras el coche avanzaba a toda velocidad por las calles oscuras. El sabor metálico de la adrenalina persistía en su boca, pero su mente se mantenía clara. Sabía que no podían bajar la guardia, especialmente ahora que estaban más cerca de la verdad que nunca. Héctor miraba de reojo por el retrovisor, asegurándose de que no los seguían.—Luciana —dijo él, rompiendo el silencio, su voz algo tensa—. Esa USB tiene lo que necesitamos, pero Víctor va a saber que algo no está bien. Tenemos que movernos rápido. ¿Cómo te sientes?Luciana apretó la pequeña memoria en su mano, su ment
—Gracias, pero esto aún no ha terminado, Héctor. ‘Y si nos buscan? —respondió ella, abriendo la puerta para bajar de la camioneta—. Ahora tenemos que asegurarnos de que nadie sospeche nada.Ambos caminaron hacia la entrada de la mansión. La iluminación entraba por la mansión y Luciana solo quería que todo eso acabara, lo cual era una buena señal: todos, aparentemente, estaban dormidos. Héctor abrió la puerta con cuidado, y ambos entraron en silencio, como sombras deslizándose por los pasillos.Luciana se detuvo un momento, apoyando su espalda contra la pared mientras respiraba profundamente. Su mente estaba a mil por hora, pero al mismo tiempo, una parte de ella deseaba que Alejandro ya estuviera allí. Sentía la necesidad de verlo, de confirmar que todo estaba bien, que su lucha valía la pena.—Me voy a quedar en la camioneta por si hay algún movimiento extraño —dijo Héctor en voz baja—. No te preocupes, me mantendré en contacto. Si Alejandro llega antes, avísame.Luciana asintió, ag
—También te amo —le dijo, y esta vez, la sonrisa en su rostro fue auténtica, sin las sombras que la habían acompañado hasta ahora.Sabía que aún había desafíos por delante, pero en ese momento, lo único que importaba era que estaban juntos.Dos días después. Era una mañana tranquila en la mansión, el sol apenas filtrándose por las grandes ventanas del salón cuando Luciana y Alejandro disfrutaban de un raro momento de paz. De repente, el sonido del teléfono interrumpió la calma, rompiendo el ambiente sereno. Alejandro lo tomó con un suspiro, sin saber que la llamada iba a cambiar todo.—¿Sí? —respondió con tono casual.—Alejandro, es mejor que te sientes y no entres en pánico —la voz de Héctor se escuchaba tensa al otro lado de la línea, una tensión que Alejandro reconoció de inmediato. Se enderezó, su expresión endureciéndose.—¿Qué ha pasado?—Hay un periodista, un tal Ernesto Figueroa. Ha encontrado algo. No sé cómo, pero tiene parte de la información sobre lo que ocurrió en el pa
Alejandro, por primera vez en días, permitió que una sonrisa se formara en sus labios. Su voz salió con un tono decidido, como si ya hubiera trazado el siguiente paso en su mente.—Héctor, sigue investigando. Averigua quién está detrás de Ernesto. Si es necesario, quiero que lo interceptes antes de que pueda publicar nada. No importa el costo.Colgó el teléfono y se giró completamente hacia Luciana.—Vamos a salir de esto, y cuando lo hagamos, quiero que te tomes un respiro, que dejes atrás el miedo. —Alejandro la tomó por la cintura, acercándola—. Te lo prometí, Luciana. No dejaré que nada nos separe.Luciana apoyó su frente contra la de él, cerrando los ojos por un instante. Sabía que la batalla apenas comenzaba, pero con Alejandro a su lado, sentía que juntos podrían enfrentarlo todo.—Lo haremos juntos, ¡Vamos a la empresa ahorita mismo —susurró, y en ese momento, nada más importaba.Luciana sujeto su bolso y ambos salieron se metieron al coche y se fueron a la empresa. Alejandro