Alejandro continuaba sosteniendo la mano de Luciana mientras ella descansaba, el eco de las palabras del doctor aún resonando en su mente. Ocho semanas... Habían comenzado este nuevo capítulo de sus vidas con una emoción indescriptible. La idea de ser padres lo llenaba de una mezcla de alegría y responsabilidad. Quería asegurarse de que todo fuera perfecto para Luciana y para el pequeño ser que crecía en su vientre.Mientras Luciana cerraba los ojos por un momento, aún agotada, Alejandro la observaba con ternura. Verla tan radiante, incluso en medio de las dificultades del embarazo, lo hacía sentir más enamorado que nunca. Todo lo que había hecho, cada sacrificio y cada plan, era por ellos, por la familia que estaban construyendo juntos.El sonido de la puerta abriéndose suavemente los interrumpió. Una enfermera entró para revisar a Luciana por última vez antes de que se marcharan.—Todo listo para que puedan irse —dijo con una sonrisa amable—. Sólo asegúrate de seguir las indicacione
—Voy a revisar todo, Luciana. Respira hondo. Puede que solo sea una molestia muscular o algo relacionado con el crecimiento del útero, pero necesitamos asegurarnos de que no sea nada grave.Alejandro no soltaba a Luciana mientras el doctor hacía los ajustes necesarios y comenzaba a examinarla nuevamente. La ansiedad en el ambiente era palpable, pero Alejandro trataba de mantenerse tranquilo por Luciana.—Tranquila, amor —susurró, acariciando su rostro—. Estoy aquí contigo. Todo va a estar bien.Luciana cerró los ojos, concentrándose en respirar, aunque el dolor persistía.El doctor hizo una serie de revisiones y luego, después de unos momentos que parecieron eternos para ambos, se dirigió a ellos con una expresión más relajada.—Parece que el dolor que siente, Luciana, es debido al crecimiento de los bebés y cómo están presionando tus órganos. El útero está expandiéndose y, a veces, esto puede causar incomodidades o dolor en áreas como las costillas. No es inusual en embarazos gemelar
—Alejandro, nunca imaginé que mi vida tomaría este rumbo. Pero ahora, no puedo imaginar un futuro sin ti ni sin nuestras hijas. Todo lo que hemos vivido me ha hecho darme cuenta de que estoy exactamente donde quiero estar. Contigo.Alejandro la miró profundamente a los ojos, sintiendo cómo esas palabras resonaban dentro de él. Sabía que el camino no había sido fácil, pero también sabía que no cambiaría nada de lo que habían vivido, porque todo los había llevado a este momento.—Luciana, todo lo que hemos pasado solo me ha demostrado lo fuerte que es nuestro amor. Estar contigo, formar una familia... es lo mejor que me ha pasado en la vida. Y ahora, mirando hacia el futuro, sé que no importa lo que venga, vamos a estar bien. Porque tenemos algo más fuerte que cualquier adversidad. Nos tenemos el uno al otro.Luciana sonrió, sus ojos llenos de lágrimas de felicidad. Sabía que Alejandro tenía razón. A pesar de las dificultades, su amor había prevalecido, y ahora estaban listos para lo qu
Luciana esbozó una pequeña sonrisa, y aunque no estaba completamente satisfecha, decidió confiar en Alejandro por el momento. Se sentó nuevamente en el sofá mientras su madre iba a la cocina para preparar el almuerzo. Su padre, un hombre de pocas palabras, pero de gran cariño, le ofreció una sonrisa cálida mientras se sentaba a su lado.—Hija, estamos aquí para lo que necesites —le dijo suavemente—. Tu madre y yo no estaríamos en ningún otro lugar ahora mismo, no después de lo que paso con esa descompensación que tuviste, Afortunadamente las bebitas están bien.Luciana se sintió reconfortada por la presencia de sus padres, aunque su intuición seguía diciéndole que algo más estaba ocurriendo. Alejandro le dio un suave beso en la frente antes de excusarse para hacer una llamada rápida a Héctor, su mano derecha en la empresa.Una vez fuera de la sala y dirigiéndose a su pequeña oficina tipo habitación. Alejandro respiró profundamente, caminando hasta el balcón para despejar su mente ante
El mundo de Luciana se detuvo. Sintió que el aire le faltaba, como si de repente toda su vida hubiera sido una mentira. Miró a su padre en busca de alguna negación, pero él simplemente bajó la cabeza, confirmando lo que su madre acababa de decir.—¿Qué? —murmuró Luciana, con la voz entrecortada—. No… no puede ser…—Te adoptamos cuando eras apenas un bebé —explicó su madre, tratando de mantener la compostura—. Tus padres biológicos… no podían cuidarte. Nos dejaron a tu cargo cuando tenías seis meses.Luciana sintió como si la tierra se desmoronara bajo sus pies. Todo en lo que había creído hasta ese momento se desmoronaba frente a sus ojos.—¿Por qué nunca me lo dijeron? —gritó, con lágrimas brotando de sus ojos. Se sentía traicionada, perdida. Miró a Alejandro, buscando en él algún tipo de explicación, pero él simplemente la miró con tristeza.Su madre se acercó para abrazarla, pero Luciana la apartó, demasiado dolida para aceptar cualquier consuelo.—No sabíamos cómo decirte, cariño
Por primera vez en su vida, el hombre que siempre había sido serio, frío y reservado en algunas ocasiones, se dejó llevar por la emoción. Una lágrima rodó por su mejilla mientras mantenía su mano en el vientre de Luciana, sintiendo las pequeñas pataditas de sus nietas.—Es… es un milagro —susurró, casi sin poder creer lo que estaba experimentando.La madre de Luciana, contagiada por el momento, también se acercó. Luciana tomó su mano y la colocó sobre su vientre. Ambas se miraron a los ojos, y fue como si en ese instante todo el dolor y la distancia de años se desvaneciera. Las gemelas volvieron a moverse, y su madre se llevó una mano a la boca, sorprendida.—Las siento… —dijo con voz temblorosa—. No puedo creer que dentro de ti haya dos vidas tan llenas de energía. No puedo imaginar el regalo tan grande que es ser madre.Luciana asintió, sus ojos llenos de lágrimas.—Es maravilloso, mamá. Y ustedes siempre serán mis padres, no importa lo que haya pasado. Siempre. Lo que importa no es
La madre de Luciana se sentó al borde de la cama y, con ternura, extendió sus manos hacia las bebés.—¿Puedo sostener a una de ellas? —preguntó, con la voz suave, como si temiera romper el frágil momento de felicidad.Luciana asintió, entregando con cuidado a Valentina a su madre. La abuela la sostuvo con delicadeza, mirando a la pequeña con asombro, mientras Valentina se movía ligeramente entre sus brazos.—Nunca pensé que tendría la oportunidad de ser abuela —susurró, emocionada—. Verlas aquí, a ti, a tus hijas... Es un milagro, Luciana. Un milagro del amor.El padre de Luciana se acercó también, con una sonrisa emocionada en el rostro. Se inclinó y acarició la mejilla de Sofía, que descansaba en los brazos de Luciana.—Estoy muy orgulloso de ti, hija —dijo con voz ronca por la emoción—. Y de estas pequeñas. Serán una bendición en nuestras vidas.Luciana, viendo a sus padres tan llenos de amor y orgullo, sintió una paz profunda. Por fin, después de tanto tiempo, estaba rodeada de la
Luciana apoyó la cabeza en el hombro de Alejandro, sintiendo la seguridad de su amor y la calidez de sus amigos a su alrededor.—Tienes razón, amor —dijo ella—. Estamos donde siempre quisimos estar: rodeados de familia y amor.Y así, con las risas y la compañía de sus seres queridos, Luciana y Alejandro supieron que no había mayor felicidad que la de ver crecer la familia que habían formado, y que el amor que compartían seguía siendo la fuerza que los unía, haciéndolos más fuertes con cada día que pasaba.la mansión con una suave luz anaranjada, y el sonido tranquilo de las hojas al viento creaba una melodía casi imperceptible. En la terraza, Luciana y Alejandro estaban sentados en una cómoda silla doble, abrazados, con una manta cubriendo sus piernas. Las gemelas dormían tranquilas en el interior de la casa, dejando a la pareja un momento de paz solo para ellos.Luciana apoyaba su cabeza en el pecho de Alejandro, escuchando los latidos firmes de su corazón. Él acariciaba suavemente s