Un milagro en nuestras manos

Luciana apoyó la cabeza en el hombro de Alejandro, sintiendo la seguridad de su amor y la calidez de sus amigos a su alrededor.

—Tienes razón, amor —dijo ella—. Estamos donde siempre quisimos estar: rodeados de familia y amor.

Y así, con las risas y la compañía de sus seres queridos, Luciana y Alejandro supieron que no había mayor felicidad que la de ver crecer la familia que habían formado, y que el amor que compartían seguía siendo la fuerza que los unía, haciéndolos más fuertes con cada día que pasaba.

la mansión con una suave luz anaranjada, y el sonido tranquilo de las hojas al viento creaba una melodía casi imperceptible. En la terraza, Luciana y Alejandro estaban sentados en una cómoda silla doble, abrazados, con una manta cubriendo sus piernas. Las gemelas dormían tranquilas en el interior de la casa, dejando a la pareja un momento de paz solo para ellos.

Luciana apoyaba su cabeza en el pecho de Alejandro, escuchando los latidos firmes de su corazón. Él acariciaba suavemente s
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