El pasado que nunca muere

Luciana estaba en la sala, furiosa, su rostro crispado por la rabia. La mansión estaba en un silencio inquietante, solo el sonido distante del viento que golpeaba las ventanas acompañaba el tenso ambiente. Tomás caminaba por el pasillo principal hasta llegar al despacho de Alejandro, sus pasos resonando en el mármol.

Cuando Tomás se asomó por la puerta entreabierta del despacho, Luciana lo vio y explotó en ira. Se acercó rápidamente, con los ojos encendidos de furia.

—¡Lárgate de aquí, Tomás! —gritó Luciana, su voz quebrada por la frustración—. ¡No tienes derecho a estar en esta casa!

Tomás no retrocedió. Se quedó firme, con una expresión seria, sosteniendo un sobre en su mano.

—No me iré, Luciana —dijo con una calma tensa, su mirada clavada en la de ella—. Porque investigué algo que debes saber. El amigo de Alejandro, ese hombre que apareció en sus vidas... fue tu ex, Luciana. Sí, tu ex de hace años. El que amaste, pero dejaste porque estaba involucrado en el narcotráfico.

Luciana re
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