Alejandro se quedó helado. El ambiente en la habitación se volvió sofocante, como si el aire mismo se hubiera evaporado. Sus ojos se clavaron en Luciana, buscando una explicación, un sentido a las palabras que acababa de escuchar.—¿Qué... qué estás diciendo? —su voz era apenas un susurro, pero cargada de incredulidad.Luciana sintió cómo su estómago se encogía, su corazón retumbaba con fuerza en sus oídos. Las palabras no querían salir, pero sabía que no podía seguir ocultando más la verdad.—Alejandro... —comenzó, su voz temblando—. El hombre con el que estás haciendo negocios... es alguien de mi pasado. No lo reconocí al principio, pero Tomás me abrió los ojos. Es un hombre que me hirió profundamente, y ahora ha regresado para destruirnos. Cambió su nombre para que no lo reconociera, pero sé quién es. Fue alguien a quien amé... hace muchos años.Alejandro retrocedió un paso, como si el impacto de lo que Luciana decía le golpeara físicamente. Las palabras “alguien a quien amé” parec
Luciana sintió cómo el aire se volvía denso, y el peso de las palabras de Tomás la dejó paralizada por unos instantes. Su mente intentaba procesar lo que eso significaba: volver a involucrarse en ese mundo del que había intentado escapar años atrás. Pero, ¿qué opción tenían? Alejandro estaba a punto de caminar directo a una trampa, y sus bebés, su familia, todo lo que amaba, estaban en peligro.—¿A quién tienes en mente? —preguntó Luciana, su voz temblorosa pero decidida. Sabía que, si tenía que enfrentar el pasado para proteger a los suyos, lo haría.Tomás la miró con seriedad, pero había una chispa de compasión en sus ojos. Sabía que lo que estaba a punto de proponer no era fácil para ella.—Hay alguien... —comenzó—. Alguien que estuvo en el mismo círculo que tu ex, pero que se separó de él cuando las cosas comenzaron a volverse demasiado oscuras. Es alguien en quien puedo confiar... hasta cierto punto.—¿Hasta cierto punto? —Luciana frunció el ceño—. ¿Podemos arriesgarnos a confiar
La puerta se abrió de golpe, y el sonido de madera astillándose llenó el aire. Tomás se mantuvo firme, con el arma apuntada hacia el pasillo. A través de la tenue luz que provenía de las escaleras, una figura alta y sombría emergió de las sombras.—¿Quién está ahí? —gritó Tomás, con la voz temblando por la tensión.La figura avanzó lentamente, y cuando salió por completo de las sombras, Tomás contuvo el aliento. Frente a él estaba el hombre que había causado tanto miedo y dolor en la vida de Luciana. Su ex, el hombre que se había cambiado el nombre para ocultar su pasado.—Así que tú eres el valiente guardaespaldas de Luciana, el que no pudo convencerles de que te dieran dinero —dijo el hombre, con una sonrisa sarcástica—. Has hecho un buen trabajo manteniéndola a salvo hasta ahora, pero tu tiempo ha terminado. He venido por lo que es mío.Tomás no bajó el arma, pero su mente trabajaba frenéticamente, buscando una manera de sacar a Luciana y a los niños de ahí sin que nadie resultara
Luciana se encontraba en la cocina, con las manos temblorosas, preparando la merienda para las gemelas. Ellas, como siempre, estaban inquietas, correteando por la casa mientras reían y jugaban con sus muñecas. Pero algo en el aire estaba distinto, algo que las pequeñas sin entenderlo, percibían. Luciana, con una sonrisa forzada, les pasó los platos con el yogurt y las frutas.—Aquí, mis amores, coman... —su voz se quebraba apenas terminaba la frase. Las gemelas, con sus ojos grandes y curiosos, no dejaron de mirarla con un leve rastro de inquietud.De repente, las niñas comenzaron a llorar al unísono, como si sus corazones sintieran la tensión que flotaba en la casa. Luciana las miró, y sin pensarlo, las abrazó, tomando a ambas en sus brazos. Las pequeñas, con su inocencia pura, solo pudieron decir:—Tranquila, mamá...El sonido de sus pequeñas voces, tan dulces y tan llenas de confianza, rompió algo dentro de Luciana. Aquella dulzura inesperada, el amor sin reservas, fue lo que la hi
Un año depsues las gemelas ya tenian 5 años .... después de todo lo que habian pasado, la vida en la mansión había tomado un giro diferente. Luciana y Alejandro, ahora más unidos que nunca, disfrutaban de noches de pasión que se alargaban hasta las primeras horas de la mañana. Habían retomado su relación de una manera intensa, arriesgada, como si se estuvieran redescubriendo en cada caricia, en cada susurro, y las horas pasaban sin que se dieran cuenta. La tensión de los últimos meses, las preocupaciones, los miedos… todo eso parecía haberse desvanecido, reemplazado por un deseo que los envolvía en cada rincón de su hogar.Pero aquel día, mientras Luciana se preparaba para la rutina diaria, algo diferente le llamó la atención. Se miró al espejo mientras se ponía el pantalón que había usado hacía unas semanas y, de repente, notó que ya no le quedaba bien. El tejido que antes se ajustaba perfectamente ahora le quedaba ajustado, demasiado ajustado. El vestido que se había puesto después
El aire de la habitación parecía pesado, cargado de tensión y ansiedad, mientras Luciana intentaba procesar todo lo que había ocurrido en esos breves pero largos minutos. Alejandro, a su lado, no dejaba de mirarla, vigilando cada uno de sus movimientos, como si su vida dependiera de ello. Su corazón seguía acelerado, aún recorriendo los retazos de miedo que había experimentado al ver a Luciana desmayada, a punto de perderla.De repente, el sonido de un coche que frenaba frente a la mansión llegó hasta ellos. En cuestión de segundos, la puerta se abrió y apareció el enfermero, un hombre joven, de unos 30 años, con una expresión seria pero profesional. Traía una maleta médica en mano, y su rostro reflejaba un enfoque calmado, como si ya hubiera visto muchas situaciones similares.—Señor Alejandro, ¿cómo está ella? —preguntó el enfermero con voz firme, pero también con una suave preocupación. Se acercó rápidamente a Luciana, que, aunque ya respiraba con normalidad, seguía débil y desorie
Cuatro meses habían pasado desde que Luciana y Alejandro recibieron la noticia de que esperarían un bebé. El tiempo volaba entre los preparativos, los cambios de Luciana y las pequeñas sorpresas que la vida les ofrecía cada día. La emoción era palpable en la mansión, pero ambos sabían que era el momento adecuado para compartir con sus familias la gran noticia.Alejandro, con una sonrisa de complicidad, miró a Luciana desde el salón mientras se preparaba para reunir a su familia. Ambos sabían que el momento llegaría, y al fin el día había llegado. Después de todo, habían tenido un tiempo para adaptarse a la idea, para sentirse listos. El amor que compartían había crecido, y la promesa de ser una familia aún más unida se volvía cada vez más real.—¿Lista, mi amor? —preguntó Alejandro, acercándose a Luciana mientras ella ajustaba su vestido. Había algo mágico en el ambiente, algo que los hacía sentir más cerca de lo que nunca habían estado.—Estoy nerviosa, pero emocionada. —Luciana sonr
Alejandro la abrazó con fuerza, sintiendo cómo su corazón aún latía desbocado. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero al mismo tiempo, sentía una profunda gratitud al ver que Luciana había recuperado la conciencia. Sus manos temblaban mientras le acariciaba el rostro, su voz quebrada por la emoción.—No quiero perderte... No puedo vivir sin ti, Luciana. —dijo, en un susurro, como si esas palabras fueran las más importantes que había pronunciado en su vida.Luciana lo miró, aún débil, pero con una sonrisa tímida en sus labios. —No me vas a perder, amor... Estoy aquí. Estoy aquí contigo. —su voz era suave, pero llena de fuerza, como si estuviera luchando por él tanto como él por ella.La enfermera observó con cuidado cómo Luciana comenzaba a estabilizarse y respiraba con más calma. —Vamos a tener que hacer más pruebas, pero por ahora, ella está fuera de peligro. —dijo con voz tranquila, pero con un leve toque de preocupación en su tono. —Necesitamos que se recupere completamente. Vam