Luciana apoyó la cabeza en el hombro de Alejandro, sintiendo la seguridad de su amor y la calidez de sus amigos a su alrededor.—Tienes razón, amor —dijo ella—. Estamos donde siempre quisimos estar: rodeados de familia y amor.Y así, con las risas y la compañía de sus seres queridos, Luciana y Alejandro supieron que no había mayor felicidad que la de ver crecer la familia que habían formado, y que el amor que compartían seguía siendo la fuerza que los unía, haciéndolos más fuertes con cada día que pasaba.la mansión con una suave luz anaranjada, y el sonido tranquilo de las hojas al viento creaba una melodía casi imperceptible. En la terraza, Luciana y Alejandro estaban sentados en una cómoda silla doble, abrazados, con una manta cubriendo sus piernas. Las gemelas dormían tranquilas en el interior de la casa, dejando a la pareja un momento de paz solo para ellos.Luciana apoyaba su cabeza en el pecho de Alejandro, escuchando los latidos firmes de su corazón. Él acariciaba suavemente s
El viento soplaba suavemente, acariciando sus rostros mientras la noche avanzaba con calma. Luciana y Alejandro permanecieron allí, tomados de la mano, disfrutando de la quietud que les regalaba el momento, un respiro después de la tormenta de emociones que había marcado los últimos meses. En sus corazones, un mismo sentimiento: el agradecimiento por todo lo vivido, por todo lo superado, por la familia que habían formado.Luciana sintió cómo sus ojos se cerraban lentamente, la paz envolviendo cada rincón de su ser. Ya no había miedo, ya no había incertidumbre. Todo lo que alguna vez fue complicado, todo lo que los separó, ahora era solo un recuerdo lejano, reemplazado por una certeza inquebrantable.Alejandro, observando el rostro de Luciana, sonrió para sí mismo. Cada día a su lado era un regalo, y, aunque el futuro estaba lleno de desafíos, estaba listo para enfrentarlos, porque no solo se tenía a sí mismo, sino a la mujer que amaba, y a las pequeñas vidas que los hacían más complet
El ambiente en la oficina estaba cargado de tensión. Luciana había intentado calmarse, pero la aparición de Tomás lo complicó todo. Al entrar en la sala con una copa de champaña en la mano, Tomás parecía despreocupado, como si nada estuviera fuera de lugar. Se acercó con una actitud relajada, pero sus palabras fueron lo que realmente encendió la chispa.—Buenos días, Luciana, Alejandro —dijo con una sonrisa forzada, antes de tomar un sorbo de su bebida—. Quería hablar sobre un pequeño adelanto de dinero, si es posible.Luciana no pudo ocultar la furia que empezó a recorrer su cuerpo. El sonido de la copa al ser levantada de la mesa resonó como una bomba, y su mirada, cargada de ira, no dejaba de seguirlo. Alejandro, que había estado en un momento de calma, se tensó al notar la incomodidad de Luciana.—¿Un adelanto? —preguntó Luciana, con la voz al borde de la explosión—. Tomás, ¿qué te pasa? No te conformas con lo que te damos. Cada mes te pagamos una cantidad generosa, como acordamos
Mientras Tomás se alejaba, Alejandro se quedó mirando su espalda, con la sensación de que aún había algo más que no estaba dispuesto a dejar pasar. La conversación con Tomás había sido tensa, pero sabía que no podía dejar que las cosas se quedaran así, especialmente cuando se trataba de su familia y de los límites que debía imponer.Decidió volver a la oficina, donde Luciana seguía esperando. Al entrar, la encontró recargada en su silla, sus manos entrelazadas sobre la mesa mientras observaban la ventana. Estaba claro que la tensión aún seguía en el aire entre ellos. Luciana, al escuchar la puerta abrirse, se giró lentamente hacia él. Sus ojos estaban fijos en él, una mezcla de preocupación y desconfianza.—¿Hablaste con él? —preguntó Luciana, con voz baja, pero llena de expectación.Alejandro se acercó a su escritorio y se sentó frente a ella, dejando escapar un suspiro pesado. Sabía que Luciana lo observaba, buscando respuestas, buscando la certeza de que había hecho lo correcto.—S
Alejandro se levantó de su silla, tomando el teléfono para hacer la llamada. Su mente estaba acelerada, pero sabía que la calma era esencial. Mientras hablaba con la policía, Luciana observaba todo con los ojos llenos de incertidumbre. El pánico se estaba apoderando de ella, pero su confianza en Alejandro era lo único que la mantenía en pie.Cuando colgó, su expresión era grave, pero con un atisbo de resolución. Se giró hacia Luciana y la tomó de la mano.—Ya hemos contactado con la policía, y la seguridad está siendo reforzada. Nadie más va a entrar en esta casa sin ser detectado. Te prometo que lo resolveremos, pero necesitamos ser inteligentes. Este no es solo un ataque aislado, hay algo más detrás de esto.Luciana asintió, aunque la ansiedad seguía apoderándose de su cuerpo.—¿Qué crees que está pasando, Alejandro? —preguntó, su voz temblorosa. Ella había conocido las sombras del mundo empresarial, pero esto era algo completamente diferente. Era algo personal, algo que no sabía có
Alejandro miró a Luciana a los ojos, su mandíbula apretada mientras trataba de procesar la gravedad de lo que acababa de escuchar. Sabía que tenían poco tiempo antes de que la situación empeorara.—¿Qué haremos ahora? —preguntó Luciana, tratando de mantener la calma, aunque el miedo seguía creciendo dentro de ella.Alejandro soltó un suspiro y se frotó las sienes, su mente corriendo a mil por hora. No había margen para errores.—Lo primero que tenemos que hacer es asegurar la casa. Ya hemos reforzado la seguridad, pero tengo que hablar con nuestro equipo legal y financiero. Si hay alguien manipulando desde dentro, significa que está jugando con nuestra confianza. No podemos permitirlo. Luego, necesito investigar más sobre esa carta y la fotografía. Esto está relacionado con algo que hice en el pasado, y si es lo que creo, va a desenterrar más de lo que esperaba.Luciana lo observó en silencio, sintiendo la seriedad en sus palabras. Sabía que su esposo había trabajado duro para llegar
Luciana estaba en la sala, furiosa, su rostro crispado por la rabia. La mansión estaba en un silencio inquietante, solo el sonido distante del viento que golpeaba las ventanas acompañaba el tenso ambiente. Tomás caminaba por el pasillo principal hasta llegar al despacho de Alejandro, sus pasos resonando en el mármol.Cuando Tomás se asomó por la puerta entreabierta del despacho, Luciana lo vio y explotó en ira. Se acercó rápidamente, con los ojos encendidos de furia.—¡Lárgate de aquí, Tomás! —gritó Luciana, su voz quebrada por la frustración—. ¡No tienes derecho a estar en esta casa!Tomás no retrocedió. Se quedó firme, con una expresión seria, sosteniendo un sobre en su mano.—No me iré, Luciana —dijo con una calma tensa, su mirada clavada en la de ella—. Porque investigué algo que debes saber. El amigo de Alejandro, ese hombre que apareció en sus vidas... fue tu ex, Luciana. Sí, tu ex de hace años. El que amaste, pero dejaste porque estaba involucrado en el narcotráfico.Luciana re
Alejandro se quedó helado. El ambiente en la habitación se volvió sofocante, como si el aire mismo se hubiera evaporado. Sus ojos se clavaron en Luciana, buscando una explicación, un sentido a las palabras que acababa de escuchar.—¿Qué... qué estás diciendo? —su voz era apenas un susurro, pero cargada de incredulidad.Luciana sintió cómo su estómago se encogía, su corazón retumbaba con fuerza en sus oídos. Las palabras no querían salir, pero sabía que no podía seguir ocultando más la verdad.—Alejandro... —comenzó, su voz temblando—. El hombre con el que estás haciendo negocios... es alguien de mi pasado. No lo reconocí al principio, pero Tomás me abrió los ojos. Es un hombre que me hirió profundamente, y ahora ha regresado para destruirnos. Cambió su nombre para que no lo reconociera, pero sé quién es. Fue alguien a quien amé... hace muchos años.Alejandro retrocedió un paso, como si el impacto de lo que Luciana decía le golpeara físicamente. Las palabras “alguien a quien amé” parec