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La lluvia cae con fuerza y hace estremecer las paredes de la casa con aquellas ráfagas de truenos que pareciera que el cielo se está quebrando en pedazos. Andy me llamó para que saliera a cenar, pero yo no lo hice. 

No he salido de mi habitación desde que volvimos y no sé si él está enfadado o preocupado porque a cada momento viene a mi puerta y pregunta si me encuentro bien.

—Pequeña, si sientes miedo o tienes hambre, solo llama a mi teléfono y vendré corriendo a atenderte.

—Estoy bien, no necesito nada. Ve a descansar, hermano mayor. —Digo, tratándolo con respeto, eso es lo que él quiere.

Pasaron las horas y él no volvió a aparecer, seguro se durmió y se olvidó de mí. La lluvia no cesa, cada vez es más fuerte y temo que en esa casa que está cerca del bosque aparezca un oso hambriento o quizá una manada de lobos aullando. Me estremezco al pensar en ello y decido hacer lo impensable.

Tomé mi teléfono y con la linterna encendida fui a la habitación de Andy, rogando que la puerta estuviera sin llave y él estuviese dormido para que no me sintiera y se burlara de mí.

Agradecí al cielo en silencio cuando logré entrar y me metí en su cama sin que él se diera cuenta. Pero, ¡oh! Tengo mucho frío porque este idiota tiene encendido el aire acondicionado como si el clima no estuviera helado ya, ¿el problema? No he traído mi sábana y, loca, no estoy para regresar por ella.

—Sabía que vendrías, pequeña hermana. Por eso dejé la puerta entreabierta. No te preocupes, es normal sentir miedo cuando se es un niño. Yo también lo tuve, pero ya lo superé. —juro que sentí alivio con sus palabras.

Andy me tendió parte de su sábana, se hizo a la orilla de la cama y se dio la vuelta para quedar de espaldas a mí.

—Gracias. Logré decir en un susurro, pues el frío me estaba congelando. Agradecí porque me dio mi espacio y no me preguntó nada más.

Cuando desperté mi hermanastro ya no estaba en la cama. Me levanté y fui a mi habitación para darme una ducha y bajar a la cocina, moría de hambre y todo por caprichosa de no haber cenado ayer por la tarde.

—¡Buenos días, pequeña! ¿Te encuentras bien?

Él está con sus brazos reposando sobre el desayunador tomando una taza de café. Se ve jodidamente sexi con sus pantalones a mitad cadera y sin camisa, sus tatuajes me llaman mucho la atención.

—Estoy bien. Gracias por no echarme de tu habitación, lamento lo que sucedió, seguro dormiste muy incómodo y por eso te levantaste temprano. —Me disculpé con sinceridad.

—De haberlo sabido me quedo a observarte dormir, pequeña traviesa. —Dice, yo me pongo nerviosa cuando él se me acerca demasiado porque parece que me quiere besar.

—No quise decir eso. —Me defendí.

—Raquel, quiero hacerte una pregunta.

—Dime.

—¿Me tienes miedo? —pregunta de golpe.

—¿Por qué habría que tenerlo? —Cuestioné, nerviosa, dirigiendo mi vista a cualquier lugar menos hacia él y fingiendo ser valiente.

—Mírame a los ojos cuando me hables, eres una chica fuerte y no quiero que te sientas menospreciada por nadie, ni siquiera por mí.

—No te tengo miedo Andy, somos hermanos, tú mismo lo repites a cada instante.

—¿Y si no lo fuéramos? Es decir, si nos hubiésemos conocido en otras circunstancias.

—Me da igual. Además, no sé a qué punto quieres llegar. —me quejo, separándome un poco de él, su cercanía me excita, me pone a temblar.

—A tu punto débil, a eso quiero llegar, a tu punto débil, pequeña mía.

Andy se acercó más de lo normal y sus labios chocaron con los míos inesperadamente. No sabía cómo reaccionar, me besó como nunca nadie lo ha hecho y pasó lo que nunca debió de pasar, lo que nuestros padres tanto temían que sucediera y por lo que nos advirtieron en muchas ocasiones, en su propia casa los hemos traicionado.

—Desde que te conocí dije que serías mía. A partir de ahora nadie más que yo puedo tocarte, ¿me entiendes? —Advirtió en medio de besos mientras seguimos recostados en el sofá de la sala.

Sí, somos unos malditos desgraciados que hemos invadido de olor a sexo el área de descanso familiar.

—Hemos cometido un error, si nuestros padres se enteran se molestarán con nosotros. —Fue lo único que se me ocurrió decir, estaba demasiado asustada.

—No hay error cuando ambos nos sentimos atraídos y…

—Nuestros padres Andy… están llegando ahora mismo.

Grito alarmada y nos levantamos como locos buscando la ropa y vistiéndonos cuando escuchamos que el portón que lleva al garaje se abrió.

—Nos matarán, ahora si estamos muertos. —digo, al borde del llanto.

—Tranquila, aquí no ha pasado nada para ellos. Ve a tu habitación y has como si hubieses estado estudiando desde hace rato, yo diré que desde ayer no has querido salir ni siquiera a comer.

Agradecí que Andy se pusiera de mi parte y entendiese mi preocupación. Minutos después me envió un mensaje de texto diciendo que todo estaba bien y que podía salir sin temor a ser interrogada.

En los días siguientes traté de evitar por completo a Andy, casi nunca salía de mi habitación, aunque siempre nos comunicábamos por mensajes de texto.

—Dentro de poco regresarás al extranjero, mi buen hijo, te extrañaré nuevamente. —expresó mi padrastro durante la cena.

—Lo he pensado mucho, papá, y he decidido no marcharme. Me quedaré con vosotros. —Anunció Andy, haciendo que yo me atragante y escupa el jugo.

—¿Qué dices? ¿Desde cuándo has tomado esa decisión tan descabellada? —reclama mi padrastro sin dejar de verme a mí.

—Desde antes de venir, incluso cuando estaba allá, me despedí de mis compañeros de carrera. —Dijo Andy, pero yo presiento que es toda una mentira recién inventada.

—¿Qué va a pasar con tu novia? ¿Vendrá para continuar sus estudios aquí también?

—Aún no lo decide, es muy probable que lo haga. —mintió.

La extraño mucho, pero prefiero estar cerca de mi familia —finalizó.

—Si esa es tu decisión, yo la respeto, solo espero que en el futuro no te lamentes. Sabes que las pasantías en el extranjero tienen más credibilidad en el mundo competitivo, ¿verdad? —expresó su padre, quizá tratando de convencerlo de que se vaya.

Me doy cuenta de que Andy es un experto en inventar mentiras. Hace un rato me dijo que daría una gran noticia, pero jamás me imaginé que fuera sobre la cancelación de su viaje

Una semana después…

—Hija, mi esposo y yo hemos decidido que te cases. —me informa mi madre.

—¡Mamá! —la veo, sintiéndome aterrada por sus palabras.

—No te preocupes, él ya se ha comunicado con los padres de tu futuro esposo y vendrán a conocerte mañana.

Anuncia mi madre. Sé que lo están haciendo porque su hijo no se fue al extranjero y temen que estemos en la misma casa. Pero yo no puedo aceptar eso, estoy enamorada de Andy y no me quiero casar con una persona a la que ni siquiera conozco.

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